Las tres camisetas de Joaquín y el adiós a un ídolo
Este 19 de abril, el fútbol es un poco menos fútbol. Al menos lo que era el fútbol para mí. Joaquín Sánchez ha anunciado su retirada y deja huérfano a todo el Real Betis y a cualquier aficionado al balompié en general.
Que yo me llamara Joaquín seguramente ayudó a que me fijara en ese tocayo mío que, por aquel entonces jugaba en Segunda División. Porque sí, mis primeros recuerdos futbolísticos son con el Betis en aquel infierno VIP en el que peleaba con Atlético de Madrid o Sevilla.
No tardó nada en llegar el ascenso y, ya en Primera, se vio que Joaquín estaba para algo grande. Los Roberto Carlos o Carboni de turno ya se las veían canutas para parar a un futbolista que era puro arte, de los que disfrutabas viendo con una pelota en los pies por su desborde y desparpajo.
No pasó desapercibida su calidad para José Antonio Camacho y, casi al pestañear, ya estaba jugando con la selección española en Montjuic. Por eso, para mi Comunión, tuve claro el regalo que quería de parte de mis abuelos, Moma y Kiko: la equipación de la selección española.
Allí tocó disfrutar con partidazos como el que se pegó contra Sudáfrica pero también tocó llorar. Tenía que ser él, un chaval de 20 años, el que fallara el penalti decisivo contra Corea del Sur. Mi desazón, con su camiseta puesta, no pudo ser mayor (y encima pegándome un madrugón). No voy a olvidar nunca ese robo de los coreanos con aquel balón que NUNCA salió.
La carrera de Joaquín siguió y a mí el sentimiento del Real Betis cada vez me crecía más. Soy de Alcuéscar (Cáceres), yo no tenía por qué ser del Betis. Jugaba Joaquín, iban de verde…. cosas que a uno le llaman la atención de niño aunque mucha culpa de ello tuvieron mi tío Pedro y mis primos, David y Carlos, que me inculcaron esa pasión.
No olvidaré esa camiseta del Betis 03/04 que mi tío me regaló de Joaquín y que, ya sin él, no la puedo guardar con más cariño, como la de mis abuelos de la comunión aunque ya me asome el ombligo si oso ponérmela. También en el recuerdo familiar está presente Joaquín.
Los caminos de Joaquín y el Betis se separarían en 2006 con el ‘17’ camino del Valencia mientras al Betis le tocaba esperar ya con la segunda Copa y una Champions disputada. Para el portuense, años de Champions con el equipo ‘che’, una gesta para la historia con un Málaga que se ganó un hueco en el corazón de todos los aficionados al fútbol y un paso a gran nivel en la Fiorentina, donde Joaquín hizo más cosas que hablar italiano.
Porque además de su clase, Joaquín también se ganó a aquellos a los que no les gusta el fútbol. Es un ‘showman’, hay que reconocerlo, y de ahí que al menos por televisión no vayamos a dejar de verle. Su imitación de Lopera en Halloween, el “no he cogido una raqueta en mi vida, Hulio” o sus chistes también son su patrimonio.
En el verano de 2015, tras la rabia de un puñetazo a la pared que le hizo salir en su presentación con el brazo vendado cuando temía no volver, llegó su regreso a casa, a Heliópolis, a un Benito Villamarín ya renombrado sin Lopera. Yo, por aquel entonces, ya vivía en Sevilla y ahí se me hacía inevitable que mi sentimiento bético aflorara cada vez más, compitiendo con el madridista (sí, tampoco voy a engañar a nadie).
Ya había podido ver a Joaquín en directo con su visita con el Málaga o con la Fiorentina al Sánchez Pizjuán pero no se puede olvidar la primera ovación a un ídolo en su estadio. Ahí ya tenía su tercera camiseta para mi colección.
Desde entonces, más temporadas para el recuerdo ya instalado en el club de los veteranos pero igualmente en el de los mejores futbolistas de la competición. Con 40 años, su segunda Copa del Rey, esta con el brazalete de capitán para redimensionar aún más la leyenda que salió del Puerto de Santa María gracias a los recordados esfuerzos de su tío Chino.
La fiesta en el Benito Villamarín el día siguiente fue inolvidable aunque solo fuera por ver a toda una afición pedirle a su capitán que se quedase con ellos. Que no lo dejara aún. Nos regaló este año en el que, esperemos, supere el récord de Zubizarreta y se le dedique una ovación en cada estadio y termine despidiéndose por todo lo grande contra, precisamente, el Valencia.
Calculo que llevo viendo fútbol de forma consciente desde el año 2000 y ahí Joaquín ya estaba jugando. A partir de la 23/24, ya no lo hará y, al menos por mi parte, me quedará un recuerdo imborrable de una persona, a la que, sin conocer de nada más allá de un saludo puntual, tan feliz me ha hecho. Porque eso son los ídolos y esto es el Fútbol.