De ilusos, soñadores y creyentes; el equipo alimenta la fe de la afición

Dos meses y medio después, el balón volvió a rodar de forma oficial en La Romareda. El rival y muchos de los futbolistas fueron distintos, pero la ilusión y las gargantas de los aficionados se mantuvieron intactas desde aquella noche mágica en la que se despidió a Alberto Zapater. La Romareda acogió cerca de 17 millares de personas y comenzó a desprender un aura de equipo grande, de esperanza y de pleno disfrute. Escribá exhibió un once de gala en el que casi la mitad de los futbolistas que lo formaron eran canteranos, mas en el banquillo se encontraban otros cuatro, lo que evidencia el buen hacer de la Ciudad Deportiva en los últimos años.

El ‘modus operandi’ de Escribá se pudo ver con claridad nada más arrancó el choque: rombo al atacar y 4-4-2 a la hora de defender, con Maikel Mesa caído hacia banda. Con el dominio del balón por bandera se acercó el Real Zaragoza a la meta rival, pero no fue hasta el minuto 20 cuando se avisó seriamente. Azón definió con su pierna izquierda tras un pase exquisito de Maikel Mesa, pero el balón no entró por centímetros. Bakis, en la siguiente jugada, estrelló el esférico en el brazo de un Iker Álvarez que se hizo enorme frente al turco. Poco después, Álvarez realizó un gran intervención, pero esta vez no fue Iker, sino Cristian. El rosarino repelió con el pie un fuerte disparo de Ontiveros y sostuvo a un Real Zaragoza al que por momentos le entraron ciertas dudas. 

Una vez comenzada la segunda parte, y con el Villarreal B disputando sus mejores minutos, el Real Zaragoza avanzó con cierto peligro, y allí donde hay peligro, está Maikel Mesa, que inauguró el marcador con un recurso elegantísimo tras una jugada en la que la fe de los futbolistas por luchar cada balón fue el denominador común. Pocos minutos después hizo lo mismo Francho en una jugada similar pero algo más enmarañada en el área, la cual fue finalizada con una espectacular volea del canterano. La afición estalló de alegría y muchos de ellos, al igual que hizo Bakis, se llevaron las manos a la cabeza fruto del asombro.

El Real Zaragoza, con el encuentro sentenciado, dominó sin problemas en los últimos compases del partido e hizo disfrutar a aquellos que, en pleno agosto y con un calor asfixiante, acudieron al estadio y a aquellos que siguieron el encuentro desde la lejanía. Marc Aguado se erigió como jugador total y Germán Valera ofreció los primeros chispazos de esa electricidad que le caracteriza. De esta manera, el Real Zaragoza inicia la temporada con una victoria frente a su afición, que ilusionada se fundió con el equipo entonando el “moverse maños moverse” al finalizar el partido. Esto acaba de comenzar, pero la forma en la que se ha hecho invita a la ilusión y a pensar en que el león se está despertando.