Historias de una cuarentena: el primer día de niño de Munir en La Rosaleda

La de Munir y el Málaga CF es una historia curiosa, quizá una casualidad del destino. Ciudad y portero estrecharon lazos desde la niñez del marroquí, que acudía todos los veranos a la Costa del Sol. Tiempo después se estrecharon la mano y ahora él es el guardián de La Rosaleda, ese estadio que conoció hace décadas en un partido frente al Real Madrid y que le dejó marcado. No lo olvidó desde entonces y la vida terminó uniéndolo con el estadio de Martiricos, que, de cierta manera, alimentó ese gusanillo por el fútbol.

"Mi abuelo tenía una casa aquí, por el Vialia, y de pequeño he veraneado en Benalmádena toda mi vida con mis padres", aseguraba Munir en una entrevista con ElDesmarque Málaga, para hacer referencia el citado encuentro: "El primer partido que vi de Primera División fue en La Rosaleda (Málaga-Real Madrid), y siempre la he tenido muy presente porque cuando veníamos a jugar con equipos de Melilla íbamos también a ver algún partido al estadio. He tenido muchos vínculos con Málaga, además de amigos, familia…".

El Málaga era una de las metas del guardameta como futbolista. El Numancia le abrió la puerta al profesionalismo y le hizo mundialista. Después de la cita, donde defendió a Marruecos, en Rusia llegó el momento crucial. "Volví a casa y recibí la llamada de mi agente. Había interés por parte del Málaga, y desde ese momento no me planteo otra cosa", recordaba el protagonista, que hacía hincapié en el deseo de recalar en Málaga.

"Quería que se hiciera lo antes posible y pusimos muchas ganas desde el principio. Gracias a Dios salió bien. Estoy muy feliz, muy contento, muy satisfecho y es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida", confesaba el arquero blanquiazul. De los viajes en El Melillero a tener de padrino a Ben Barek en La Rosaleda, aquel estadio que le presentó a la Primera División.