El séptimo, la Primera
Por Juanma Garrido Anes
(Estadio Deportivo)
El segundo vagón ya está listo, fue el presentado el martes. Los vagones que le siguen, que irán unos adornados con guantes, otros rotulados con la palabra GOL y el resto –según dicen- irán perfilados para el buen trato del elemento en cuestión, poco a poco irán entrando en la vía, ya veremos con qué rectitud y aceleración. Como cuando se planifica un viaje, el trayecto siempre está más o menos claro en la partida y destino, pero todos sabemos lo que implica salir de marcha acompañado: imprevistos aquí y allá, vehículos ajenos que te atascan… e incluso policías –léase árbitros- que te quitan la cartera y la gasolina sin rubor. Y si el vehículo en el que uno se lanza a la aventura tiene el cuentakilómetros saturado, la cuenta corriente peor que Bankia y más golpes que los nudillos de Chuck Norris, a rezar toca.
Le comentaba a un amigo hace poco que no hay una presentación de un entrenador que no embelese ni ilusione (salvo que esté Clemente por medio, claro). En todas las puestas de largo de los primeros espadas se tocan los mismos palos: jugar bien, enganchar al aficionado, ser valientes, imponer un estilo y, por supuesto, resultados, resultados, resultados. ¡Ah!, y la cantera, claro. Está por nacer aún el entrenador que el día de su estreno diga que no contará con los chavales que tiene ya en su cuna; eso sí, la mitad más uno de esos mismos ni los mira. Los entrenadores pueden parecer muchas cosas pero inteligentes lo son un rato y Barjuan, que en tiempos fue un torero de plazas de primera (aunque hayan vetado la de su ciudad), seguro que sabe de sobra lo que necesita la empresa.
Sergi comanda ya el segundo vagón aunque en realidad sea el maquinista. Que ¿dónde está la locomotora? Pues en preferencia, en los goles y en la tribuna; y en los desplazamientos. Es la grada y son los fieles, a los que este club les debe tanto por el paripé de los últimos años, los que de verdad marcarán el ritmo. De momento, desde el regreso a la tierra Sergi es el séptimo cirujano (si no se cuenta ‘lo’ de Merino) que intenta apartar al enfermo de la convalecencia, tapar la sangría y recuperarlo para la causa. Que tenga usted buen pulso, doctor.