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Dijeron que lo harían, ahora son eternos
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Dijeron que lo harían, ahora son eternos

La ciudad se volcó con su Málaga en un ascenso escrito con tinta imborrable. (Foto: A.F.L)
La ciudad se volcó con su Málaga en un ascenso escrito con tinta imborrable. (Foto: A.F.L)
  • Una carta a un malaguista del futuro

  • «Consiguieron mucho más que ascender, hicieron lo más difícil: poner a una ciudad a sentir como nunca»

Estaban a nada de serlo todo. ¿Qué es serlo todo? Debe ser algo así como reservar hueco en los corazones y mentes de otros. Existimos para que nos recuerden, porque el tiempo pasará y seremos eso, recuerdos en fotos, vídeos, audios, imaginación y literatura. El Málaga Club de Fútbol de la temporada de las arenas movedizas, la 2023/24, no se olvidará nunca. Consiguieron mucho más que ascender a Segunda, hicieron lo más difícil: poner a una ciudad a sentir como nunca.

Eran un grupo de chavales que sintieron el escudo como hacía tiempo que no pasaba. Eran una familia. Serios y disfrutones cuando tocaba. El entrenador Sergio Pellicer decía que tenía que hacer de "poli malo" de vez en cuando. Colocaban en sus taquillas memes de Twitter (lo que desde hace décadas se llama X) por los propios aficionados. Esa misma gente perdía 2-0 en el minuto 108 de la prórroga de la gran final. No tengo el dato, pero me lo invento y no estaría equivocado: había un uno por ciento de opciones de marcar dos goles en quince minutos. ¡Ocurrió, te lo juro! Por la inspiración divina de un canterano llamado Antoñito Cordero, ahora conocido como Don Antonio. Dioni, que bien podía ser su padre, había marcado el camino de la fe minutos antes. ¿Y sabes quién propició ese gol?  Aaron Ochoa, un niño de dieciséis con brackets. Yo con esa edad salía los viernes al Burguer King a por una salvación llamada Menú Ahorro. No jugaba finales por el ascenso. Ya te darás cuenta del paso del tiempo cuando tus ídolos sean más jóvenes que tú.

Entonces, todo funcionó. Parecía orquestado por Don Fútbol, un ente que hace de justiciero. En Dortmund lloramos en el descuento cuando acariciábamos la gloria. En Tarragona conocimos el otro lado de la moneda. Rebobinando, no fue fácil, al revés. Se empezó con un ERE que dejó en la calle a decenas de trabajadores. Llegó un tipo llamado Loren Juarros que dijo que a los canteranos había que ponerlos. Los renovó a todos. Pellicer los puso. ¡Bingo! Cuando la incertidumbre aprieta, siempre nos salvará la juventud. Recuérdalo.

Vinieron fichajes sin nombres de estrella, pero con hambre de hacer historia. Crearon una campaña de abonos con un mantra, "Yo me quedo". Y se quedaron. Hubo 20.000 abonados, una cifra perseguida durante tantos años. Paradojas de la vida, arrimaron el hombro cuanto más bajo había sido la caída. La palabra ascenso no salió de la boca de ninguno hasta abril. Bueno, espérate, no ascendieron directo porque en la antigua Primera RFEF solo subía el líder y el Castellón era como Adriano en el PES 2006. Nada, un videojuego antiquísimo, qué te voy a contar, si ya van por la Play Station 9.

¿Qué pasó? Pues llegaron los play off, un anglicismo que da escalofríos solo de pronunciarlo. "PLAY OFF". Estaban a cuatro partidos de la gloria. Celta Fortuna y Nàstic de Tarragona. Ya había nacido el lema 'Una cosa inexplicable' con el Tracamatraca de El Kanka, la cancioncita de la gitana loca se la sabía hasta el vecino guiri y el Porque te quiero era la Marsellesa. Ya había salido a la venta la camiseta retro más guapa que se haya hecho jamás, con Tívoli en el frontal y el guiño al extinto Club Deportivo Málaga. Símbolos de la Costa del Sol. Ya sabes, la nostalgia siempre es un motor imparable.

Antonio Cordero celebra el gol de su vida y la de muchos malaguistas.
Antonio Cordero celebra el gol de su vida y la de muchos malaguistas.

