'Esta no es otra pena, Mariano', por Fede Quintero
Esta no es otra pena, Mariano… No es una pena más. Dejar huérfana a tu redacción no es algo que te vaya a perdonar fácilmente. Bien sabes que no te lo voy a perdonar nunca.
Dentro de cinco días tengo que volver a mi mesa, a mi ordenador de siempre. Y no es justo que cuando mire a la derecha me encuentre de ahora en adelante un enorme vacío, el mayor que puede tener ese lugar. Esta no es otra pena, Mariano.
Creo que nunca llegamos a entender bien la juventud que poseías. Desde que llegué a Marca, hace más de diez años, nos hemos empeñado en hacerte homenajes. Recuerdo, que el primero, a tus 70, fue en el restaurante de mi padre en la calle Betis. ¡Qué de cuerda te quedaba! Después ha venido uno por cada cumpleaños y otros muchos, ya más públicos, que te han hecho en el último año.
No he podido agradecerte que en estos últimos tiempos me ofrecieras tu confianza más profunda. Las charlas que hemos tenido de unos meses para acá me han demostrado que nuestra amistad era muy transparente. Como si no nos importaran los 50 años de diferencia. Escucharte y sentir que te abrías a mí como lo has hecho en este tiempo me hizo ver tu enorme humildad y el respeto por la gente que querías. No sabes lo orgulloso que se siento de poder sentir ahora que te fuiste manteniendo conmigo esa complicidad.
Conservo en mi cajón los recortes de prensa que casi a diario me guardabas sabiendo que me iba a gustar o cabrearme tanto como tú al leerlos. Pero me dejas sin muchas cosas de mi día a día. Ya no te abrazaré cada vez que aparecías por allí, ya no diré chistes malos en voz alta mirando de reojo para ver si te reías y esperando oír ese "eres de lo que no hay". Ya no iré a Los Hispalitos cuando se cumplan las doce del lunes del Alumbrao. Ya no vendrás más a mi caseta. Ya no veremos más el fútbol en la emisora de radio un domingo por la tarde ni nos meteremos con quien tú sabes que nos metíamos siempre. Ni siquiera podré llevarte más a tu casa. Ni meterme con tu cubanita ni gastarte bromas que sé que te hacían sentirte más joven y uno más. Ya no podré decirte por enésima vez, que como sigas así no te haremos contrato en Marca.
Yo sé que esta tremenda tristeza (porque esta no es otra pena, Mariano) se irá mitigando según pasen los días y me quedaré con lo que nos hemos reído, con esas preocupaciones que te rondaban en la cabeza últimamente o con tu afán de no molestar y hablarnos de verdad como si tú fueras el aprendiz. Me quedaré con esas confesiones que me hiciste no hace mucho.
Será que esto aún no me lo creo. O no me lo quiero creer. O será que deseo volver a la redacción y que nada haya cambiado. Te echo de menos Marianín, te echo mucho de menos. Porque esta no es otra pena, tú sabes que no lo es.