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Hay tres razones por las que este abril de 2021 querría más que nunca estar en Sevilla, y os las cuento de menos a más importancia: la primera, por cosas como su primavera, su gente, su vida y su Feria de Abril, la segunda, porque todo aficionado del Athletic Club querría estar allí, y tercera, por todos aquellos años en los que mi familia vivió en esta ciudad.
Mi bisabuelo, Ramón Larreategui, se trasladó desde Bermeo hasta la ciudad hispalense, para capitanear el San Telmo, un barco un poco a la imagen de aquel que dirigía Mickey Mouse en una de sus más populares primeras apariciones en la pantalla. Su tripulación era su clan al completo, entre quienes estaba mi Aitxitxe Adrián, el más joven de sus hijos.
El barco llevaba turistas desde Triana hasta Cádiz y era muy popular en su tiempo. La distancia entre Sevilla y Bermeo era lo suficientemente grande como para ser conocidos como “los sevillanos”. En Bermeo, claro. Desde antes incluso de aquello, Aitxitxe Ramon estaba muy pendiente de lo que hacía el Athletic, y dicen que, en aquel tiempo y aquel lugar, la mejor forma de enterarse era gracias a la radio de un pobre seguidor invidente que el equipo ya tenía en Bermeo.
Por lo que recuerdan de Ramón los más mayores de la familia, él era un hombre recto, extraordinariamente recto, serio, noble e incansable protector de los suyos.
No debía ser, cuentan, una de esas personas que contase demasiado. Me pregunto qué diría si viera ahora a su equipo del alma jugarse dos copas en un mes en Sevilla o qué diría si nos viera ahora cuatro generaciones después, todavía vibrando con él. O cómo le podríamos explicar que la distancia (obligada) que hay hoy entre nosotros es más grande que la que hasta hace un año nos separaba de Sevilla. Y la distancia sentimental, no podría ser menos estrecha.
El fútbol puede decepcionarte mil veces y una más, pero hay una serie de cosas relacionadas con él a las que uno no puede renunciar. Ni quiere. Muchos ni sabemos las tardes que hemos ido a San Mamés más por los recuerdos y por todo lo demás que por lo que hicieran los 22 tíos del campo. Y una noche como una de estas algunos soñábamos con un paseo nocturno a orillas del Guadalquivir, después de las luces, los gritos y las voces, cruzando el puente de Triana e imaginarnos el San Telmo pasando sobre esas aguas.
Lo demás supongo que no hace falta explicarlo. No sé qué decir, Aitxitxe. Está todo bien. Lo escucharemos por la radio y pronto lo estaremos celebrando. Todo.
Aupa Athletic!