Había un Mesías llamado Roberto, que fue el ídolo de pequeños y mayores. Cinco goles metió en play off, veinte en total. Imposible olvidar los reflejos del lince Alfonso Herrero y su gol al San Fernando en el 93'; la clase de Dani Lorenzo; las conducciones de Larrubia; los jugueteos con balón de Kevin; los nueve goles del legendario Dioni, la casta del portugués Nelson Monte; la personalidad de Juande; los centros con parábola de Víctor; el káiser vitoriano Einar Galilea; al multiusos Murillo; la contundencia de Moussa; la lanzadera Jokin Gabilondo, el correcaminos Dani Sánchez.

La brújula era Manu Molina, nuestro Toni Kroos onubense; había un sevillano, Genaro, que nos dio una lección: de ser denostado a ser amado hay un paso, pero ese paso se trabaja y lo hizo; estaba David Ferreiro, un metrónomo el tío, que no venía a jubilarse, sino a ascender; Juanpe, todocampista con planta de torero, sacó el capote para celebrar; Sangalli entendió su rol; Carlos López tuvo un bonito bautizo en una tanda de penaltis en Barakaldo; Izan Merino mostró que a la cantera malaguista siempre hay que confiarle un proyecto, al igual que Aaron Ochoa, ese exquisito mediapuntita mitad irlandés mitad marbellí, o Antoñito Cordero, el niño jerezano que guardó con paciencia su primer gol para que fuese el del ascenso.

Subir a Segunda también lleva la firma de Haitam, jugón que metió dos goles en cuatro ratos, hasta que la rodilla no le dejó ser lo que luego sí fue, y de Ramón, capitán ejemplar del Málaga con el infortunio de las lesiones, pero con condiciones de otra categoría. O de Juan Hernández, lastrado por recaídas musculares, pero con aportaciones puntuales. También de refuerzos invernales como Javi Avilés y Carlos Puga, granitos de arena que también suman al castillo. Incluso fue también de los que salieron cedidos, pero intentaron ganarse su hueco con esfuerzo, Loren Zúñiga y Bilal.

Un minuto, una historia de un ascenso agónico y épico para el Málaga.

Fue y será siempre el ascenso de Sergio Pellicer, querido y bajo sospecha a tiempo parcial, pero siempre un competidor nato, un gestor de grupo espectacular y un entrenador que potenció el proyecto joven; de Loren Juarros, el gran arquitecto del castillo; de Kike Pérez, director general con medidas para elevar el club a un nivel superior en alcance, marketing y unión con la hinchada. Del cuerpo técnico con Manolo Sánchez de segundo, Julio Rodríguez, Fernando Lacomba, José Miguel Escobar, Miguel Zambrana, Pablo Campos, Mario Guerra, José Antonio Lizana, Juan Roldán, 'Caco' de la Torre y Raúl Iznata. Del señalado administrador judicial, José María Muñoz, que cuatro años antes salvó al club de la bancarrota, pero que no supo apartarse de la excepcionalidad. Sí, el Málaga de entonces no tenía ni presidente. Abdullah Al-Thani era un jeque apartado por sus trapicheos. Nadie lo quería de vuelta. Decía que volvería y jamás volvió.

En estos logros cuentan mucho los trabajadores invisibles que empujan la maquinaria de un club como este, que estaba bajo mínimos. En todos los estamentos. Desde el departamento de comunicación al de mantenimiento. Pero lo mejor del ascenso fue el vínculo que se estableció con la gente. Los colegios, los ayuntamientos, las empresas, los medios, los jóvenes, los mayores, los ancianos, los que estaban desde siempre y los que llegaron de nuevas. Todo el mundo diciendo que lo íbamos a hacer. Que juntos éramos invencibles. ¡Tenían razón! Había que creérselo, nada más. En 2024 nació una nueva ola de malaguismo que se sumó a la que ya había; entonces, el oleaje ya nunca volvió a ser el mismo, pasó a ser un gran tsunami. Eso es el Málaga, una marea de olas que forman un tsunami cada vez más inmenso.

Imágenes de la celebración en el aeropuerto (Foto: MCF).
Imágenes de la celebración en el aeropuerto (Foto: MCF).

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  1. Juan Manuel Fernández Orozco

    No he parado de llorar desde la primera línea, esta ola debería ser infinita ya nadie nos puede parar.

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