Un club al que solo le quedaba el orgullo de los triunfos pasados, con una plantilla que perdía valor, con una deuda creciente, con una afición descontenta con el máximo accionista y, en definitiva, con una entidad a la deriva. Ese fue el panorama que Mateu Alemany encontró cuando llegó al Valencia CF. Dos años después, los blanquinegros habían encadenado dos clasificaciones a Champions League consecutivas, un título de Copa del Rey y, a nivel financiero, incrementó los ingresos de los de Mestalla. Pero Peter Lim prescindió de él y, casualidad o no, volvieron los problemas. El equipo perdió el rumbo, la plantilla se desvalorizó y las competiciones europeas y los títulos se convirtieron en cosas del pasado.
El Valencia CF ha desmantelado la plantilla que consiguió el último título de la entidad. Ha vuelto al modelo directivo que reinó desde 2015 hasta la llegado del mallorquí y la tensión y los malos resultados vuelven a estar a la orden del día. Todo lo conseguido en dos años ha sido dilapidado por la gestión de Meriton en un año. Mientras, Mateu Alemany sigue sin equipo, pero ofertas no le faltan.
Mateu Alemany aterrizó con la temporada 16/17 coleando y con la sombra del descenso todavía demasiado cerca. Con esa base, se planteó el reto de devolver al Valencia CF a posiciones europeas, aunque en los primeros meses nadie se atrevía a mentar la Champions. Para ello, se necesitaban fichajes, muchos, y las posibilidades económicas eran escasas tras dos años ocupando la decimosegunda posición. Ahí llegó la primera decisión difícil: invertir, para crecer. El flamante director general arriesgó la temporada, propuso un puerta grande o enfermería. Con Marcelino como técnico, optó por fichajes que, aunque llegaron con cesiones o condiciones económicas favorables, tenían un coste mayor del que club sin Europa se podía permitir.
Mateu Alemany confió en su equipo de trabajo, en sus fichajes y en las posibilidades del grupo que había conformado. El Valencia CF logró clasificarse a Champions cuando todavía quedaban jornadas por disputarse. En la 17/18, entre la apuesta del mallorquí y la herencia meritoniana, los gastos corrientes (sueldos), superaron con creces los ingresos del club. Con un equipo de trabajo serio, que conoce el mundo del fútbol y sabe dónde buscar los beneficios, las posibilidades de que los riesgos deriven en beneficios son más altas. En el centenario, pese a un mal inicio donde se puso en duda al técnico, el director general fue firme, nueva clasificación a Champions y nuevo aumento de ingresos. Por primera vez en mucho tiempo, los de Mestalla ingresaban más de lo que gastaban.
En un tiempo donde la afición necesitaba buenas noticias, cualquier intento de cambio por parte de Meriton era recibido con los brazos abiertos. Mestalla solicitaba hombres de fútbol y Alemany lo era. Sin embargo, también existían reticencias. Un director conocido por su pasado en el Mallorca, que había sonado en varias ocasiones para el Real Madrid, amigo de Gil Marín y con el beneplácito de Tebas. Aun así, nadie le exigió que fuera un valencianista de pro (aunque las imágenes de la final de Copa demostraron cómo le caló el murciélago); la hinchada quería un profesional.
De forma casi mensual, Mateu Alemany comparecía ante los micrófonos, respondía las preguntas, se exponía a las cámaras en el palco de Mestalla y, sobre todo, era claro. El exdirector del Mallorca podía no coincidir con los planteamientos de Mestalla o callarse información, pero rara vez le pillaron una mentira. Para muchos, fue demasiado laxo con las actuaciones arbitrales, demasiado indulgente con Javier Tebas; mantuvo a Marcelino cuando ni Meriton confiaba en el asturiano y explicó al aficionado un mantra que, con la llegada de un magnate, creyeron que no volverían a escuchar: para crecer y fichar, hay que vender.
La relación con la afición se estrechó. Entendió qué fútbol gustaba y había triunfado en Mestalla y con Marcelino y Longoria formaron un tridente que devolvió al Valencia CF a la élite. Defendió los intereses del club, mejoró los acuerdos con los publicistas, buscó una solución para el nuevo estadio (probablemente con la crisis sanitaria se hubiera caído dicha opción de todas formas) y tuvo la guinda: la Copa del Rey. Pero ese no era el modelo de Meriton, primero cayó el técnico y el siguiente sería el director general. Las relaciones con la afición se rompieron. Un año después, los ches vuelven a vagar por la clasificación, sin fichajes ni proyecto y con unos dirigentes que, pese a haberlo prometido, continúan sin comparecer ante los medios.
Y mientras el club va a la deriva, hoy Alemany es uno de los candidatos para entrar en el Barcelona. Cuentan sus cercanos, eso sí, que si Peter Lim se lo pidiera, él regresaría a concluir lo que empezó en Mestalla, pero tendrían que darse una serie de condicionantes y no parece el singapurés demasiado dispuesto a dar marcha atrás en ninguna de sus decisiones.