Nadie quería jugar en Elche

Hay veces que nadie puede esquivar a los tópicos. El Sevilla FC está tocado. O directamente grogui, si quieren. Intentando digerir todavía el mayor palo sufrido en años. Algo que requiere de un tiempo que no hay. Cuando uno ha emprendido el camino adecuado pero de repente es golpeado y derribado, se levanta, escupe sangre, se sacude el polvo de las dudas y vuelve a caminar. A paso lento, primero. Al trote cuando se pueda. Y al galope cuando de verdad uno se haya recuperado, si es posible. Y eso no sucede en tres días.

Ocurre que el Sevilla FC se plantó en el Martínez Valero con pajaritos aún revoloteando por su cabeza. Escenario ideal para creerse que podía recuperar el galope fácil y rápidamente, sin que nadie lo impidiera. Y no. Menos aún como llegaba, repleto de tiritas por todo el cuerpo. Intentó, creo, Julen Lopetegui repetir la fórmula que tantas veces le dio éxito fuera de casa: tranquilidad, bacanal de pases de seguridad, amarre de los laterales y ya encontraremos la jugada del 0-1. Lo puedo llegar a entender, pero cuando el viento cambia de dirección, su más leve ráfaga te puede desequilibrar en ese habitual alambre. Sobre todo cuando te faltan tantas piezas básicas.

Y eso pasó. En sólo unos días, un imponente Sevilla FC, histórico en su racha, feliz en su atalaya y fantástico en su juego se ha ido por el desagüe. Hasta exhibirse insultantemente minúsculo en el Martínez Valero. El Sevilla ha desaparecido. Si en el Camp Nou se dieron todas las circunstancias necesarias para que fuera eliminado, por extrañas que fueran, a Elche acudió con una cara que lo decía todo. Porque así es el deporte, un estado de ánimo que puede cambiar de repente. La furia llevará a algunos a ver un cansancio físico especial, a rescatar tópicos sorprendentes sobre el entrenador e incluso a manías con jugadores concretos. Cualquier cosa para explicar lo inesperado. Pero esto es más sencillo y apunta más a la cabeza.

Lo siguiente es la Champions. El Dortmund. [Antes de que esta crontracrónica fuera siquiera publicada, Haaland ya le había colado dos tantos al Bayern de Múnich]. Allí no debe recuperar el trote, sino directamente el galope. Si en la ida demostró tener argumentos para poder optar a la remontada, en Elche no pudo disimular un estado anímico incompatible con dicha empresa. El ritmo de Rakitic, la desorientación del Papu Gómez y la visión nublada de Lopetegui resultaron tan contundentes como desoladoras. Nadie en el Sevilla FC tenía ganas de jugar en Elche. Todavía no. Lo que todos querían era volver a jugar el tiempo de prolongación del Camp Nou. Y eso es imposible.

En el Martínez Valero volvimos a ver a un Sevilla sin laterales sumándose al ataque. Escudero y Navas no ayudaban a Munir ni Ocampos. El Papu estaba exiliado de la zona de peligro y De Jong vivía de espaldas a todo y a cámara lenta en balones que no le fueran al pie o a la cabeza, que nunca llegaban. Si el miércoles el gol de Piqué hizo mucho daño, este sábado fue el del propio Sevilla, también en la prolongación, el que echó sal a la herida. "¿Ahora?", se exclamó en miles de hogares sevillistas tras ver un centro, muchos jugadores de rojo en el área rival y De Jong rematando a gol al fin de cabeza.