Crónica de los dos errores más graves de Manolo Salvador y Quico Catalán
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El Levante UD ha cometido muchos errores en la presente temporada porque no se entiende ser el peor equipo con diferencia de la Liga BBVA sin que esto venga precedido de un cúmulo de despropósitos. Los más graves y que algún día tendrán que reconocer Quico Catalán y Manolo Salvador se produjeron a la hora de elegir el inquilino de su banquillo y además se produjo en dos ocasiones: cuando decidieron dar continuidad a Lucas Alcaraz y cuando escogieron a su sustituto con Rubi, que se ha visto incapaz de enderezar la nave.
Manolo, Quico y el Consejo decidieron renovar a Alcaraz y, pese al aviso ante el Eibar en casa (2-2) y la goleada en Getafe (3-0), lo aguantaron y se esfumó la opción de traer a Quique Setién
Al término de la pasada temporada, el club tuvo la oportunidad de decidir si quería mantener como entrenador a Lucas Alcaraz o darse la mano y compensarle con 200.000 euros para separar sus caminos. El granadino salvó al Levante del descenso con relativa holgura y su nombre merece por ello una página especial en la historia granota pero su segunda etapa fue el primer capítulo del libro del descenso. Manolo Salvador decidió que era su entrenador y consiguió el respaldo tanto del presidente como de los consejeros, por lo que todos fueron partícipes de una de las decisiones más erróneas de la historia reciente del club de Orriols. De aquellos polvos vienen estos lodos.
El equipo pronto evidenció que no funcionaba con Alcaraz en el banquillo y el siguiente error fue el enrocamiento de Manolo Salvador y Quico en mantenerlo en su puesto. El primer aviso serio llegó el 27 de septiembre con la derrota por 3-0 en Getafe. Era la sexta jornada pero, igual que se había desoído el sentir del levantinismo de no renovar a Lucas en verano, tampoco se tuvo en cuenta este resultado y además teniendo en cuenta que se venía de empatar en casa con el Eibar y con el conjunto armero poniéndose 0-2 y sólo atrapando ese punto por un gol de Deyverson en el 90'. El Levante se plantaba en la sexta jornada con tres puntos posibles de 18 sumados y un balance de cinco goles a favor y 12 en contra. Hasta la fortaleza defensiva se había perdido, con un fútbol totalmente ramplón.
Rubi siempre fue la primera opción del director deportivo y, tras reunirse con el técnico con la presencia de Catalán, el presidente salió enamorado del encuentro y Manolo se ratificó en su decisión
Sin embargo, una victoria en casa contra el entonces líder Villarreal por 1-0, de nuevo con tanto de Deyverson, sirvió para indultar a Alcaraz. Hubo un parón liguero por medio pero la posibilidad de destituir al entrenador ni se valoró y, con ello, se esfumó la opción de firmar el que podría haber sido su relevo como Quique Setién. El ex jugador granota firmó por la UD Las Palmas y lo que ha sucedido con insulares y valencianos habla por sí mismo. Finalmente, hubo que esperar dos jornadas más para que la Real Sociedad marcase cuatro goles en Orriols (0-4) para tomar la decisión.
Sobre la mesa de Manolo Salvador y Quico, estaba la posibilidad de arreglar el desaguisado y acertar con el relevo de Lucas como, un año antes, habían hecho escogiendo a un técnico bragado y experto como el granadino. Esfumada la opción de Setién, la siguiente en la agenda del director deportivo era la de Rubi. En segunda posición estaba Luis García pero el club decidió no apostar económicamente para apuntalar el banquillo, como sí que lo hizo con jugadores que luego no han dado rendimiento. Además, el actual entrenador era el elegido hace tiempo por Manolo que, enemigo de hacer 'castings', se subió en un coche con su presidente para tener una reunión a tres. Quico salió enamorado de aquel encuentro con el de Vilasar de Mar y, con el máximo dirigente convencido y su mano derecha en la misma línea, al día siguiente sólo hubo una llamada de cortesía a los agentes de Luis García.
Las derrotas en casa ante Betis, Granada y Málaga no fueron tomadas como avisos por la directiva y tampoco los ridículos contra Eibar y Villarreal
Rubi empezó con buenas sensaciones y recordando en su presentación el tipo de entrenador que es, que no es otro que un técnico con gusto por el fútbol de toque. Frente al Valencia, se vio a un Levante con mucha presión arriba y saliendo rápido al contragolpe, el mismo que en El Molinón (0-3). Las sensaciones eran buenas pero el globo se fue desinflando a marchas forzadas y hubo tres advertencias serias que cayeron como tres losas en el Ciutat de València: Betis (0-1), Granada (1-2) y Málaga (0-1). Equipos como éstos o el Deportivo (1-1) apenas tenían que hacer nada para tumbar al Levante pero en la directiva no lo entendieron como una señal. Obnubilados por dos triunfos obligados en casa contra el Rayo (2-1) y Las Palmas (3-2), en la zona noble tampoco se pensó que empezar 3-0 contra el Celta (4-3 final) o hacer el ridículo en Eibar (2-0) era preocupante y los fuegos de artificio de golear a un cadáver como el Getafe (3-0) parecían arreglarlo todo.
Entonces, llegó el tiempo de las grandes finales. El equipo era penúltimo, a cuatro puntos de la salvación y tocaba visitar al Villarreal. Alrededor de mil aficionados granotas se desplazaron a El Madrigal con la esperanza de ver al menos a un Levante combativo y se encontraron con un chasco total y es que a mitad de partido, con el Submarino plagado de suplentes, ya iban perdiendo por 3-0. El desencuentro con la hinchada azulgrana se estaba fraguando y las debacles en Ipurua y Vila-real fueron dos serios avisos que no se atendieron desde la cúpula y se siguió confiando en Rubi. Hay que recordar que, en la presentación de Orban, Quico dijo que le gustaría que "pasase lo que pasase" el catalán fuese su entrenador la próxima campaña. Luego lo ratificó en Onda Cero. Pues ese pase lo que pase tiene pinta de ser un descenso.
Una reacción insuficiente a todas luces
Un Levante mejor organizado no era capaz de vencer a Deportivo o Sporting pero no se vio como un indicativo de la caída en picado del Levante y luego vino la debacle en Granada y los errores del técnico ante el Athletic
Después de la goleada frente a los de Marcelino, el equipo empezó a dar una imagen más seria pero se produjo otro indicativo del nefasto camino que había tomado el equipo: un Levante mejor organizado no era capaz de ganar al Sporting (0-0) y ni siquiera de rascar un empate en el campo del Deportivo (2-1) y la debacle total se produjo en Granada (5-1). A falta de cuatro jornadas para el final, ya parecía demasiado tarde para tomar una decisión pero la Liga todavía le mantenía la respiración asistida al Levante. Los granotas recibían al Athletic y se pusieron 2-0 por delante pero Valverde movió sus piezas, empezó a percutir por la banda izquierda de la defensa azulgrana y la reacción de Rubi fue poner a Verdú para ayudar a Juanfran a defender. Posteriormente, en rueda de prensa negó haberse equivocado.
Ahora, a falta de lo que haga el Granada en Balaídos, la salvación está a cuatro puntos pero con sólo tres jornadas por delante y el Sporting y el Getafe en clara ventaja respecto a los granotas, ambos con 32 puntos frente a los 29 de los levantinistas. Ahora, sólo un milagro puede salvar al conjunto de Orriols pero quizá habría sido más acertado tomar decisiones a tiempo que encomendarse a lo imposible.