El Sevilla en crisis, parte I: el entrenador
El Sevilla sigue ofreciendo un rendimiento por debajo de su nivel, por debajo de su objetivo y por debajo de sus prestaciones reales. De seguir esta tónica, las primeras decisiones comenzarán a llegar, y habrá que calibrar qué cuota de responsabilidad tienen los protagonistas en el club en la decepción que está suponiendo esta temporada en el Sevilla.
Empecemos por el entrenador, el que primero pagará los deficientes resultados del equipo si continúa la misma tónica. Míchel se ganó la confianza de Monchi y Del Nido la pasada temporada sin conseguir sus objetivos. Había confianza en que enderezara el rumbo de la plantilla y que volviera a instaurar una disciplina perdida.
Bien. Lo cierto es que el Sevilla, antes de Míchel y con Míchel, sigue siendo inconsistente; el Sevilla, antes de Míchel y con Míchel, sigue siendo irregular; el Sevilla, antes de Míchel y con Míchel, sigue rindiendo por debajo de su nivel; el Sevilla, antes de Míchel y con Míchel, sigue siendo frágil defensivamente. Por todo ello, parece claro que de momento el técnico madrileño no está sabiendo transmitir correctamente sus ideas a su equipo, no está siendo determinante en su trayectoria. Lo que más se ajusta a su papel, pasadas las jornadas, las semanas y las estaciones, es la intrascendencia. Todo parece seguir igual que antes de su llegada.
Quizás sea porque el problema es mayor que el entrenador, pero también es cierto que el entrenador no ayuda a erradicar los problemas que a lo mejor tienen su raíz más sumergida que en la mera conducción del grupo. En todo caso, en contra tiene Míchel que por ahora no ha aportado soluciones. "Las tienen los jugadores", ha dicho en alguna ocasión.
A su favor, en todo caso, parece contar por ahora con el apoyo de sus mismos futbolistas, a los que también ha sabido sacarles un gran rendimiento en partidos y momentos determinados (Real Madrid, Barcelona pese a la derrota, Betis). Un rendimiento no regularizado, no normalizado y que además tiene ante sí un denominador común en los tres partidos referidos: motivación extra, agresividad extra y acierto.
Ese es el plan de Míchel, el único que hasta el momento le ha funcionado. Cuando no se le han puesto los partidos de cara, y salvo la excepción del Mallorca, el Sevilla no ha sabido mutar ni adaptarse a las circunstancias de los partidos, generalmente claro. El Sevilla de Míchel solo tiene una fórmula, que cuando funciona es válida, pero es poco versátil, poco polivalente. Un buen ejemplo fue el partido ante el Málaga. Gran primera parte, acierto nulo, como consecuencia, derrota. No es capaz este equipo de fiar su suerte a la defensa, a los contragolpes o al intercambio de golpes. Solo es capaz de fiarla a un modelo de partido que cuando se ha dado funciona, pero que se ha dado poco, muy poco en estas primeras 16 jornadas. En ello tiene que ver que a veces el técnico se pasa de revoluciones y, valga la redundancia, revoluciona el partido antes de tiempo. Quizás tenga que ver esa ausencia de término medio en los planteamientos, esos grises que nunca aparecen entre el blaco y el negro del Sevilla, las dos caras de las que habla Míchel.
Puede que tengan que ver mucho los futbolistas, por supuesto, pero está en el entrenador saber comunicar sus ideas, hacerlas llegar y plasmarlas en los partidos. Y, además, los futbolistas le valen, el mismo técnico lo pregona. Pues si los futbolistas le valen para sus plantemientos, quizás entonces los que fallen sean sus planteamientos mismos.
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