De Oviedo al resto de España: el virus del tifo entró por el aeropuerto de Ranón
A finales del mes de enero el Grupo Symmachiarii, movimiento que mima la historia del cuadro 'carbayón', convocó a Javier Irureta en la Plaza Trascorrales de la capital asturiana para rendirle un sentido homenaje por su carrera. El 'Jabo' entrenó al equipo ovetense entre 1989 y 1993, clasificándolo por primera vez en su historia para la Copa de la UEFA.
Un hecho señalado en rojo en la historia del club que vivió su primer capítulo, quizás el más intenso, el 18 de septiembre de 1991. El Real Oviedo quedó encuadrado en la primera ronda de la competición europea con el Genoa que, también inaugurando su periplo continental, trasladó gran parte de su hinchada en busca de la clasificación. Cuenta Panenka que aquella fecha, histórica, supuso un récord de afluencia en el aeropuerto de Ranón, a medio camino entre Oviedo y Gijón.
En avión, coche, bus... hasta más de 6.000 aficionados italianos poblaron la capital del Principado aquellos días, pero no aterrizaron solos. Entre ellos estaba el grupo de animación Fossa dei Grifone, fiel seguidor del conjunto 'rossoblú' encargado de elaborar una coreografía de ruido y color que asombró al Carlos Tartiere.
Ruido y color en Oviedo
Era la primera vez que España era partícipe de un tifo de esa envergadura: banderas, bengalas, cartulinas, etc... la esquina visitante rugió más que nunca. "Nunca había visto nada igual en una hinchada visitante", reconoció el propio Irureta, consultado por Panenka.
No obstante, la puesta en escena no apagó la moral local. Las Brigadas Azules, inundadas de éxtasis por el acontecimiento histórico, también combatieron con tesón por liderar el apartado anímico: más de 1.000 globos blancos y azules conquistaron el cielo de Oviedo aquella noche.
El encuentro terminó con victoria local. Bango logró el único tanto de la ida en el 44', pero el desenlace de la eliminatoria no iba a ser tan benévolo con el Real Oviedo, que caería en Italia por 3-1, siendo apeado de la Copa de la UEFA a las primeras de cambio. El sueño europeo quebró, pero del contacto con la afición italiana llegaron los tifos a España, un arte que inundaría los estadios y que nunca más se marcharía.
El club pionero en España fue el Barcelona, cuyos mosaicos, motivados por la Peña Barcelonista Almogàvers, y por Jordi Sant, uno de sus miembros y amante de la cultura italiana, terminaron por convencer al resto de aficiones, que vieron en los mosaicos una forma de combatir la frialdad de algunos campos. Sobre todo con respecto al Camp Nou.
Con motivo del Barcelona-Real Madrid, celebrado el 7 de marzo de 1992, el coliseo azulgrana cumplió con éxito la puesta en marcha del primer mosaico en la historia del club. Un hito que la Peña Almogàvers, en declaraciones a la Revista Panenka, todavía recuerda casi 30 años después: "Estuvimos muchas horas trabajando, tuvimos más tiempo para acceder al estadio, la grada estaba llena, y no hubo tantas dudas entre la afición".