La selección de "los nuevos europeos", hijos de la inmigración
Voronezh (Rusia), 23 jun .- En tiempos de la globalización, de fronteras dúctiles para el dinero y férreas para según qué tipo de hombres, la selección marroquí demuestra que conceptos como patria, nacionalidad, extranjero van siempre más allá del retrógrado significado que algunos todavía se empeñan en otorgarles.
Un combinado formado por los llamados "nuevos europeos", hijos de hombres y mujeres que un día abandonaron sus lugares de origen en busca de un futuro económico y social, y que es fiel reflejo de la Europa que se consolida hoy, y se fermenta para mañana.
Un espacio multicultural y plurirreligioso, heterogéneo, abierto y diverso que ciertos políticos ultraconservadores y distintos grupos de ideología nacionalista y extremista se obstinan en no querer aceptar.
Y es que resulta tan curioso como significativo que 17 de los 23 jugadores convocados por el técnico francés Hervé Renard para esta fase final -a la que Marruecos regresaba tras 28 años ausente- hayan nacido en territorio europeo o norteamericano.
Solo cuatro -los defensas Mendyl y Dirar, el delantero Al Kaabi y el portero Tagnaouti- fueron alumbrados en Casablanca, mientras que el rapidísimo atacante del Málaga Youssef En-Nesiry amaneció a la vida en la histórica Fez y su colega Aziz Bouhaddouz en la pequeña localidad de Berkan.
El resto componen un florilegio de hijos de emigrantes venidos al mundo y criados en Francia, Holanda, Bélgica, España e incluso Canadá, que usan pasaportes europeos y que en la inmensa mayoría de los casos ni se han formado ni han jugado como profesionales en el fútbol marroquí.
En la fe de nacimiento del portero del Girona Bono se lee que nació en Montreal, mientras que su colega de posición y guardameta titular Munir El Kajoui lo hizo en Melilla. El defensa Achraf Hakimi procede de Madrid.
Bono es uno de los pocos que inicio su carrera profesional en el fútbol marroquí. Debutó en 2010 en el Wydad de Casablanca, y dos años después recaló en las filas del Atlético de Madrid que primero lo cedió al Zaragoza y después lo vendió al Girona, su actual equipo.
Munir comenzó en el club de la ciudad autónoma vecina de Ceuta y ahora defiende la meta del Numancia, equipo de la segunda división que este año disputó y perdió el ascenso a la máxima categoría mientras el cancerbero estaba concentrado con su selección.
Achraf Hakimi es uno de los jóvenes valores del Real Madrid, en cuya cantera ha crecido.
Situación similar comparten Hakim Ziyach, una de las estrellas del combinado magrebí, El Ahmadi, Boussoufa y los hermanos Amrabat, nacidos en Holanda. Y el centrocampista Mehdi Francois Cancela, originario de Bélgica.
Ninguno de los seis ha pisado jamás un estadio de Marruecos con otra camiseta que no sea la roja encarnada, la verde esperanza o la blanca nuclear de la selección nacional.
Tampoco ha jugado en la liga marroquí el resto de la plantilla, todos ellos nacidos en distintas localidades repartidas a lo largo de Francia y vástagos futbolísticos de este país, donde desde hace varias décadas están asentadas e integradas económica y socialmente sus familias.
Solo El Kaabi (Enaissance Sportive de Berkane) y Tagnaouti (IRT Tánger) desempeñan sus habilidades en el campeonato de Marruecos; el resto lo hacen en España, Francia, Turquía, Alemania, Italia, Inglaterra, Holanda y Bélgica.
La mezcla da lugar a situaciones peculiares, a barreras que nos lo parecen pero que luego entendemos que ni siquiera lo son: en Marruecos la lengua oficial es el árabe, mientras que el francés se escucha de forma común.
Y sin embargo, algunos jugadores, como Bouhaddouz, cuya familia se trasladó a Alemania cuando él acababa de cumplir un año, apenas la conocen.
Él se maneja en alemán y prefiere dirigirse a los periodistas en esta lengua, como ocurrió al final del partido frente a Irán, en el que tuvo la desgracia de marcar en propia meta el postrero gol que supuso la derrota.
Para el "clan de los tulipanes", los idiomas más comunes son el neerlandés y el inglés; "los españoles" se expresan mejor en castellano y los franceses lo hacen en la lengua que engalanaron Roussseu o Victor Hugo.
El árabe apenas fluye, más allá del equipo técnico y logístico de la federación, e incluso el entrenador Renard se dirige a los jugadores en francés o en inglés, según sea su lengua principal de referencia. El pegamento, en muchos casos, son entonces las raíces y la tradición.
Una gran Torre de Babel, habitual ya en cualquier equipo profesional de fútbol, que no ha impedido que Marruecos -suerte de cara al gol aparte- haya desplegado uno de los juegos más sólidos y vistosos de este mundial.
Solo la falta de efectividad hará que el partido frente a España sea el último de esta Copa del Mundo, icono de la multiculturalidad y la diversidad del mundo, en la que durante un mes millones de personas comparten sin dramas ni conflictos sentimientos comunes de pasión, camaradería, alegría, tristeza, felicidad o decepción.
Una suma, en definitiva, de europeos con sangre y alma marroquí que desde hace días repite hasta la saciedad que el lunes saldrá al campo de Kaliningrado para dar una alegría a los miles de compatriotas que se han desplazado a Rusia para animarles envueltos en la bandera nacional.
Y a defender el honor y la dignidad del que consideran su país, pese a que nacieron muy lejos de las rígidas fronteras físicas -y mentales- que tratan de imponer la intransigencia, la ignorancia y la instrumentalización política.