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Bizi Ametsa: Ojalá pinten Copas en La Cartuja para el Athletic
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Bizi Ametsa: Ojalá pinten Copas en La Cartuja para el Athletic

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Kuitxi Pérez

"La final de Copa la juegan el Athletic y otro". Fue la propia historia la que acuñó la frase. "¿Qué hay de nuevo; otro año más aquí, recibiendo la Copa de mis manos?" Era Franco, dirigiéndose al capitán de turno, caudillo que humilla  la cabeza y estira sus brazos para entregar el trofeo que llevaba su nombre. Del 'Generalísimo'.

Jugar finales en tiempos revueltos. Aquellos de la 'dictadura'. Y estos de principios del siglo XXI. Quién nos habría dicho que en el súmmum del conocimiento, la humanidad, toda ella, estaría arrodillada, sometida, humillada por un ente diminuto que no tiene conciencia, ni alma, ni corazón. Y sin embargo, el balón de fútbol rodando por el verde de esos campos de Dios.

A puerta cerrada. Así las de los estadios como esta de la habitación de la casa de los sueños. La pasión, lejos de debilitarse, aumenta  gracias a ese mecanismo que nos permite enlazarnos con miles de manos mientras, al otro lado de la pantalla, el fútbol crece. Gracias al Athletic. Ese 'caso único en el mundo' que tanto amo. Si no fuera 'Since 1898', el fútbol no habría entrado por El Abra para terminar siendo laureado bajo el puente de San Antón.

Kuitxi Pérez de viaje para ver una final de Copa del Athletic Club.
Kuitxi Pérez de viaje para ver una final de Copa del Athletic Club.

1969. Athletic y Elche se ven las caras en 'Chamartin'. El Elche CF de Arakistain, Ballester, Iborra, Lezcano, Llompart, Serena y Asensi, entre otras perlas ilicitanas. La familia, al completo, delante de la televisión de la sala. Bueno, faltaba el patriarca, que nos había dejado a nuestra suerte dos años atrás. Ama, tres hijas y cuatro hijos. No era época de camisetas a la venta  en la tienda del Club. Pero sí, una  tarde noche adornada con la magia de camisas, pañuelos, nikis: el hábito sí nos convertía en monjes que querían sentirse como en la propia Catedral.

Tensión. Miedo a perder. Ansias de ganar. Y fue así que, en plena veneración, Anton Arieta, con el partido muy avanzado [82'], nos dio la Copa con un disparo cruzado desde el borde del área. Un título de Copa y, sin embargo, de alabar la futura discreción del ariete de Durango. Un nueve que consiguió aunar aquel once de carrerilla en el que figuraba un zurdo al que le esperaba su 'muerte' a la vuelta de la esquina.

Iribar; Sáez, Etxeberria, Aranguren; Igartua, Larrauri; Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y Rojo... ¡Qué lujo de final aquella!

Kuitxi Pérez en un recibimiento en la Ría a la Gabarra del Athletic Club.
Kuitxi Pérez en un recibimiento en la Ría a la Gabarra del Athletic Club.

Cuatro años después. El Castellón de Babiloni, Del Bosque, Clares y Planelles. Un Athletic remozado el que dirigía Milorad Pavic. La noche anterior a la final del Manzanares, acostado pero sin ganas de dormir, José María García le entrevistaba al técnico del Athletic. Fresca memoria sin necesidad de hielo. Ese Athletic vs Castellón fue un homenaje por todo lo alto a mis abuelos y a la tía Licesia. La primera parte la vi junto a ellos en la planta alta de la Casa de los Sueños. Llegado el descanso, baje raudo desde La Florida a la 'otra casa' para ser testigo del dos a cero inapelable con el que el Athletic se hacía con su entorchado fetiche. Arieta [27'],  Zubiaga [54']. Los 'leones' me volvían a hacer feliz.

