Montella, en lo bueno y en lo malo
Nunca se sabe muy bien si Vincenzo Montella (18 de junio de 1974, Nápoles) está a punto de coronarse o despeñarse, si está serio o a punto de lanzar una broma. Si está a un paso de la gloria o de un regreso prematuro a Italia. Todo en él, como el equipo que dirige, resulta imprevisible. Hasta su contratación. Óscar Arias, director deportivo del Sevilla, y José Castro, presidente, se fueron un 25 de Diciembre a Italia a hablar y negociar con él. Lo ficharon el día 28, día de los Santos Inocentes. Y debutó en la Liga el día de Reyes Magos, ante el Betis. Se llevó carbón.
Pero así es Montella, no se sabe muy bien por dónde va a salir. Su llegada fue catastrófica por la derrota en el derbi y por dar la sensación de no conocer demasiado ni al Sevilla ni la Liga, aunque para ponerse al día tiene a su segundo, el exsevillista Enzo Maresca. Y sin embargo a los pocos días sorprendió con un gran planteamiento y partido para vencer al Atlético de Madrid y a la postre eliminarlo de la Copa.
Tampoco se puede asegurar que sea bromista, aunque se ha aventurado con algunas bromas en sus declaraciones. Otra cosa es que hayan gustado. Llegó a decir que no era una posibilidad que el Betis superara al Sevilla en la clasificación. Chascarrillo que no gustó a los béticos, que ahora se cobran su venganza, pero tampoco a los sevillistas, que aspiran a dejar en un segundo plano siempre al ‘eterno rival’.
Por su pasado, y por algunas comparaciones, muchos en Sevilla quisieron ver en él parecidos con Unai Emery, incluso el bético Joaquín, que fue discípulo de Montella en la Fiorentina y del vasco en el Valencia, los comparaba. Su juego podría parecerse y sus ideas también. Buscaban en el Sevilla tras decir adiós a Berizzo un entrenador con más alegría en el equipo, un entrenador que sacara más rendimiento a jugadores que en teoría debían darlo y a los que Montella conocía de su etapa en Italia (Correa, Vázquez, Muriel), y que hiciera más compacta la plantilla, aprovechando además los refuerzos invernales: Sandro, Roque Mesa, Layún. Esperaban en el Sevilla un técnico que diera rendimiento, pero que recuperara un poco el espíritu del conjunto nervionense de los últimos años. Un técnico que hiciera en el Sevilla el buen trabajo que hizo por ejemplo en la Fiorentina, su mejor papel en los banquillos hasta el momento, mejor que luego en el Milan.
Pero lo cierto es que tampoco ha llegado a ser así. Porque para lo bueno y lo malo el napolitano ha demostrado una testarudez fuera de lo normal. La demostró de manera triunfal al mutar un equipo que venía de las rotaciones casi enfermizas de Berizzo en otro con un once de memoria. Y la ha seguido demostrando, de manera mucho más criticada, cuando apenas ha hecho cambios en un once que está extenuado de tantos minutos sin relevos.
Es, pues, un tipo singular. Que parece además que si la lógica manda y cae en la final de la Copa ante el Barcelona podría despedirse del Sevilla al final de la temporada, pues tiene firmado hasta 2019 pero con cláusulas de escape por ambas partes según él mismo reconoció. Pero en Montella todo ha sido sorpresivo, y nadie podría descartar su continuidad, evidentemente, si es capaz de levantar un título.
Para hacerlo, no lo duden, tirará muy posiblemente de su once tipo, el de carrerilla, Soria; Navas, Mercado, Lenglet, Escudero; Nzonzi, Banega; Sarabia, Mudo, Correa; Muriel. Puede variar alguno, a lo mejor en la delantera, pero no sería lógico en Montella. Un entrenador tan capaz de darle al Sevilla una seguridad inusitada para dar la campanada en Old Trafford en la Liga de Campeones como dejarlo como un pelele en Éibar, Leganés o Vigo.
