1-2: Un pinchazo de soberbia que obliga al play off

El Real Valladolid tiene una fecha marcada desde hace semanas en su calendario. La visita al Estadio de Ipurúa está entre ceja y ceja en el equipo de José Rojo, Pacheta, y en la afición blanquivioleta, tal y como se demostró en el Miranda de Ebro. Contar con tantas bajas como hacía el Pucela en el encuentro previo a la visita a la SD Eibar confirmaba la importancia que los pucelanos daban y dan al encuentro en tierras vascas.

Viajar a Ipurúa es capital, pero antes estaba la visita de la Real Sociedad B al Estadio José Zorrilla y el encuentro no estuvo bien gestionado por el equipo ni antes, incluso, de afrontarla. Pese al tópico de que el más "importante" siempre es el más próximo, el Real Valladolid siempre dio la sensación de mirar antes de la jornada 39 que a la 38.

Siguiendo con los tópicos del fútbol y entendiendo que en este deporte "se juega como se entrena", el Real Valladolid calcó el reflejo de sus miras en la visita del equipo de Xabi Alonso. El Pucela se centró en Éibar antes que en Zorrilla y el equipo lo pagó. En el juego y en el futuro.

Debilidad pucelana

Los blanquivioleta no estuvieron finos en ningún momento del partido, es cierto, pero todo, muy posiblemente, llega por cómo se afrontó el duelo. El equipo no focalizó como debía la visita de un equipo filial que está cerca de consumar el descenso y, así, ha podido decir a un porcentaje alto de sus opciones de ascenso directo.

Pese a los condicionantes globales del conjunto de Xabi Alonso, la previa hablaba de una exigencia muy alta y de una peligrosa trampa en la que el Pucela ha caído y por la que, muy posiblemente, vaya a decir adiós al gran sueño y objetivo de la temporada.

El Real Valladolid debía afrontar el duelo con garantías y estas nunca llegaron por las cuatro sanciones que se perpetraron en Miranda de Ebro. Desde ese momento, los condicionantes al duelo fueron muy altos y generaron unas limitaciones propias tan inaceptables como caras.

Con una citación en cuarentena, el Real Valladolid no pudo salir nunca de la debilidad, inseguridad e inconsistencia que mostró en el partido. Pese a generar acercamientos y tener superioridad en determinados momentos, al equipo le faltaba frescura y verticalidad. No se terminaba de encontrar cómodo y el banquillo, a su vez, no generaba seguridad para cambiar el duelo.

Sin respuesta

Con todo, el duelo, lejos de sentar bien a los de Pacheta, les debilitó. Los cambios llegaban tarde y, además, hacían que el equipo diera un paso atrás. Ni Cristo González ni Pablo Hervías ni Jon Morcillo cambiaron la dinámica del partido. Cierto es que el juego y el partido ya estaban condicionados, tanto como la previa del duelo.

No afrontar bien el partido, hecho innegable en los condicionantes propios que tuvo el Pucela para el duelo, ha generado un partido débil del Real Valladolid. En el momento más decisivo de la temporada, el Pucela ha pinchado por sus errores y, quizás, hasta por su soberbia y lo ha hecho con tanto fuerza como para limitarse en su objetivo más claro de la temporada: el ascenso directo.