2-0, min. 63: Adrián (p)
El triunfo de un Málaga de pico y pala
Al Málaga CF hay que disfrutarlo y sufrirlo en sus dos caras. La que impresiona y da motivos para creer en 80 minutos. Y en la que con 2-0 le tiemblan las piernas tras un error de Munir, no es el primero, le tiemblan las piernas y acaba hasta con el entrenador expulsado. Costó echarle el lazo al triunfo quizá más convincente del curso, que pone el trampolín hacia una zona más tranquila. Una victoria que se escribía desde el halago tuvo algún borrón, pero los tres puntos se quedan en La Rosaleda, que festeja su primera sonrisa. Tercer triunfo, con los anteriores, con el pico y la pala. Y con una cara ya conocida, Antoñín, un torrente de energía.
Los primeros 45 minutos pueden contarse desde la figura de Munir y Champagne. Al marroquí y el argentino salió en casi todas las fotos. Hasta siete paradas se le contabilizaron, algunas de mérito, al portero carbayón. El Málaga salió intenso, con brío, con el nervio mínimo que se le pide. Lo cierto es que rindió cerca de su techo. Jugando como nunca (o pocas veces), faltó lo de siempre. Era un dominio de aplauso y de uy, pero faltaba culminar. El gol, la esencia del fútbol.
Pacheco tenía ganas de alborotar y conseguía agitar desde la izquierda. Le faltan cosas, pero lo lleva en la cabeza. Y el pie es imperecedero, como montar en bici. Champagne le sacaba tres, cada una con diferente nudo, pero con igual desenlace. Una hacía temblar La Rosaleda, en un córner directo que se paseó por la línea de gol. El árbitro revisó, pero hasta en directo se apreció que no entró. Segundos de tierra trágame para el portero rival. Las otras dos se las salvó a Sadiku y Renato, sin incidencia real pero con buen feeling con Cifu. Un futbolista atleta, o al revés. Sus cambios de marcha suelen dar cosas. Los de Rozada, aunque siempre sólidos y esperando un resbalón blanquiazul, apenas inquietaron. Un disparo de Ortuño, con la portería en la cabeza, fue su primer y único aviso.
Antoñín se sale del guión
Y en esa cuesta abajo se puso al volante el más pícaro, Antonio Cortés Heredia. El de La Palmilla ha caído de pie en La Rosaleda. En una época para valientes, Antoñín es un soldado para ir a la guerra. El canterano puso boca abajo Martiricos y trazó el puente hacia la primera alegría en casa. Había necesidad deportiva, también psicológica. El Málaga se quitó otra espina y, de paso, da un salto hacia arriba. El fuego quema menos.
Antoñín recogió un rechace en la esquina contraria y fabricó un gol. Quizá él sólo creyó en él, pero parecía llevarlo dibujado en su imaginario. Por sus facultades podría decirse que es su gol. Controló y poco pudo hacer Carlos Hernández, que lo acompañó en ese fugaz viaje a la gloria. Se metió para el centro y le pegó al palo largo, en un balón con más intención que fuerza. Ahí no llegó Champagne y el joven ya sabe lo que es marcar en las dos porterías de La Rosaleda. Una nueva pantalla desbloqueada. Su hambre y ganas de quedarse auguran que no será la última.
Poco después cogió un balón y le dejó el segundo a Adrián en la mesa, sólo para empujarla de forma literal. Nieto sólo pudo parar a Antoñín, que salió minutos más tarde acalambrado y ovacionado a partes iguales, en penalti y el capitán, con su tercer tanto, puso la tranquilidad. Tuvo Sadiku, en una noche con menos foco, el tercero, pero su disparo con la izquierda se marchó pegado al palo. Tampoco pudo ponerle el clavo Hicham, que tras una carrera se plantó sólo delante del portero y la mandó al único lugar donde parecía imposible. Luego Juanpi intentó rizar el rizo, cuando una comba messianica. Sólo lo empañó el error de Munir, que permitió a Ibra recortar.
Mientras se reestructura internamente el Málaga, está por ver si bien o no con Shaheen a la cabeza y haciendo acto de presencia, también hay pasos adelante en el césped. Se pone una nueva bandera (dos triunfos seguidos) y se sale del descenso varias semanas después. Tras mucho tiempo, van apareciendo los primeros motivos en los que creer. Pero queda tanto...
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