La espiral hipnótica
El Betis es una espiral hipnótica, de esas que se mueven y se mueven, que marean y marean, cuyos círculos concéntricos conducen incesamente a un centro que nunca se alcanza. Eso es, su afición al margen, el Betis, una espiral que marea y marea y que sigue sin conducir a nada.
Esos círculos mareantes están en todas las esferas, dentro y fuera del club, e impiden que se vea un futuro con claridad o al menos decisión. Son los que toman las decisiones, aunque no pongan la cara, son los que entorpecen operaciones, aunque no pongan el nombre, son los que intentan manejar la entidad desde las sombras, aunque se oculten.
El Betis sufre, y sufre mucho, porque se encuentra siempre entre dos aguas, los que pueden tomar las decisiones pero no quieren y los que quieren tomarlas, pero no pueden.
A este festín hipnótico se ha sumado también ya a última hora la jueza Alaya, que ya metió la pata con José Antonio Bosch y ahora se arriesga a designar como administrador judicial de las acciones de Lopera a un abogado que, más allá de su capacidad profesional para realizar su labor, que el tiempo dirá, llega rodeado de suspicacias por la relación con su marido.
En realidad, en el Betis ahora mismo son pocos los que quieren el BIEN del Betis, así, con mayúsculas. La mayoría, salvo contadísimas excepciones, quieren el bien de SU Betis, y si no es SU Betis, poco les importa el daño que estén haciendo. Parece que es preferible hipnotizar.
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