De cuatro en cuatro y juego la final porque me toca.1977. El Athletic de Koldo Agirre. Aquel equipo genial que se quedó a las puertas de la UEFA. Ese once soberbio. Una de las mejores escuadras de la historia. Villar, Irureta, Txurruka: ¡qué pedazo de centro del campo! Dani, Carlos, Rojo: ¡qué tridente, por Dios! Lasa, Gisasola, Alexanco, Eskalza: ¡impresiona la retaguardia! Y detrás de todos ellos, palpando el travesaño con sus guantes, un 'tal Iribar', no sé si les suena.

Podría haber sido mi primera bajada al 'foro' para ver una final en el campo. Debería haberlo sido. Como jugador del Club Portugalete, un juvenil que entrenaba con el mayor y disputaba partidos con frecuencia, tenía reservada una de las entradas que la Federación ponía en manos de los Clubes para disfrute de sus futbolistas. Me dijeron que Rastrilla [directivo de los de puerta a puerta para la entrega y cobro de los carnés trimestrales de socio] estaba alternando en el bar de la sede del Lora Barri.

El histórico recibimiento a la gabarra del Athletic Club en los años 80 del Siglo XX.
El histórico recibimiento a la gabarra del Athletic Club en los años 80 del Siglo XX.

Fuera él, o tal vez otro, el caso es que cuando reclamé la entrada para la final que me correspondía, se me dijo que "la entrada se la hemos dado a otra persona". Traición. Moneda falsa para un jugador de la Cantera. Sin ella, acudí a la casa de mi primo Josemari, sita en el poblado de la 'Balco', para darle la mala nueva. Él viajó a Madrid.

Desde mi casa, asistí a una de las finales más tristes que recuerdo. Dos veces por delante en el marcador. Otras tantas igualadas béticas. Koldo Agirre. Rafa Iriondo. Esnaola, López, García Soriano, Alabanda, Megido, Cardeñosa. El Real Betis tenía un equipazo, pero esa final no se tendría que haber ido a los penaltis. Ni siquiera a la prórroga. Desde el punto fatídico, los llamados a acertar con solvencia le pusieron al Betis el titulo en bandeja.

Aquel duelo entre Esnaola e Iribar. Pero antes, Villar y Dani no habían cumplido con su cometido. "¡Chilla, chilla, chilla, la Copa está en Sevilla!". Leña del 'Txopo' caído. Qué dolor tan inmenso. Una sensación de rabia que se repitió cuando, en época de confinamiento, reviví  el partido. Creía que, casi cuarenta y tantos años después, fruto de tanto ensayo, los que entonces habían errado ahora acertarían. Mazazo para toda una generación que había llegado a tocar con las manos el trofeo de la Copa de la UEFA.

Javier Clemente manteado en la gabarra durante la celebración del doblete de 1984 (Foto: Txema Fernández).
Javier Clemente manteado en la gabarra durante la celebración del doblete de 1984 (Foto: Txema Fernández).

Pasarían siete años como si nada. Hasta que llegó Javier Clemente y mandó a parar cualquier tipo de conformismo. Su intención era forjar una plantilla compacta de la que extraer un equipo campeón. La década de los ochenta comenzó con el despunte de la Real Sociedad. El Athletic, al acecho. Tras el título de liga conquistado en el Insular, aquel que nos regaló a un Sarabia derrumbado por una emoción de lagrimas, vendrían dos finales consecutivas.

El segundo título del 'Rubio de Barakaldo', confirmado en  San Mamés, fue rubricado con una final frente al Barcelona. Fue mi primera final vista desde la grada. Un autobús arranca desde la Naja. Alcanza Madrid al mediodía. Amigos, pareja, qué se yo quién más viajaba entre la tormenta festiva de una final de Copa. Casi quince años habían transcurrido desde mi primera experiencia a distancia.

