… Y además, ‘la’ Twitter
La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Por si el patio no estaba lo suficiente revuelto, las redes sociales han terminado por agitarlo cual maracas de Machín pero multiplicadas por mil, así que ya tenemos el cóctel perfecto. Que cualquier mortal, sea cual sea su edad, profesión y pedrada que tenga dada pueda decir –o escribir- algo y que ese mensaje tenga repercusión hasta en Camberra gozará de muchas ventajas, pero también de ciertos inconvenientes. Y algunos deberían tener siempre presente eso.
Vaya por delante que todos son muy libres (estaría bueno) de hacer lo que le salga del fondo de sus queridas entrañas, que para eso son suyas, pero luego que no se quejen de unas consecuencias que ellos mismos buscan a gritos. Basta asomarse un minuto al Twitter (‘la’ Twitter, Clemente dixit) para que, de un plumazo, a uno se le salgan los ojos de las órbitas al ver a un jugador contando chistes verdes, pero verdes, verdes, verdes oscuros, sin atisbo de rubor y sin tener en cuenta que le pueden leer hasta niños extremadamente pequeños; o a otro menospreciando a una escuadra rival cuando, en un futuro, ése puede el próximo equipo que le acoja; o a la amiga de la prima segunda de la novia de un futbolista metiéndose con el entrenador de turno porque no ha puesto de titular a su colega en tal partido. Todo eso (y mucho más) está, como las películas de Antena 3, basado en hechos reales.
Lo que me llama la atención no es que esos pobres angelitos metan la pata una y otra vez, que cuando uno es joven lo hace hasta cuando duerme, sino que no haya nadie a su lado que le eche una manita y le sugiera un poquito más de prudencia. Porque cada vez que dejan su sello en la red, para bien o para mal, la huella queda grabada para la eternidad y deberían saber que siempre habrá un demonio que sacará partido de eso cuando más le convenga. Que de buitres está el mundo lleno…