Triunfo agónico el que logró el Real Betis en Mendizorroza. El cuadro hispalense ofreció una versión irregular y sufrió en muchas fases de partido pero, al igual que ocurriera el año pasado, logró dinamitar el partido en los compases finales gracias a los cambios de Manuel Pellegrini. Esta vez fue Borja Iglesias el que desequilibró la contienda, con un gol que desató el el entusiasmo de sus compañeros.
Tras una serie de rechaces en el área local, Joaquín Sánchez logró avanzar hasta la línea de fondo y ante la salida desesperada del meta albiazul, dejó el balón atrás para que la empujara Borja Iglesias en el minuto 89 cuando todo apuntaba a un empate final. El tanto cayó como un jarro de agua fría en el Alavés y su hinchada y confirmó el acierto de Manuel Pellegrini a la hora de mover el banquillo.
Una muestra más de que en este Betis todos suman. Los titulares, los que parten desde el banquillo y hasta los que se quedan sin jugar. Cuando menos significativa fue la celebración del 0-1. Si bien ya parecía todo abocado al empate, Borja Iglesias logró el gol definitivo y, por consiguiente, los tres puntos.
Esa diana dinamitó la euforia de sus compañeros, que rápidamente corrieron a celebrarlo junto a todo el equipo. Guido Rodríguez, que llegó primero, Miranda, como un 'loco' celebrándolo, Aitor Ruibal, Pezzella... todos remando por un objetivo común, signo inequívoco de la unión que hay en el vestuario del Betis.
Vestuario implicado, todos reman hacia adelante (cían). Así, haciendo las cosas bien en todos los estamentos de la entidad, se logran resultados que engrandecen a nuestro club. Con nuestra afición, que no es la mejor del mundo, como diría un madrileño, simplemente es la afición betica; que no es más que un club, simplemente es el Betis. Llegaremos a metas insospechadas.