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Ruth Bravo: "Mi madre era mi cómplice. Yo estoy cumpliendo el sueño de ella"
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Ruth Bravo: "Mi madre era mi cómplice. Yo estoy cumpliendo el sueño de ella"

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Lucía Santiago

Valenciennes (Francia), 12 jun .- El fútbol hizo llorar mil veces a Ruth Bravo. De niña, por la incomprensión y los insultos. De joven, por una grave lesión. El pasado lunes, en cambio, recorrieron las mejillas de 'Chule' lágrimas de alegría y orgullo mientras sonaba el himno de Argentina en el Parque de los Príncipes.

La Albiceleste pegó una patada a su pasado reciente. Después de 12 años, está de regreso en una Copa del Mundo. Tiene ya su primer punto y sueña con conquistar un nuevo lugar para la mujer en el fútbol. Ruth Bravo sabe lo que le costó tener el suyo.

Tuvo suerte al encontrar en su madre a una gran cómplice. "Ella jugaba al fútbol. Tenía siete hermanos varones, vivía en el campo y ella siempre me contaba sus historias y me decía que quería en mí cumplir sus sueños. Siempre me decía lo mismo. Ella me compraba los botines a escondidas; a veces me ponía los botines de mis hermanos porque mi papá controlaba las cuentas y preguntaba: '¿por qué compraste unos botines?'", recuerda Chule en una entrevista a EFE.

"Él sufría por lo que las personas me decían o pensaban de mí. Le afectaba que me dijeran marimacho y que en cierto modo me discriminasen por hacer lo que me gustaba", asegura.

- Pregunta (P): ¿Qué cambió desde el reclamo del Topo Gigio?

- Respuesta (R): Cambió todo. Hoy el fútbol femenino es profesional. ¡Nos cambiaron hasta el modelo de camiseta! Ahora jugamos con camiseta de mujer. La pena es que nadie vio los resultados que conseguimos (...) y no sé si nos merecemos hoy jugar un Mundial. Sí sé que lo ganamos nosotras, las jugadoras y el cuerpo técnico, pero realmente Colombia se había preparado muy bien para esa Copa América. Argentina se había juntado una semana antes.

Fue como decir: 'chicas, tenemos que jugar tres partidos y tenemos que tratar de clasificar y sacarlos adelante'. Nadie habló de eso. Habló del reclamo que se hizo: 'fútbol femenino contra la AFA'. Nosotras no estábamos contra la AFA. Nosotras queremos que se nos escuche y crecer en la Argentina. Sabemos que no vamos a vivir todo lo lindo que se viene, pero nosotras estamos abriendo un camino para las chicas que vienen atrás. Lo tenemos claro. Queremos dejar un mensaje y abrir un camino para las que vienen detrás de nosotras.

- P: ¿Qué se esconde detrás de la clasificación de Argentina?

- R: Veo las fotos y todavía se me pone la piel de pollo. Reconozco que tengo ganas de volver a vivirlo. Me pasa que siento que no lo disfruté al cien por cien. Me gustaría volver a ese momento, con esos resultados y todo, ¿eh? Es algo que siempre soñé. Fuimos a una Copa América sin nada a por todo. Entramos al Mundial por la puerta de atrás y vamos a sorprender a muchos. Vamos a pasar de ronda y a meter a Argentina donde tiene que estar. Vamos a ganar un espacio importante y vamos a hacer historia.

- P: ¿Cómo fue su camino en el fútbol?

- R: Yo soy de Salta. Mi papá es militar y mi madre es ama de casa. Me costó muchísimo porque mi papá es militar. Mi madre me llevaba a jugar a escondidas de mi padre a la plaza. Después, por diferentes motivos del trabajo de mi papá nos íbamos mudando de ciudad en ciudad. En Magdalena jugué en el mismo club que Guido Carrillo. Ahí estuve un tiempo y me fui a Estudiantes de la Plata.

Me llamaron de la selección, me lesiono y dejo de jugar al fútbol por cuatro años. Cuando vuelvo me preparo de la mejor manera, me ve la técnica de Boca, que para mí era un sueño lejano jugar en el club que amo, y me pide que vaya a jugar con ella.

