Resbalón

Un partido con un sinfín de resbalones, de casi todos los jugadores sevillistas por cierto, parecía destinado a una pifia. Y así fue. Un buen papel nervionense en líneas generales, en el que fue mejor que el rival, en el que le anularon un gol legal que debió subir al marcador, en el que controló el encuentro durante 88 minutos, se escapó en parte por una acción desafortunada. Un gol en propia puerta de Diego Carlos tras un rebote permitió al Levante igualar y casi llevarse el partido poco después en los minutos finales.

Sabe agrio el punto porque Lopetegui y los sevillistas se vieron con los tres en el bolsillo a poco del final, y porque realmente lo había merecido controlando casi todas las facetas del encuentro. Pero el tramo final se tornó demasiado local, incluido un buen uso de los cambios que marcaron el desarrollo del final del duelo, haciendo sufrir a la banda izquierda sevillista, y por ahí llegó el gol del empate a pesar de los intentos de Lopetegui. Antes, De Jong había coronado un golazo que bien podría y debería haber valido un triunfo.

Control aunque sin demasiada chispa

El Sevilla, sin el ritmo del derbi, salió muy metido también en el partido. El Levante apretó los primeros minutos, pero no tardó el equipo de Lopetegui en tomarle el puso al partido y tomar el mando de la posesión. Con Banega en el campo, con Jordán jugando con criterio y Gudelj guardando las espaldas y la defensa adelantada el equipo nervionense empujó al Levante hacia atrás y controló el encuentro con y sin balón. Eso sí, las ocasiones no abundaban. Munir estrelló una pelota en el larguero en una falta magistral, pero poco más llegó a los dominios de Aitor. Cuando llegaba a tres cuartos se solía nublar porque Ocampos no estuvo desequilibrante, De Jong hacía lo que podía pero rodeado de muchos jugadores y Munir lo intentaba con distinta suerte. La realidad es que el Levante se defendía bien y atacaba cuando podía gracias a chispazos de Rochina o Campaña, aunque en general el Sevilla, con la dupla Koundé-Diego Carlos, se mantenía en su sitio.

El Sevilla era mejor, aun con un punto menos de intensidad física que ante el Betis, pero no desequilibraba cuando llegaba arriba.

Por eso tuvo tanto, tantísimo valor, la jugada que casi abrió la segunda mitad. Magistral en todas sus ejecuciones. Empezó con un pase largo de muchos quilates de Diego Carlos, continuó con, la quizás, mejor acción, que ya es decir, un control orientado de crack de Munir, y siguió con una asistencia fuerte, firme del ex del Barça a De Jong, que con confianza remató y no dejó pasar la oportunidad. De principio a fin, golazo.

Tuvo unos minutos excelentes el Sevilla tras el gol, tan excelentes que marcó un segundo tanto a todas luces legal, pero que quedó anulado no se sabe bien por qué. Si porque Hernández Hernández pitó antes de tiempo, si porque el VAR no quiso corregir la decisión... el caso es que Diego Carlos remató tras un forcejeo con Campaña que parecía insuficiente para pitar falta. Pero Hernández Hernández la pitó.

Los cambios y el cambio de tendencia

Tras ese arreón que no acabó en el segundo, el Levante tuvo una lógica reacción. Se metió en campo del Sevilla y quiso pisar área, aunque nuevamente se defendió con bastante orden el equipo de Lopetegui, que apenas concedió ocasiones. Pero los cambios alteraron el encuentro. En el Sevilla y en el Levante. Porque en el conjunto andaluz las sustituciones no otorgaron gran cosa. Refresco, algunas piernas para nuevas carreras infructuosas y poco más. Mientras tanto en el equipo granota la entrada de Hernani y Miramón marcaron el camino al peligro, la banda derecha. Ni Escudero ni luego Reguilón, que entró por Ocampos para situarse delante de él, pararon esa vía de penetración local que acabó en un gol fortuito en propia puerta de Diego Carlos, pero que bien pudo acabar justo antes en gol en una acción casi milagrosa de Koundé evitando el tanto.

Esa acción desafortunada igualó el marcador... y gracias, porque si en los últimos minutos pudo llegar algún gol más fue del Levante, en concreto de Mayoral, pero Vaclik sacó una mano salvadora cuando la pelota se colaba.

El Sevilla acabó el partido más cansado y dando casi gracias, con un punto más pero echando de menos dos.

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