Procesión por el monte de los olivos, Pico Mágina (Jaén) (y 2)
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Paseos y Ascensiones por el Parque Natural de “Sierra Mágina” (Pico Mágina: 2.167 m.)
Dedicatoria: A Miguel Hernández, que poetizó a los aceituneros de Jaén; a Paco Ibáñez, que les cantó Cita: Como si Jaén, Sierra Mágina y Cambil (pero, sobre todo, ´ella´) no hubieran ocurrido; como si tuvieran que suceder… PRIMER ´PASO´ DE LA ´PROCESIÓN´
30 de diciembre, jueves, San Sabino. La noche no se dio mal en casa de Enrique, el de la gata ´Melania´ y el perro ´Solo´. Enrique es mayor; sobre el cuerpo de su señora parece que los años no pasaran, cuando plancha, cuando teje, cuando cocina, sin olvidarse un domingo de prender velas al santo.
Dice Tobar, Don José María, en la frase del almanaque de este día, que “El dolor une a la familia tanto como el amor”. No sé a qué tipo de dolor se refiere el señor Tobar, pero yo estoy en condiciones de asegurar que mi dolor, cuando nació, desde aquel preciso momento, me desgajó de lo más mío hasta convertirme en el gajo huérfano de una naranja sin peladura.
Y así sigo todavía, buscando en mi pareja la alegría, y la encuentro, válgame Dios, a pesar de tanto obstáculo y sufrimiento. Treinta de diciembre, les decía, y como ella viene del ´norte´ cansada por una gripe que la hizo presa a destiempo, tomamos, con buen criterio, la sabia decisión de escoger una ruta que no la fatigue más allá de lo estrictamente necesario.
Agarramos el mapa con ganas (la portada, un campo de olivos, qué, si no), lo extendemos en la mesa con ilusión y nos fijamos en él con alegría, y con calma decidimos que no estaría mal si fuéramos capaces, recorriendo una senda, de alcanzar la LOMA DEL CHARCÓN, 1.127 metros, doscientos y pico más, solamente, que la altitud que alcanza Cambil, pueblo entre dos peñas que lo protegen de los vientos y de la hojarasca que vuela a la altura de los tobillos…
Es dar el primer paso y toparse con un olivo, si es que con él no nos hemos tropezado a la salida del portal de “nuestra casa”. Esto último es exageración, claro está, los olivos no crecen en las aceras de la calle de Las Moradas, pero sirve de metáfora para entender el insultante dominio de la oliva sobre cualquier otro fruto.
Y es que, en verdad, resulta espectacular tanto humillar como alzar la cabeza con su mirada, porque lo que nuestros ojos ven es olivo tras, delante o junto a olivo, guardando un espacio, o distancia, respetuoso, fila a fila, centurias, legiones, parece que Roma (-212 AC, tomando literalmente el testigo de un olivo fenicio, -1050 AC-), fue la que creo obra tan magna como si fuera circo, teatro, calzada o acueducto.
Decenas, centenares, millares, millones de olivos: es todo lo que nuestra vista alcanza un huerto, un verde mar por el que caminamos aprovechando el milagro que a cada paso se produce, las aguas se abren: son los caminos por donde circularán las máquinas de los olivareros, tierra seca, ocre, marrón, arenosa, pedregosa, la que se conforma con humedecer su lengua –si la tuviera-, para alimentar tanta raíz como se oculta bajo el tronco de cada árbol. El resto, el resto de la comida, lo pone el sol, este sol nuestro de cada día, “el sol de mi infancia” que inmortalizó Machado, que calienta casi igual en el solsticio de invierno que en el de verano…
…Por la mañana hace frío. Durante el día, calor. Al atardecer, y, sobre todo, entrada la noche, refresca. O sea que, con tanto cambio de temperaturas, uno no sabe lo que ponerse, o, mejor dicho, cuánto ponerse. Como se suele decir, más vale que sobre que no que falte, aunque de lo sobrante haya que desprenderse ya de salida y atárselo a la cintura con un nudo vulgar, resbaladizo y gabarrero Las gafas, imprescindibles para gozar de tanta hermosura como la naturaleza nos regala, colgadas van con un cordel desde mi cuello; ella las lleva libres de toda atadura, ora ocultando sus ojos, ora guardadas en cualquier bolsillo. Protegiendo la garganta, un pañuelo del Athletic Club; de guardaespaldas, como de un tiempo a esta parte, la mochila, nuestra, de los dos, y no porque yo ande muy fino, sino porque en su liviana figura debemos proteger la salud, tan quebradiza. Medio oculto en un olivo el doble de alto que yo, con esa sonrisa mañanera que el sol me fuerza a ´esgrimir´, comienza a andar la comitiva, se pone en marcha la procesión por este huerto terroso de los olivos…
El cielo es azul, tan limpio como los olivos, el polar morado que ella viste (“hoy he metido mis manos en las llagas de dios…y las he sacado moradas de dolor”….¡Cómo te recuerdo, poeta Miguel Suaña!) …y la cresta del pico Almadén que al fondo se divisa, como meta o algo así.
