Nunca sabe uno lo bien o mal que pueden venir los parones de liga. Desde luego que cuando son tan tempraneros, algo ya muy habitual durante los últimos años, es como si empezaras a comer tu plato favorito y al segundo o tercer bocado te lo quitaran y te quedas con las ganas. Si has empezado bien, parece que el parón te corta la proyección, la inercia, la buena racha. Y te molesta. Si has empezado mal, te viene bien para pararte a hacer examen de conciencia, repasar y estudiar qué estás haciendo mal y prepararte para revertir la situación cuando se retome el ritmo liguero. Si has empezado ni bien ni mal, como la Real, con una victoria, una derrota y un empate, pues uno no sabe muy bien cómo posicionarse. El regusto amargo que nos dejó el partido en Bilbao queda ya muy atrás y lejano, si bien debería notarse el sábado que al menos la derrota sirvió para darse cuenta que si no estás al doscientos por cien desde el minuto uno, cualquiera te pinta la cara.
Es cierto que en Bilbao no sólo se perdieron tres puntos, también perdimos esa batalla moral con el eterno rival y lo más importante, a Illarramendi. Es ahora cuando se tiene que ver la capacidad del entrenador y del equipo para suplir en fondo y forma la baja del mediocentro y capitán de la plantilla. Aún así, es agua pasada, esto no ha hecho más que empezar. Llevábamos una gran racha en los últimos derbis y hay jugadores con calidad y potencial para no tener que echar en falta al de Mutriku. Más se perdió en Cuba.
Mucho se está hablando del nuevo Anoeta. No es para menos la verdad. El aspecto del campo es extraordinario y se palpa en el ambiente las ganas de la gente por llenarlo y montar una buena ante la visita del Atlético. En contraposición con lo anterior, poco o nada se está hablando del equipo colchonero, aunque, a decir verdad, eso les toca al cuerpo técnico y jugadores. Me fío de ellos y de que estarán trabajando duro para darle a Anoeta ('Reale Arena') el mejor reestreno posible. Me muero de envidia. Me encantaría poder estar allí. El campo, la gente, la previa, el rival, Aitor. Me muero de envidia y no tengo consuelo posible, no se me quita de la cabeza cómo hervirá Anoeta mañana porque, por mucho que se diga, no hay envidia sana.