¡Pero esto qué es!

Lo del Sevilla FC es grave. A nivel futbolístico, el equipo está en uno de los peores momentos de los últimos dos años, que ya es difícil. Dentro de lo que está haciéndole pasar al sevillismo en este tiempo, los dos partidos perpetrados en Vigo y Londres en un lapso de cuatro días son altamente alarmantes. No se recuerdan, aunque el ser humano en su mayoría tiende más a quedarse con los buenos que con los malos, tramos tan malos y tan seguidos.

Ante el riesgo de que se me califique como ventajista, novelero o advenedizo mientras se va leyendo este artículo de opinión, recuerdo que cuando a las primeras de cambio nadie quería a José Luis Mendilibar y cundo el vasco fue destituido, ya plasmé unas líneas sobre esos asuntos. Vaya por delante además el respeto a Diego Alonso, porque uno tiene la humana virtud de que la gente, en general, le cae bien y obtiene el beneficio de la duda. Cuando uno ha llegado a ser seleccionador de Uruguay y a dirigir en un Mundial, algo tiene que haber. No sabemos el qué en España. Por mucho que el comentarista de Londres esperara que el Sevilla fuera más el Sevilla de Diego Alonso, ¿qué es el Sevilla de Diego Alonso? ¿Y tú me lo preguntas?

El Sevilla saltó al campo en el Emirates Stadium con el único propósito de no ser goleado, algo que consiguió más por la condescendencia del rival que por su pericia defensiva. La alineación fue toda una declaración de intenciones ante un equipo mejor, sí, pero al que -con Gabriel Jesus y Odegaard- se le hizo daño durante un tramo largo en Nervión, sólo por tratar de imponerse. Aquel día, no pocos salieron contentos del estadio pese a que su equipo solo protagonizó esos minutos y nunca jamás estuvo cerca de ganar el partido. Especialmente aquellos que denostaron a Mendilibar en cuanto se perdió el primer día después de Budapest. Un club ganador como el Sevilla y una afición que lleva a gala su exigencia para todo, incluso cuando no toca, no se puede permitir jamás poner paños calientes a una derrota. Si no se pusieron en Montjuic, no toca hacerlo tampoco ahora.

Un club ganador como el Sevilla y una afición que lleva a gala su exigencia para todo, incluso cuando no toca, no se puede permitir jamás poner paños calientes a una derrota

Ese ni puede ser el plan de un heptacampeón de Europa. Se puede perder, claro que sí, pero competir es lo mínimo y el equipo de Diego Alonso no lo hizo en la capital inglesa. La RAE dice que competir es “contender entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa”. Está claro que el Arsenal y el Sevilla jugaron a cosas diferentes sobre el césped del Emirates Stadium. Un equipo a ganar y otro a no se sabe muy bien qué.

El consejo ha determinado que hay que tener paciencia con el uruguayo. Lo dicen los mandamases públicamente, lo que suele ser indicativo de que la guillotina se está afilando en talleres. Es menester que se tenga paciencia con todos los entrenadores, y nunca defenderé una destitución con sólo cinco partidos en el haber. O seis, o siete, o diez. Sin embargo, como por la boca muere el pez, la paciencia no puede ser el argumento cuando no lo fue hace un mes para honrar a un entrenador campeón.

De entre todas las expresiones, miles de expresiones, que la inmensa carrera televisiva de Matías Prats dejó para la posteridad, la especial guasa española recuerda una que le viene muy bien a este Sevilla FC. Antes, durante, y después de los partidos. Y casi todos los días. ¡Pero esto qué es! Y un derbi en lontananza. Arrea.