Tenía tan idealizada la parafernalia de este partido al todo o nada, que me llevé un chasco. Puestos a soñar en mente propia, desde la distancia imaginaba una kalejira de locura que, partiendo desde la puerta de Alcalá, alcanzaba la Puerta del Sol con el estallido del txistu y el tamboril. Nada de eso se produjo. Sentados bajo uno de los arcos de la Plaza Mayor, comíamos bocadillos de tortilla de patata observando una cuadrilla que, convertido en pequeño guiñol, hondeaban a un Maradona que colgaba en el patíbulo luego de haber sido ahorcado. Ni pizca de gracia me hizo, qué quieren que les diga. Ya en el palomar de un Santiago Bernabéu inmenso, asistimos a aquel centro de Argote con la derecha, y al remate de gol de Endika Guarrotxena.

El ya fallecido Koldo Aguirre escoltado por otros dos mitos del Athletic Club, Dani e Iribar.
El ya fallecido Koldo Aguirre escoltado por otros dos mitos del Athletic Club, Dani e Iribar.

Tras el final, aquel epílogo vergonzoso de un Barcelona que no podía asimilar su derrota. Patadas bestiales en el verde. Y ya en la calle, el acoso brutal de una policía sembrando el pánico cabalgando con caballos magníficos. En una terraza estábamos citados los jarrilleros. Cacharros, kas, fanta y cocacola. Una fotografía que rubricaba aquel título copero.

Y poco después, casi sin ensayar por aquello de la sorpresa, una Gabarra de época rompió amarras en Las Arenas. A bordo de aquella expedición, la plantilla del Athletic con sus más 'estrechos allegados'. La esperábamos pegados a la 'fábrica de tubos', así llamada, barras soportando tanto júbilo encima del "Botecito, botecito, fiel reflejo de un pueblo inmortal".

Fue un ver y no ver. Una escena propia del inicio de 'Crónica de una muerte anunciada': "la tarde en la que el Athletic iba a ser objeto de veneración, Portugalete se había levantado pronto para recibir la Gabarra en la que venía el Athletic". Una Gabarra escoltada por tantas embarcaciones provocando un oleaje que chocaba contra los cimientos de madera que soportaban el inicio, o final, del muelle viejo. De un millón de personas se habla. Y de que Agustin Gisasola había estado a punto de una seria avería a la hora del embarque. La Gabarra, por fin, ¡la Gabarra!

Andoni Goikoetxea responde a las agresiones de Diego Armando Maradona en la final de Copa de 1984.
Andoni Goikoetxea responde a las agresiones de Diego Armando Maradona en la final de Copa de 1984.

Lo que nadie pensaba es que 2021 nos alcanzaría sin revivir un espectáculo semejante. Al año siguiente, descolgados en la Liga, Clemente afiló las uñas de los leones para enfrentarse en la final al Atlético de Madrid del 'sabio de Hortaleza', Luis Aragonés. Oscar, Marian, Maitena, un tal Luis. Un tren que parte de noche desde la estación del Norte. Que llega de mañana.

Descarga en Atocha, en Chamartín, difícil acertar aunque sean tan solo dos las estaciones. Y así como había sucedido en la anterior final, aconteció en ésta. Recorriendo calles de la parte vieja. Encuentro con amigos y amigas. Y una foto para recordar que detrás de nosotros, como telón de fondo, la cartelera de un cine programaba películas X.

Santiago Bernabéu. Allá donde el año anterior. Si frente al FC Barcelona, tocando el cielo con las dos manos, ante este Atlético, dirigido por 'Zapatones', General de pie paralela al verde. Un tanto escorada a la portería izquierda, esa que Zubi no pudo defender de la certera finalización de Hugo Sánchez culminando un contrataque que no debería haberse producido. Y si se dice que no, es porque el daño venía de lejos.

De esa primera parte en la que el árbitro no supo distinguir hacia dónde sale rechazado un balón que choca con la parte superior del travesaño. Un córner a pierna cambiada y cerrado botado por Landaburu. He ahí a Ismael Urtubi protegiendo las espaldas de su portero. Rebasado Zubi, Urtubi elevó uno de sus brazos como aquel que quiere acompañar el balón en su viaje hacia la nada.

Estanis Argote, un maravilloso centrador en el Athletic Club campeón de Javier Clemente.
Estanis Argote, un maravilloso centrador en el Athletic Club campeón de Javier Clemente.

