"Toni" Schumacher, ídolo, villano, autor de libros, entrenador y dirigente
Rodrigo Zuleta
Berlín, 6 jul .- Si hubiera una encuesta sobre la imagen que más se recuerda de Harald "Toni" Schumacher se podría apostar que la ganadora sería la escena de la semifinal de España 82, contra Francia, que convirtió al portero alemán en uno de los villanos más grandes de la historia de los campeonatos del mundo.
Los hechos ocurrieron en Sevilla, el 8 de julio de 1982, en el minuto 57 de un partido en el que, al final, Alemania se impuso en la tanda de penaltis.
Schumacher, considerado en ese momento como uno de los mejores porteros del mundo, paró dos de los remates franceses y hubiera sido el ídolo del encuentro de no ser por lo que había ocurrido cuando el partido estaba empatado 1-1.
El francés Patrick Battiston recibió un pase de Michel Platini en el borde del área. Schumacher reaccionó con una salida kamikaze que dejó a Battiston inconsciente en el piso, con conmoción cerebral, una vértebra rota y dos dientes menos.
El árbitro central no vio la falta, la pelota había salido desviada sin que Schumacher la tocase, por lo que sancionó saque de puerta.
Desde entonces, Schumacher ha tenido que tratar de explicar reiteradamente lo que ocurrió y también la única frase que dijo al final del encuentro, cuando se declaró dispuesto a pagarle los dientes al francés.
La escena refleja parte de la personalidad que solía mostrar Schumacher durante su carrera, en la que tendía a ser despiadado consigo mismo, con sus compañeros y con sus rivales, siempre pensando en la victoria.
Por eso, el escritor sueco Per Olof Enquist asegura, en un reportaje sobre el Argentina-Inglaterra de 1986, que a Schumacher Maradona nunca le hubiera metido el gol de la mano de Dios. "Maradona -dice el escritor sueco- hubiera terminado como Battiston.
"El choque con Battiston forma parte de mi vida y tengo que vivir con él", dijo una vez.
Otra vez, de cara a la final de Brasil 2014, dijo que el mayor peligro del meta Manuel Neuer era un exceso de motivación.
"Sólo digo una palabra, Battiston", agregó entonces.
El mayor éxito de Schumacher fue el título en la Eurocopa en 1980, torneo en el que jugó la final con una fractura en una mano. Una vez -él lo ha reconocido- pidió que apagaran cigarrillos en sus brazos para mostrar que el dolor era algo que se podía soportar.
Tras su carrera, Schumacher ha sido entrenador de porteros -del Borussia Dortmund y del Bayer Leverkusen entre otros-, entrenador del Fortuna Colonia, comentarista de televisión y actualmente es vicepresidente del FC Colonia, el club donde hizo la mayor parte de su carrera como profesional.
Otro dato clave en la biografía de Schumacher es la publicación de su libro "Anpfiff", que significa "Pitido inicial" pero en español fue traducido como "Tarjeta roja".
Ese libro, en el que entre otras muchas cosas hablaba de prácticas de dopaje en el fútbol y pedía controles, generó un escándalo que llevó a que Schumacher, tras 15 años, tuviera que dejar el Colonia y tuviera que poner fin a su carrera como internacional.
Eso le impidió estar en Italia 90, donde Alemania se coronó campeón del mundo, después de haber estado en la portería en las finales perdidas de España 82 y México 86.
"En esos momentos, ser segundo no significó nada bueno para mí, pero, ¿cuántos pueden decir que han estado en dos finales mundialistas?", dijo hace poco.
En el 86, fue declarado el segundo mejor jugador del torneo, por detrás de Diego Maradona, pero lo que le persigue de ese torneo es el error que cometió al salir a cortar el centro en la final, en el primer gol argentino marcado por José Luis "Tata" Brown.
Schumacher evocaría esa escena cuando estuvo como comentarista de la final del Mundial 2002, en la que, después de un torneo impecable, Oliver Kahn no atrapó un disparo de Rivaldo que llevó a que Ronaldo marcará el primer gol de Brasil en la victoria por 2-0 ante Alemania.
"Después de haber jugado un torneo así a un portero se le puede acabar todo con un error y creedme que sé de lo que estoy hablando", dijo Schumacher con cierto temblor en la voz.
Con el tiempo, se ha vuelto sereno y ya no es el portero que parecía estar permanentemente poseído por fuerzas extrañas. Pero hay cosas que se mantienen idénticas, como la obsesión por dar siempre el 100 por 100.
"Si das en algo al 90 por ciento estás estafando en un 10 por ciento a los creen en ti", ha dicho.
También sigue odiando las derrotas. Tras la final de la Eurocopa 2008, que Alemania perdió ante España, alguien dijo en la televisión alemana que había que tomarlo con menos dramatismo que los jugadores alemanes.
"No comparto esa actitud ante la vida", terció Schumacher y pareció verse otra vez en sus ojos ese fuego iracundo que se vio cuando salió a cortar la llegada de Patrick Battiston.
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