Vendetta de ida y vuelta
La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Se me salen los ojos de las órbitas cuando todo el mundillo deportivo da por hecho que si el Atlético de Madrid necesita vencer en el estadio del Barcelona en la última jornada de Liga para cantar el alirón, el cuadro catalán –si no se juega el título, claro está- le pondrá poco menos que una alfombra roja de portería a portería a Diego Costa para que marque goles como churros y los colchoneros logren el campeonato, perjudicando así el equipo de Martino al Real Madrid.
Sencillamente no, no y no; no me lo puedo creer. Supongo que tooodos los que insinúan esa desdicha, esa idea blasfema y demoníaca, estarán equivocados, porque si el club barcelonés ha promulgado algo en los últimos años –y, de forma especial, en el último lustro-, ha sido enarbolar como su única bandera el juego limpio, el fair play, la ética y la rectitud absoluta… La pureza de la competición, vaya. La necesidad de ser un deportista inmaculado la han vociferado de sol a sol sus presidentes, sus entrenadores (en la era Guardiola de forma especial) y los extraordinarios jugadores que posee la plantilla, desde Xavi hasta Busquets pasando por Iniesta, Alves y Piqué. Así que ese insidioso e hipotético caso de que el Barcelona sería capaz de dejarse perder, corrompiendo la competición, para que el Real Madrid no se llevara otra Liga, es completamente inventado e irreal. Faltaría más.
Cierto es que atendiendo a los escándalos de han rodeado últimamente a Laporta, a Rossell (por no hablar ya de Núñez y Gaspart) y a ciertos jugadores, ese supuesto ‘seny’ catalán se ha puesto ‘un poquito’ en entredicho, pero para eso están ellos, para enseñarnos a todos el camino correcto del deporte, del fútbol y de la vida. Seguro que todos se dejarían el alma intentando vencer al equipo de Simeone en ese último duelo, que la ética está por encima de todo, claro que sí. Lástima que, si ocurre lo contrario (que nooo lo creo), haya que recordarle al Real Madrid que, misteriosamente, hace pocos años se le notó ‘demasiado suave’ en un partido decisivo contra Osasuna que salvó a los navarros del descenso. Al cuadro rojillo lo dirigía, por cierto, un tal Camacho, y otros equipos se vieron perjudicados por esa ‘actuación’. Las vueltas que da la vida, ¿verdad?