Lo dudé mucho porque sentía que era mucho para mí, hasta que me convencieron mis amigas y fuimos para allá.

Tuvimos un año muy bueno, en el que tuve la posibilidad de ganar una Copa de Argentina; no tuve la posibilidad de ganar el campeonato local ni la Copa Libertadores, algo que tengo muy presente; pero sí le agradezco a Boca todo lo que pude lograr: volver a la selección, firmar mi primer contrato como profesional en España, firmar un contrato con una marca muy importante, lograr ser reconocida en Argentina... Lo que me dio Boca es el único motivo por el que me dan ganas de volver a Argentina.

- P: Hablaba de su madre. ¿Qué importancia tiene su figura?

- R: Mi madre jugaba al fútbol. Tenía siete hermanos varones, vivía en el campo y ella siempre me contaba sus historias y me decía que quería en mí cumplir sus sueños. Siempre me decía lo mismo. Ella me compraba los botines a escondidas; a veces me ponía los botines de mis hermanos porque mi papá controlaba las cuentas y preguntaba: ¿por qué compraste unos botines? Él quería que su hija fuera modelo.

Yo quería jugar al fútbol y mi mamá quería que yo jugara al fútbol. Era mi cómplice en todo. Me expulsaron del colegio por romper un vidrio y mi mamá estaba ahí, inventaba cosas, le mentía a mi padre para que no me dijera nada.

Mi madre es muy importante para mí, por eso siento que además de estar cumpliendo mi sueño de disputar un Mundial estoy cumpliendo el sueño de ella. Es lo que me hace más feliz.

- P: ¿Fue difícil no encontrar la misma complicidad en su padre?

- R: Mi padre me fue a ver jugar solo dos veces. Una fue en mi debut con Estudiantes. Perdimos 19-0 y yo jugaba de delantera en ese momento. La segunda vez fue en el partido del repechaje, en Argentina. Verlo ahí festejar conmigo, gritarme desde la tribuna fue algo que pensé que nunca iba a pasar. No sé si cambió su mentalidad, pero lo acepta y es feliz si me ve feliz a mí.

- P: ¿Cómo es él?

- R: Él es una persona muy fría. Es raro que él me mande un mensaje para ver cómo estoy, por ejemplo. Es raro que él me vea y me dé un abrazo. Creo que por ahí te lo demuestra por otro lado, no sé de qué lado (ríe). No tenemos esa relación de preguntar cómo estás, cómo te fue, que sí la tenemos mucho con mamá. Mis hermanos por ahí lo disfrutan de otra manera porque viven con él, pero yo no.

Hace poco una de mis compañeras comentaba que él me había escrito en una foto en Instagram. Le hice una captura y la guardé para que quedara. Tenemos una charla pendiente para saber qué piensa.

- P: ¿Su rechazo le hizo dudar?

- R: Lo dudé cuando veía que entre ellos se enojaban porque yo jugara al fútbol. Mi padre sufría por lo que las personas me decían o pensaban de mí, más que por lo que era el deporte en sí. Le afectaba que me dijeran marimacho y que en cierto modo me discriminasen por hacer lo que me gustaba. Su coraza para no dejarme hacer eso era decirle a mi mamá que no me dejara jugar.

En Magdalena yo justo tenía la cancha enfrente de mi casa. Siempre había un comentario de más, alguien me tiraba algo y mis papás estaban ahí en la vereda. Él siempre estaba mirando por la ventana a ver qué pasaba y creo que él lo sufría mucho eso.

- P: ¿Y usted cómo reaccionaba?

- R: Yo les daba una piña, les pinchaba la pelota. Yo era terrible antes.

- P: Imagínese en esa vereda. ¿Seguiría sufriendo esos insultos?

- R: Creo que está cambiando la mentalidad en Argentina, pero todavía está el que algo dicen. Algo dicen siempre. Siendo árbitra en Argentina, me gritaban muchas cosas, muy feas. Prefiero olvidarlas. Era árbitra en una liga de la Ciudad de la Plata y me decían de todo. Incluso las mujeres, no solo los hombres. De hecho, creo que he escuchado peores cosas de mujeres que de hombres.