El palo escupió la pelota. Su bote silbante. "De haber contactado con mi mano, en vez de haber botado violento, el balón se habría adormecido", confiesa y confiesa el 'jabalí' de Muskiz en la esperanza de que un 'VAR' con efecto retroactivo juzgue aquel lance que tan caro le costó al equipo. "No hay penalti", dictamina Mateu Lahoz desde su sala 'VOR', "saque el Athletic de portería una vez que el penalti transformado ha perdido su valor".

¿Se imaginan a Goiko, Patxi Salinas, Argote, Gallego eta abar luze bat vistiéndose de corto para reanudar aquella final partiendo de un empate a cero goles? En la Cartuja. Tres finales y no dos. El no va más. Esta última, dirigida por Javier Clemente. La vida es  sueño, y los sueños, sueños son. No va más. Terca. Tozuda. Cruel realidad que al Athletic le obliga a remontar ante un Atlético de Madrid experto en el arte del contraataque.

Hasta ese gol de penalti ideado por la mente estropeada de un árbitro aturdido, el Athletic había manejado el partido de forma magistral. Lo que el tiempo había borrado se encargó de reescribirlo esa 'Conexión Vintage' en los inicios del confinamiento. ¡Qué partidazo! Qué manera de ahogar las intentonas colchoneras en el centro del campo. En la medular, una tela de araña tejida por Patxi Salinas, Gallego y De Andrés, cual agujero negro, absorbía el cuero. Ya con el balón, el Athletic buscaba en largo a Julio Salinas... y siempre lo encontraba. El mayor de los hermanos de San Adrián era azote para un Atlético de Madrid perdido, acosado, sometido, impotente.

Los hermanos Salinas, Patxi y Julio, tras firmar en el Muro del Athletic Club en la estación del Metro de Indautxu.
Los hermanos Salinas, Patxi y Julio, tras firmar en el Muro del Athletic Club en la estación del Metro de Indautxu.

Magnifico el planteamiento de Clemente...

Un Athletic muy superior hasta ese delirio arbitral que consiguió que el rival se pusiera por delante sin una pizca de mérito contraído. El partido, donde Luis Aragonés deseaba. Fue así como Hugo  Sánchez salió en estampida camino de la portería del Athletic. Al pasar a nuestra altura, el gol ya había sido cantado. Clemente activó a Sarabia. El 'orfebre de Gallarta' empezó a trazar diagonales subido a esa bicicleta que Eusebio Hierro en su tienda de Trapagaran un día le regalara. Un centro suyo fue cazados por 'Julito'. Acosaron los leones. Faltó tiempo para empatar una final que el árbitro  había desequilibrado.

Triste fue el camino de regreso al mismo tren en el que, al descender por la mañana, tan felices nos las habíamos prometido. Triste la noche. Triste el despertar al amanecer en la estación del Norte. Asumir que no habría una 'segunda Gabarra'. Consolarnos con que otra final de Copa nos llegaría en un plazo de tiempo razonable.

Un cuarto de siglo habría de pasar. 2009 sería el año. Caparrós, nuestro entrenador. Pero, como dice Van Morrison, "vengo de un tiempo del que ya no queda nada ni nadie". Y es que, así como nadie se baña dos veces en el mismo río, de lo de entonces, nada; de aquellos leones, ninguno. La ley de la selva impera. Nacer conlleva morir porque la vida mata. Aquellas dos finales son vestigios que descansan en las vitrinas. El tiempo, el implacable, el que pasó, siempre una huella triste nos dejó. Tres generaciones perdidas. Leones que no sabrán lo que es llevarse la Copa a los labios. El cronista y su éxodo de un cuarto de siglo. ¡Qué barbaridad!

Gaizka Toquero, con Koikili, celebra uno de sus goles con el Athletic Club de Bilbao (Foto: EFE).
Gaizka Toquero, con Koikili, celebra uno de sus goles con el Athletic Club de Bilbao (Foto: EFE).

