La Copa que se escapó

No pudo ser, no pudo el Sevilla rubricar su temporada histórica con el título de la Copa del Rey. Lo peleó, lo sudó y hasta lo cansó, y tuvo incluso su momento para haberse llevado el título, pero entonces entre el propio cansancio, su falta de ideas, fruto de lo primero, y un Iniesta interestelar, entre otras cosas, frenaron la leyenda del campeón. Cayó el Sevilla en la final, y lo hizo de form digna, ante un Barcelona que se chocó ante un buen rival en la primera parte, que se creció en la segunda y que mató el prórroga. Todo inversamente proporcional a lo que hicieron los de Emery, que frenaron a su rival de inicio, se chocaron contra él después y acabaron agotados y sin capacidad de respuesta.
No supieron aprovechar 45 minutos de superioridad ante uno de los mejores equipo del mundo, una ventaja que jamás debe dejar irse. El Sevilla lo hizo, dejó ir esa opción, esa oportunidad de la noche, y ya no la recuperó. La expulsión de Banega en el 90, el gol de Jordi Alba en la prórroga, todo fue una concatenación de hechos que acabaron con el Sevilla de pie, pero caído, superado, pero peleando. La superioridad numérica no fue tal sobre el campo, sobre todo porque en ideas y en piernas, a pesar de todo, ganaban los culés. Y eso unido a su calidad evidente fue mortal y definitivo.
Dio muchas vueltas el partido realmente. Tuvo muchas batutas y muchos estados anímicos. De entrada el planteamiento del partido por ejemplo del Sevilla era perfecto, o al menos el mejor posible para enfrentar a todo un Barcelona. Minimizó sus virtudes todo lo que pudo e intentó explotar sus defectos. Aunque era imposible para siempre a Leo Messi o a Neymar, sí que le dificultaban los sevillistas sus progresiones. El despliegue defensivo del Sevilla fue muy meritorio. Reforzaban las ayudas los nervionenses, acudían a la presión sin dudar e intentaban ahogar el juego de las estrellas azulgranas. Y realmente lo lograron en gran parte. Claro que hubo algunas ocasiones en que la calidad sobre todo de Messi, Iniesta o Neymar rompía la línea de presión, pero las ayudas continuas permitían que nunca cogieran en franca inferioridad a la zaga sevillista. Eso permitió a los de Emery sobrevivir en el partido con cierto aire. Sufriendo, corriendo, pasando lapsos de tiempo sin la pelota, pero consciente de que su plan salía y que el Barcelona estaba incómodo.
Porque además, el Sevilla tuvo el acierto de meter miedo en un par de aproximaciones, sobre todo una de Vitolo, y no rifar la pelota cuando no era necesario. Con Banega en la medular ganó control en esa zona el conjunto nervionense y algún respiro de tanto correr con la pelota, porque además la figura de Iborra para peinar los balones aéreos era buscada pero no siempre de forma productiva. Luego, eso sí, estaba Gameiro. Su figura infundía un verdadero temor en los centrales, Piqué y Mascherano. A la mínima estaba el francés para atosigar, pelear, robar y mirar a la portería. Y así Gameiro, siempre concentrado, siempre más atento y rápido que nadie, aprovechó un balón peinado por Iborra a la espalda de Mascherano para ganarle la espalda y forzar una falta, por poco no fue penalti, y una expulsión justísima por el agarrón que le impidió avanzar hacia la portería. Fue al filo de la primera parte, y curiosamente los 7 minutos que siguieron a la superioridad numérica sevillista fueron los más peligrosos y cuando llegaron las ocasiones blaugranas. Un remate de cabeza de Piqué y un disparo de Messi mordido por mil y una piernas que se lanzaron a truncar la a buen seguro bien orientada dirección del chut.
El Sevilla comenzó la segunda parte con las ideas muy frescas. Llegando por banda, doblando en ataque y teniendo la pelota. Todo correcto, lo intentaba como debía pero no concedía atrás, salvo cuando Messi o Neymar cogían la pelota. No ya Luis Suárez, porque se lesionó en la segunda mitad y dejó mermado el ataque culé. En esos minutos de buen arranque sevillista tuvo el equipo de Nervión su oportunidad, en un tiro de Banega que se estrelló en el palo. Fue la más clara hasta entonces para los sevillistas y casi la más clara que le quedaba por delante. Porque el Sevilla con los minutos, a pesar de jugar contra un equipo con diez, se fue apagando, las ideas fueron difuminándose y el cansancio, por más que estuviera en superioridad, empezaba a aparecer, y quizás más en la cabeza que en las piernas, porque además el Barcelona se encerró bien y concedió poco, hasta el punto de acabar aburriendo a los blanquirrojos e instalarlos en un tiempo adecuado para que cada vez que recuperaban la pelota, algo que fue ocurriendo más y más durante el encuentro y provocando más y más situaciones de peligro a favor del Barça. Messi, Neymar e Iniesta aparecieron al contragolpe y el Barcelona parecía incluso encontrarse cómodo ante tal panorama. De hecho, esas contras, algunas provocadas por pérdidas tontas, otras por rebotes, provocaron dos faltas al borde del área sevillista y una expulsión, la de Banega, al filo del minuto 90. Messi se topó en las dos con Sergio Rico. El partido se agotó en igualdad numérica pero en inferioridad anímica y futbolística. El Sevilla se apagaba y el Barcelona se encendía.
Y la primera parte de la prórroga lo confirmó. Apenas empezada, un balón largo de Messi a la espalda de Vitolo, que no pudo seguir la carrera de Jordi Alba, se convirtió en el gol del Barça. A partir de ahí ya poco quedó que contar. Que el Sevilla peleó, que no se hundió y que intentó reaccionar sin éxito, sin ni siquiera una oportunidad que llevarse a la boca. Ni con Llorente en el campo en los últimos minutos. El partido estaba a merced del Barcelona y ya sobre la bocina lo remató con un tanto de Neymar, otro de los que levantó a un equipo cuando estaba en inferioridad.
Se cerró así un partido que pudo caer de los dos lados, pero que se decidió finalmente por la calidad, y en eso es mejor el Barcelona. En el resto, ya demostró el Sevilla que es capaz de pelearle e igualarle.
No pudo llevarse el doblete el conjunto de Emery. No pudo rematar de forma tan gloriosa una temporada que sin embargo es histórica. Cuando los árboles de la decepción dejen ver el bosque del éxito, el Sevilla se volverá a dar cuenta de lo que ha conseguido. Incluso este domingo 22 de mayo en la derrota, el Sevilla sigue creciendo.