- P: ¿Le costó abrirse un camino en el fútbol profesional?

- R: Fui a Estudiantes una vez cuando tenía 15 años. En el primer entrenamiento me pegan una patada en el tobillo y no voy más. Me asusté. Pensé: 'esto no es para mí, mi papá tiene razón'. No fui más. Mi mamá insistía, me explicaba cómo tenía que poner la pierna. Dejé pasar cinco meses. Una amiga me dice para ir a River y a River no... Yo soy de Boca. Vuelvo a Estudiantes. Me costaba un poco por los colores, porque eran parecidos a River, pero encontré a grandes jugadoras, grandes amigas, grandes entrenadoras. Muy luchadoras todas. Me dieron mucha confianza, yo era chiquita.

Ahí la pasé muy bien, me abrieron la puerta de la selección. Tuve a mi técnica de Estudiantes en la selección. Me enseñaron muchos valores, mucha lucha. En el femenino nosotras pagábamos nuestras cuotas, nuestras medias, entrenábamos con nuestra ropa porque no teníamos ropa de entrenamiento. Teníamos un par de botines para todo el año y lo pagabas vos. Entrenábamos con pelotas que te lastimaban el pie. Y los días de partido, si te tocaba la XXL, te la tenías que poner. La doblabas cinco o seis veces y a jugar.

- P: Siendo jugadora de Estudiantes, pero estando con la selección, es cuando se lesiona de gravedad.

- R: Sí, habíamos clasificado para el Mundial sub-20 y viajábamos ese fin de semana. Era el último entrenamiento, la última pelota de jugada. Insisto, la última pelota. Fui a buscar ese rebote. La arquera llega tarde y se cae encima de mí. Siento que se rompe mi rodilla. Estábamos a 48 horas de viajar a un Mundial sub-20. Psicológicamente me afectó mucho.

- P: ¿Tocó fondo?

- R: Estuve muy depresiva. No quería comer. Sentí que se cae el mundo, que nunca más iba a jugar al fútbol. Estuve dos años de rehabilitación, yendo al psicólogo. De ahí volví a Estudiantes, jugué un tiempo y se acerca un técnico muy importante de Argentina para llevarme a River. Le dije que sí. Fui a un entrenamiento y no fui más porque no podía ponerme esa camiseta. Yo soy de las que piensa que de Boca se nace. Siempre fue Boca, por mi madre.

Todos mis hermanos son de Boca, menos uno que es de River porque quiere hacer la contra no más. Se vive mucho la rivalidad. No puedo ver un Boca-River con alguien de River al lado. Me molesta. Me pasó en concentraciones. Pierde Boca y lloro, estoy mal. Veo los partidos a las 4 o 5 de la madrugada (en España) y me pongo supermal.

- P: ¿Sufrió, entonces, la final de la Copa Libertadores?

- R: La final de la Libertadores fue durísima. Primero, no me gustó que se haya jugado en Madrid. Me gustó porque pude vivirla, pero no me gustó porque es algo de Argentina. Como que llevemos la final de la Champions Barça-Madrid a Argentina.

- P: ¿Qué supuso para usted cumplir el sueño de jugar en Boca?

- R: Lo veía muy lejos. Marcela Lesich me llamó un montón de veces insistiendo. Fue mi mamá la que me subió a un micro y me fui. Tuve que ganarme mi lugar. A Boca llegaba a las 10 de la mañana y me iba a las 10 de la noche. Me encantaba estar en el club. ¿Haciendo qué? No lo sé. Iba a saludar a los delegados, tomaba mate, me iba a merendar... Siento que ese era mi lugar y así lo siento. Teníamos una cancha donde entrenar todos los días, un médico y un kinesiólogo, una obra social, una pensión... Boca ponía un piso para jugadoras que eran del interior. Tenía muchos beneficios. En ese momento y ahora le sacan ventaja a todos.

- P: ¿Le faltó jugar en el Bombonera?

- R: Hicieron historia las chicas. Me alegré porque abrieron una puerta importantísima y me puse triste porque me hubiera gustado estar ahí para vivirlo. Sé que voy a tener la posibilidad en algún momento.

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