Tuvo que hervir la sangre rojiblanca en las venas de un andaluz de Utrera para que otra final de Copa se nos antojara al alcance. En su segundo curso de los cuatro que entrenó en Lezama, el destino lo colocó en una tesitura aparentemente delicada. Porque a la hora de la verdad, los leones, perfectamente arengados, devoraron a los de "Del Nido, cómeme el rabo". Una de esas noches mágicas que se vivían de vez en cuando en San Mamés. Pena. Tanto amor en la vuelta de la 'semi', y no poder hacer nada en la final contra un Fútbol Club Barcelona prácticamente invencible.

Ojalá hubiéramos contado en el 'stage' con Woody Allen para crear y dirigir "Magia bajo la luz de la luna". No era, pues, en la Provenzza. Era el Mediterráneo. Mestalla. No tuve la opción de viajar porque en el sorteo de entradas no resulté agraciado. Fue así que, a mi lado Perrunilla, ganándonos la posición en el hotel Indautxu contra un tipo mal encarado, fuimos testigos del gol de Toquero.

Córner. Yeste, a pierna cambiada. Gaizka cabeceó a la red en el segundo palo y salió de estampida mientras con su antebrazo y mano derecha simulaba el subir y bajar de su particular parabrisas. Por delante, sí, pero estaba cantado que esa final la terminaría ganando aquel Barcelona de Guardiola que embobaba a los rivales con su juego de otro mundo. Alguien cantaría aquello de "Ari, Ari, Ari...¡Toquero, Lehendakari!"

Lehendakari el bravo gasteiztarra. Pero el cetro de mando le sería entregado a Carles Pujol de seguido a que los blaugranas nos castigaran con cuatro goles cual flechas o balas. No hubo sufrimiento porque el daño y el duelo ya lo habíamos librado de seguido a saber que nos enfrentaríamos al cuadro blaugrana: Alves, Pique, Puyol, Busquets, Xavi, Messi, Eto'o...

Marcelo Bielsa da instrucciones a Aritz Aduriz en las instalaciones de Lezama.
Marcelo Bielsa da instrucciones a Aritz Aduriz en las instalaciones de Lezama.

Marcelo Bielsa. Quizás el entrenador con el que el Athletic ha jugado más bonito. Y triunfado en una Europa Ligue que tocó techo en Old Trafford, 'Teatro de los Sueños' llamado. Batacazo cruel en Bucarest. Y de seguido, el 'maldito' Barcelona esperando para darnos otra tunda [3-0],  en esta ocasión en el Vicente Calderón. A los tres minutos aquel cuento se había acabado tras batir Pedro a Iraizoz. Era tal el mal cuerpo que tenía que ni recuerdo donde vi aquella Final. Al Barcelona deberían prohibirle tomar parte en esta Copa del Rey: ¡no hay derecho, oiga!

2015. En el segundo curso de Valverde dirigiendo a los leones alcanzamos la última final. ¿Ante quién? Pregunta de fácil respuesta: ¡el obsesivo Barcelona que nos tiene tomada la medida!

Y para más INRI, sin acordarme bien de cómo se fraguó la cosa, corderos 'aleonados' dirigiéndose de manera irremediable al matadero del Camp Nou. Allí, aunque con aficiones compensadas, el Barcelona, a lo suyo, degüello con saña aderezado con esteladas e ikurriñas anudadas en los cuellos de las mismas cinturas. Qué sencilla resulta la empatía cuando uno es el que tiene siempre la sartén por el mango. Se acabó la pesadilla. O no. De momento.

En la Cartuja, la Real Sociedad debería ser la pagadora de tantos platos rotos. Confío en Marcelino García Toral. Sólo así resultaría asumible ese doblete tras ahogar en lodo a un Barcelona que ha trucado en maniáticos a todos los Athleticzales. Ya le ganamos en la Supercopa. Toca, ahora, ajustar las cuentas de las tres finales para que todo cuadre en la incomparable historia de este Athletic no ya 'caso único en el fútbol', sino Patrimonio intangible de la Humanidad. ¡A por ellas, leones! Dos presas a la altura de vuestras garras y colmillos!

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