Más tocino que velocidad

El Sevilla lleva un ritmo constante, pero bajo, en este proceso de reanudación de LaLiga. Ganó el derbi pero desde entonces ya sea por goles en propia puerta, rivales complicados, o por atasco físico o mental, el caso es que el equipo de Lopetegui no consigue acelerar, y más cuando la pelea por la Champions precisa de un acelerón. Lo tenía todo para que así fuera este viernes, pero se confundió el Sevilla, y hasta Lopetegui. Necesitaba el conjunto hispalense más bríos, más fuerzas, más físico, y no lo tuvo. Al contrario, en una primera parte apelmazada, cansina, floja, un Valladolid con más rapidez mental y física se impuso y consiguió una renta que ya casi fue imposible de recuperar, solo al final y de penalti.

Confunde el Sevilla quizás esos momentos de frescura con lo que cree que debe ser seguridad con algunos jugadores. Pero quizás empiece a pesar más lo primero en la gestión de las rotaciones. No es fácil, porque lo intentó Lopetegui en Villarreal y la primera parte fue nula, pero debe dar con ello, saber qué piezas pueden estar y no estar, cuáles combinar, para que el resultado sea fiable siempre o casi siempre.

Tras esa primera parte floja y cansina el Sevilla se recuperó en la segunda para generar algo más pese al buen partido del Valladolid, pero no pudo pasar del empate. Un empate que a falta de seis jornadas le permite sumar y saberse poseedor de la cuarta plaza, pero que frena una oportunidad inmejorable para haber metido distancia de por medio y asegurarse un buen porcentaje de posibilidades de jugar la próxima Liga de Campeones.

No es la primera vez que el Sevilla se atasca cuando parece llegar lo más llano. El conjunto de Lopetegui es un equipo fuerte, competitivo, muy superior en muchos aspectos, pero cuando esas diferencias y virtudes no se traducen en gol cuesta que los partidos sean claros o fáciles. Para bien o para mal. Todo partido del Sevilla es un partido límite, apretado, ajustado.

A ello se le sumó que el Valladolid salió con un buen plan magníficamente ejecutado. Jugó muy bien, todo sea dicho, lo que no exculpa a un Sevilla que por ejemplo en la primera mitad anduvo cansino, sin ideas, espeso. Salvo unos primeros 20 minutos de intercambio de goles, con el encuentro un poco enloquecido, con ocasiones y llegadas por ambos bandos, no vio ni pudo penetrar en las filas pucelanas, muy juntas y solidarias. Cuando el Valladolid se situó, al Sevilla se le acabaron los huecos, las sorpresas. De hecho, en esa ida y vuelta Navas llegó varias veces, una sirviendo un pase a Ocampos que este estrelló en el larguero. Pero poco más, entre otras cosas porque De Jong siguió siendo un cero a la izquierda. No generó nada, y por arriba en los balones aéreos tampoco salió vencedor. Sin remate, sin juego aéreo... el holandés se quedaba en nada.

El gol del Valladolid, en una jugada a balón parado perfectamente materializada, como casi todo lo que hizo el equipo de Sergio, precipitó al Sevilla, que desde entonces se quedó mudo, con un Mudo además que rompía a veces la exigencia física del equipo, por lo que la presión, arma sevillista de Lopetegui, naufragó. Por el Mudo y porque a Fernando se le notaban a veces las piernas y no llegaba siempre. Ahí se le notó algo más fatigado al Sevilla, que ejecutó sin suerte exigentes presiones de las que el Valladolid salió airoso física, técnica y psicológicamente.

Lopetegui vio la falta de frescura del equipo y en el descanso retiró a un Fernando fatigado y a un De Jong nulo. Dos piezas inocuas en la primera mitad en sus respectivas funciones.

El Sevilla mejoró bastante, con Suso participando activamente en el juego y con el equipo con nuevos bríos y movimientos. Además se metió en campo contrario sin complejos, con Munir como delantero centro combinando en 5 minutos más que De Jong en toda la primera parte.

Tuvo buenos minutos el Sevilla e incluso marcó en una buena jugada de Navas con remate de Munir, pero VAR anuló el tanto por fuera de juego. Ese golpe psicológico pesó en el Sevilla, al que le costó a partir de entoces, el minuto 55, volver a encontrarse como en esos 10 primeros minutos de la segunda mitad.

El Valladolid además supo cortar ese ritmo más alto de los locales con faltas, pérdidas de tiempo, cambios...

Siguió moviendo fichas Lopetegui metiendo a En-Nesyri y pasando al equipo del 4-3-3 al 4-4-2, con Suso y Ocampos de extremos a veces y otras de interior. No terminó de encontrarse el equipo en el juego mejor con esas posiciones, aunque ya había perdido hacía tiempo la calma en el juego y la había sustituido por el corazón y el empuje.

A base de eso, de empuje, sumó un penalti riguroso el Sevilla que transformó Ocampos. Pero las buenas ideas y combinaciones del inicio de la segunda parte apenas aparecieron más, porque además el Valladolid también con los cambios ganó entereza y no tuvo demasiadas fugas.

Los 10 minutos más los 6 de descuento (que debieron ser lo menos 10 por el VAR, los cambios, pérdidas...) no registraron prácticamente ningún tiro a puerta más ni ninguna oportunidad más. Solo balones una y otra vez a Navas que se enfrentaba al mundo, tres o cuatro jugadores, y era complicado sacar una jugada clara. Se agotó el partido con el empate, un ritmo de tortuga que por ahora basta, pero que no bastará a priori para la Champions.

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