Los derbis no se juegan distraídos

El Betis saltó al Sánchez Pizjuán a jugar un partido. Quizás con los cinco sentidos, quizás con sus mejores armas, quizás como creía que debía jugarlo, quizás por las múltiples y los ambiciosos objetivos que tiene entre manos. Pero enfrente se encontró a un Sevilla que jugaba un derbi. Y la realidad es que se notó. Sobre todo se notó en una primera parte en la que no tuvo capacidad de respuesta ante la intensidad y agresividad del equipo de Lopetegui.

Cuando quiso despertar, cuando quiso igualar las fuerzas, ya estaba con una ventaja de 2-0 en el marcador. Por mor de la mejor disposición del Sevilla y también por un fallo de Bravo que hizo a todos los béticos preguntarse por qué él y no Rui Silva, el habitual, estaba defendiendo esa portería a esa hora de la tarde.

Ni Rui Silva, ni Fekir, lesionado por una brutal entrada de Acuña en la primera mitad, cambiado al descanso, fueron activos del Betis. Tampoco un horrible Borja Iglesias muy superado o un Carvalho al que el ritmo del partido le superó. La segunda mitad, con un equipo más entonado, más activo, fue más propia del Betis, que de hecho, contabilizando ocasiones y el gol postrero de Canales, hasta puede acordarse de acciones (sobre todo una que sacó Bono) que pudieron igualar el encuentro.

El Sevilla sale, el Betis comparece

El derbi empezó como un derbi para el Sevilla. Es decir, fue el equipo de Lopetegui el que salió con una presión aterradora, una intensidad que casi no se le recordaba a los nervionenses, combinaciones, robos, llegadas... Los primeros diez minutos fueron de absoluto acoso al Betis, que no conseguía salir ni sacar la pelota. De esos minutos de superioridad fueron frutos las dos polémicas que reclamaron los sevillistas (penalti a Jordán y otro posible penalti a En Nesyri que teóricamente partía de fuera de juego) y varios remates, sobre todo uno de Jesús Navas en el área. Fueron minutos buenos del Sevilla de verdad, pero el Betis quería también intentar jugar sus bazas. A partir de esos minutos reclamaron su sitio Fekir, bajando a por la pelota, y Carvalho, que era de los pocos que mantenía la sangre fría ante la presión, ante la intensidad sevillista. Gracias a ellos dos el Betis se tomó cierto respiro. No inquietó a los rojiblancos, pero al menos cortó esa fase de agobio total en la que se vieron inmersos.

Eso sí, el Sevilla, en ese periodo de menos llegada, de menos cercanía de Claudio Bravo, seguía haciendo el partido muy pero muy incómodo al Betis. No respiraba tranquilo un verdiblanco con la pelota, y eso empezó a repercutir a la hora de elegir opciones, de decidir dónde y cómo llevar la pelota. Y aparte la agresividad del Sevilla parecía coger de nuevos a los béticos, que parecían estar un punto por debajo en ese sentido.

Si con la pelota el Sevilla se había mostrado más seguro, más tranquilo, jugando en campo contrario, lo cierto es que también en defensa se mostró igual. Y fruto de ello, y de un Tecatito estelar, llegó la jugada del primer gol. Tecatito sacó la pelota con un autopase espectacular y metió un pase medido a En Nesyri, que estuvo tan mal al controlar como bien al seguir la jugada y el rebote, anticipándose a Bravo, que fue a salir y se llevó por delante al delatero. Rakitic asumió la responsabilidad, y Rakitic marcó el 1-0.

Llegaron luego periodos del encuentro más difusos, con muchas tánganas, muchas peleas, y una entrada terrorífica de Acuña a Fekir. El argentino reclamó al francés que tirara la pelota fuera por la evidente lesión del Papu, no lo hizo, y se decidió tomar la justicia por su cuenta, al borde del reglamento, con una entrada brutal. Nadie se habría extrañado de que hubiera visto la roja. Del Cerro la dejó en amarilla y Acuña se llevó los aplausos de Nervión...

Pero más aplausos se llevó Munir, el sustituto de Gómez, que fue el más listo en un balón largo de Bono ante la pasividad de los centrales béticos y el fallo de Bravo. Su remate iba a puerta, pero debe considerarse fallo claro del meta chileno.

Fekir pedía a Pellegrini que aguantara, porque desde la entrada de Acuña estaba renqueante. Y Lopetegui le pedía a Diego Carlos que aguantara, porque desde el 2-0 se notaba lesionado y pidió el cambio. Por eso el descanso fue un carrusel (Joaquín, Aitor y Gudelj al campo por Fekir, Carvalho y Diego Carlos).

El gol demasiado tardío

El Betis arriesgó en la segunda mitad y echó el equipo hacia adelante, con la defensa en el mediocampo prácticamente. Quiso meter elementos en campo contrario, quiso jugar más cerca de Bono, y el Sevilla colaboró en ese plan por dos razones. Le valía le ventaja de sobra, a la espera de alguna contra para matar aún más el choque, y el cansancio empezó a aparecer en muchos de sus jugadores. Desde Jordán, Rakitic, Tecatito... No daban ya las piernas para presionar tan lejos de la portería ni para salir tan rápido en el robo, y el equipo de Lopetegui se parapetó en su campo esperando balones largos. Prácticamente no inquietó en la segunda mitad al Betis, que sí que tuvo un par de ocasiones claras para marcar, sobre todo un de Tello con un paradón de Bono. Tuvo también llegadas, pero tenía que elaborar demasiado el Betis para encontrar vías de penetración, y lo cierto es que ese peligro verdiblanco fue a menos con los cambios, que dieron aire al Sevilla salvo por Acuña, que estuvo inconmensurable con y sin pelota, y la entrada de Agustinsson empeoró ese rendimiento.

Por eso cuando llegó el 2-1 del Betis, golazo de falta de Canales ya en el descuento, el conjunto bético parecía haber perdido la fe en la remontada, que finalmente, en los dos minutos restantes tras el golazo del cántabro, no se produjo.

El Sevilla se llevó un derbi porque lo jugó más como un derbi, porque puso más bemoles y más juego para ganarlo y porque en el cómputo general fue mejor que un Betis que llegaba a Nervión con una racha casi imparable.