Si no hubiera otra cosa, si Mágina fuera tan sólo este paisaje con ella en su mitad, se podría decir que la venida hasta esta Sierra, Parque, Huerto o Mar, verde mar, ha merecido la pena: ¡es todo tan limpio, tan sencillo, tan a escala humana creado…que parece una bendición desde el cielo extendida!...”Hágase Mágina”, dijo un buen día Dios…y esta Sierra se ´hació´, y luego se hizo, para solaz de niños con faltas de ortografía al conjugar el verbo, y de mayores que se resisten, sin apenas esfuerzo, a dejar su condición pueril para asumir que ya se es hombre, como aquellos tres apóstoles, pero despierto,...
Claro, ya es de día, De día es: de trabajo, para unos, de ocio, para otros, que no somos sino nosotros, solos, una vez más, en la enésima aventura, en el último viaje del año, la excursión de la aceituna, no confundir con oliva, con ella no podría si para mí fuera lo que para los jiennenses es, el árbol, todo él, así dicho, en femenino, una aceituna yo tomé, con su ramita y todo, y entre los dedos de mi mano derecha la sostengo como si yo fuera paloma, aquella del Arca que Noé utilizara como ave del tiempo, ya cesó la lluvia, ya descendió, notablemente, el nivel de las aguas, salgamos, pues, de nuestro escondrijo, y divisemos, allá, a lo lejos, el gracioso y fotogénico Almadén, el que sale en los panfletos de “Rutas de Senderismo y Bicicleta de Montaña”.
Este monte, en concreto, que en palabras nos es sugerido circundarlo en bicicleta, y en línea morada, curva y ancha atacarlo a pie desde Pegalajar, parece estar tan cerca de nuestros pies que pena da no acometer su escalada aunque ésta no fuera, ni mucho menos, la promesa de este día. Visto el monte, pareciéndonos tan próximo, no sabemos en verdad si el camino lo hemos hecho bien o en algún lugar hemos errado. Pasar por el cortijo de Bornos, hemos pasado, y puede que, también, por la LOMA DEL CHARCÓN –es tan chica que por llanura la hemos tomado.
Sobrepasada ésta, se supone, más cerca de la montaña, en metros bimilenaria, que del pueblo de Cambil, el corazón nos dice ¡Hacia adelante!, y la cabeza, siempre más juiciosa, sobre todo la de ella, viene a ser como la brida del caballo que con sus riendas maneja, ¡Sooooo!... ¡Arre!, no sabe muy bien lo que hacer, le tientan, tanto como a mí, las faldas, el cuerpo y la corona del Almadén, y es por eso que va haciendo la goma, Camino, me detengo, prosigo…Y así hasta que yo le digo que, por esta jornada, la tarea está cumplida.
Mas ella, testaruda, y no sé el por qué, tira de mí hasta dejar los olivos, que, fatigados, no pueden con la acusada pendiente: modositos ellos, el relevo dan a otras especies arbóreas que gustan más de las alturas, tales, amplia es la lista, como la encina, el enebro, la coscoja, el pino, los retamales, los espartales…y, sobre estos niveles, en las partes más altas, el encinar autóctono que convive sin problemas con quejigales, acerales, cerezos silvestres, sabinas y enebros rastreros… Hasta estos últimos no llegaremos; fue ella, fui yo…¿quién fue el último en manejar la brida?...
El caso es que hubo un momento, antes de la alambrada, en el que tomamos asiento en nuestras banquetas de roca blanca como el Almadén, qué pena de cima desperdiciada, tan cerca… y no poder hacer nada por hollarla. No sé si ella me animó a que hiciera la cima en solitario, pero, en esta ocasión, sin ella, no quise, prefiriendo admirar, desde mi pétreo asiento, el carácter majestuoso de una montaña sobre la cual, al día siguiente, el bueno de Enrique, otrora, allá en su juventud, andarín y pistolero, nos habría de contar, a modo de historia y leyenda, la aventura que dio origen al bautizo de esta prominencia…
Volver la vista atrás es bueno a veces, ya lo dice la canción, para saber, en este caso, lo mucho y bueno que atrás hemos dejado: picos, sierras, lomas, un grandioso huerto de olivos y, a nuestro lado, un árbol desnudo, qué bello, ojalá no viniera nunca la primavera para vestirlo.
