Es la primera gran ‘víctima’ de Abelardo y el Grupo Orlegi: del Sporting de Gijón a casa

En el Sporting de Gijón hubo salidas inesperadas durante el verano, como por ejemplo la de Manu García o la de Fran Villalba. Ambos eran titulares habituales la pasada temporada, y se esperaba que siguieran en la plantilla, pero el primero se marchó traspasado al Aris de Salónica, mientras que el segundo pidió ser cedido al Málaga. Asimismo, otra marcha con la que nadie contaba era la de Pablo Pérez, pues gozaba de la total confianza de Abelardo Fernández.

De hecho, una de las primeras peticiones que hizo al Grupo Orlegi fue asegurarse su continuidad, y renovar su contrato, que expiraba el pasado 30 de junio. Todo parecía estar cerrado, y el acuerdo se daba por hecho, pero la operación sufrió un giro radical en el último momento, y Alejandro Irarragorri decidió que lo mejor era separar los caminos. Una noticia que también pilló de imprevisto al propio futbolista, que se llevó una decepción brutal.

Lamentablemente, no le quedó de otra que asumir que su futuro no pasaba por El Molinón Enrique Castro ‘Quini’, y comenzar a buscar rápidamente equipo. Pero como ha recordado el portal ‘La Voz de Asturias’, aún sigue buscando. Con la campaña ya iniciada desde hace un mes, está encontrándose muchas dificultades para poder encontrar un puesto de trabajo, pues las lesiones que ha sufrido en los últimos años han provocado que su caché caiga en picado.

Nadie se ha mostrado dispuesto a darle una oportunidad a Pérez, a pesar de la valiosa experiencia que tiene en La Liga SmartBank y en La Liga Santander. A sus 29 años no pierde la esperanza, y confía en poder aterrizar pronto en algún sitio, pero desgraciadamente no lo está teniendo nada sencillo. El ex del Alcorcón no guarda rencor al Sporting, ni muchos menos a Abelardo, con quien mantenía una relación excelente, pero como es lógico sí que debe de estar decepcionado.

Lo único que le queda es seguir trabajando y ponerse en forma, y esperar pacientemente alguna llamada que le saque del paro. Y por supuesto, no perder la fe.