¿Para qué se meten?
La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Que sí, que están sometidos a una presión brutal y que es dificilísimo acertar siempre, pero la solución es sencilla: el que no acepte ser mirado con lupa por millones de personas y no aguante el estrés de lo que supone arbitrar en la élite ya está tardando en irse a su casa a buscar un par de cajitas de Alprazolam. Así de sencillo. Yo no soy cirujano porque me da tirria ver la sangre saliendo a borbotones y tengo un amigo que soñaba con ser piloto de avión pero que renunció a la ilusión de su vida porque le da vértigo sólo con mirar la ‘torre del Muelle’, así que si hay un árbitro profesional que no asume lo que rodea su trabajo es torpe e irresponsable a parte iguales. Pero cuando los trencillas de Primera división no tiemblan ni sufren sudores fríos es al mirar en el cajero la nómina a final de mes; sí, esa que tiene más ceros que la de un ministro. De eso ninguno se queja, ahí no sienten presión.
Sólo aquellos que conviven diariamente con el llamado ‘deporte de base’, sea cual sea la modalidad, son conscientes del terrible daño que los desvergonzados reyes del mambo arbitral provocan a los jóvenes trencillas que se enganchan a este mundo –casi siempre- por verdadero amor al arte. Los que se fajan en campos de tierra o pistas de minibasket son los que más sufren la incompetencia de los de arriba, sin perjuicio de que, por supuesto, haya padres asilvestrados que siempre dan la nota, ya sea en un encuentro benjamín o en la cola del Burger King. Los Díaz Vega, Sánchez Arminio y compañía, eternos cómplices de los penosos Iturraldes y Rafas Guerreros de antes y de sus sucesores ahora, hasta tendrán la conciencia tranquila pese a los escándalos que cada día brotan en el fútbol español. Año tras año, aquí no pasa nada, y el que saque los pies del tiesto ya sabe: pregunten a Paradas Romero cómo está montado el chiringuito si no se obedece.
Lo malo no es que se equivoquen, sino la evidente mala fe de algunos y la impunidad de la que gozan si son de la cuerda. Y quien se sienta vigilado y presionado, pues como lo de Manolete: si no sabes torear…