Todo el mundo en pie
Hay veces que resulta imposible decir adiós. De repente aparece un nudo en la garganta que lo impide. Las lágrimas brotan y uno se vuelve mudo. Pero al final, no hacen falta palabras. Basta un gesto, una mirada o un agarre de manos. Franco Vázquez se empezó a despedir este miércoles del Sevilla FC y su hinchada. Sin poder articular palabra, bastó su penúltima media verónica con el pie izquierdo sobre el tapete del Sánchez-Pizjuán. La imponente soledad de una grada vacía se le cayó encima al argentino a atender a la prensa. Más Mudo que nunca, las lágrimas le impidieron cualquier amago de insinuar un "hasta siempre".
Como los buenos toreros, Franco Vázquez colecciona detractores (ahora llamados 'haters') y sumisos devotos. Los mudistas. Esos que este miércoles se van con una sonrisa a la cama no sin antes haberse puesto en pie delante del televisor. El Mudo, más allá de filias y fobias, merece un último aplauso tras no pocas tardes de gloria en el Sevilla. Ante el Elche CF, en Nervión, emergió de las tinieblas en las que se ha dejado atrapar para despedirse como mejor sabe: pase clave a la primera, taconazo, cachitas y gol. Olé.
Pero es hora también de ponerse en pie ante el Sevilla FC de Lopetegui, aunque queden aún 11 partidos. Se disputaba la jornada 2 en Nervión, pero resulta que son ya 43 los partidos que ha jugado el equipo de Julen Lopetegui. Y serán 44 el sábado, seis meses después del primero de ellos, la final de la Supercopa contra el Bayern. Casi medio centenar de envites en 24 semanas. Que es lo mismo que decir que el Sevilla ha venido jugando, sin pretemporada, un partido cada cuatro días durante los últimos seis meses. Va a quedar cuarto con la gorra, ha rozado la final de la Copa del Rey ante el FC Barcelona de Messi y casi ha dejado al equipo del mejor delantero del mundo sin cuartos de la Champions. Todo al mismo tiempo. Olé.
Pero hay otros dos personajes que merecen también un aplauso en pie. El que suscribe pintó a En-Nesyri de gris a principios de temporada: un jugador aparentemente torpón y falto de habilidad técnica pero con una capacidad notable para generar ocasiones. Calculaba entonces que en un equipo como el Sevilla llegaría a 15 goles y que, por tanto, sería un delantero de indudable nivel para el equipo de Lopetegui. Bueno, pues a falta de 11 partidos para el final del curso, el marroquí lleva 21. Una cifra que no es que espante las dudas sobre su valía, sino que inaugura otra cola interminable para inclinar la cabeza ante Monchi y proceder al enésimo besamanos. Olé.
El caso es que los números de En-Nesyri, tanto en coste de adquisición como en goles marcados (27 en año y pico que lleva en Nervión), dejan en bandeja otro análisis. El Sevilla tiene una política de fichajes que por el hecho de estar instalado en la nobleza europea desde hace tiempo no debe cambiar. Y menos en el caso de los delanteros, los jugadores más caros. En más de una tertulia de bar, ahora trasladada a las redes sociales, habrán escuchado la necesidad de fichar a un delantero de 25 goles. O que el Sevilla FC debe gastarse 35 millones en un goleador. Claro, pero ¿cómo?
Si un equipo como el Sevilla ficha a un delantero por 35-40 millones, échense a temblar. Y háganse una pregunta: ¿por qué no lo ha fichado un equipo superior? El club nervionense no debe variar jamás su receta, aplicada a este caso sería ir a por un delantero que pueda marcar 25 goles pero que todavía no los haya marcado. Y aquí emerge una operación como la de En-Nesyri, marcada por el sello de Monchi. Los 20 millones pagados al Leganés fueron una apuesta importante, pero ninguna locura. No lo era por edad y margen de crecimiento del jugador, ni mucho menos lo es ahora que se le caen los goles.
Estas líneas las he escrito, por supuesto, en pie. Lo merece la temporada del Sevilla FC.