Como ya hemos comido, tarde es, no por el tiempo, que no nos apremia, sino por la parte del día que nos toca vivir: mañana, tarde y…¡demasiada luz como para que el día se rinda!, pero menos sol, o más alejado, en consecuencia, los grados bajan, gorro en la cabeza, cortavientos ´acremallado´ hasta la nuez de mi cuello escondido; una mano en el bolsillo, la otra, libre, apoyada sobre mi rodilla izquierda para que, levantando la vista, y mirando recto al horizonte, veamos del Almadén su parte más blanca y altiva; del resto, como el camino describe un meandro, se encargan los árboles para ocultarlo, no sé si encinas, si pinos, si quejigales. Dejando el Almadén por un momento, le doy la espalda sin miedo (no espero de mi gesto una traición) y miro al frente, observando el camino de regreso que debemos recorrer.
Y he aquí, sin saber si fue por causa o azar, que en la cuneta de hierba alta del camino me encuentro a ella, tan frágil, tan tierna, tan adorable…que resulta, a mi parecer, el reclamo perfecto para promocionar lo profuso y denso que es el olivar en esta sierra: escalando la loma, reposando en el llano, ascendiendo los cerros…¡Olivares!...¡Todo son olivares de frente y hasta el horizonte! E, incluso, mirando hacia atrás para ver, por última vez en este día, el blanquecino Almadén, que lo es, blanco, más que por natura por la mano del guardaparques que manejó la guadaña, la hoz, la tijera…y la escoba para apartar lo vegetal y dejar a la luz la claridad que éste escondía.
Ya casi a la altura de la carretera, una suerte de cortafuegos de asfalto para el Monte de los olivos, ella, muy atenta siempre a todo lo que se mueva, o a lo inerte que la asombre, descubre, en una “avenida” que forman dos hileras de olivos, un grupo de jornaleros que le está dando a la aceituna los últimos azotes de este 30 de diciembre, jueves, San Marcelo también, si es que con anterioridad que San Sabino era ya se dijo. Parecen tres seres, dos adultos y una niña, y tres colores también: el azul, el blanco y el rojo. El negro, como dice la ciencia cromática que es la ausencia de color, no lo contamos, vestirse de luto ya no significa nada, es como ir sin vestimenta, desnudos, así se desplazaban por el ´Edén´ Adán y Eva (Lilit, habitando lo apócrifo), luego llegaron las hojas de parra, hasta que se inventó el ropaje para ocultar tanta vergüenza como arrastra el ser humano…
Cambil, con luz, encajonado entre dos peñascos, es una delicia de casas blancas y la torre y el tejado de la iglesia. El cielo, valiente, defiende su color azul a sangre y fuego (batallas de ángeles buenos y malos se libran detrás del firmamento…mas no las vemos), para que ella, a pesar del oscuro muro, resulte reconocible, y, por tanto, amable, apoyada su espalda contra el pretil, y el bastón que en su mano porta, a su vez, clavado contra las gigantes baldosas que van conformando la acera: blanca, marrón, marrón y blanca, como si sus pies se ubicaran sobre un tablero de damas, ella lo es, de alta cuna, de baja cama, oh, dama, dama, que con tu gato, Trotski, amorosa duermes como si con tu propio hijo, chiquitín, el más amado, lo hicieras.
Existe otro Cambil, sin embargo: en el mismo sitio y a la misma hora. Sucede que ella habrá de buscar otra atalaya para, aún sesgado el cielo, verlo todo azul…pero de otra manera: tejados y tejados; balcones y ventanas, y, en especial, el trajín que se está librando en la Almazara, pues, dadas ya las seis de la tarde, desmayado el sol por occidente, la procesión procedente del huerto de los olivos evacuó de sus volquetes el oro negro, la picual, que ya baja, que ya sube, que ya es aceituna triturada siguiendo el mismo ritual de todos los días… Andaluces de Cambil/ aceituneros altivos/ ya me he enterado de quién/ de quién son estos olivos…
Un artículo para ElDesmarque Bizkaia de Luis Mari Pérez 'Kuitxi'.