Pico Serantes: La atalaya sobre 'El Abra'
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Serantes. Ni monte ni montaña. Pico. Pico Serantes. Triangular es su silueta si se le mira con buenos ojos. Los mejores. Esos que lo observan desde lo más alto de La Florida. Desde Kabiezes. Desde 'El Villar' "bizirik". A partir de este último barrio, el ascenso más genuino. El que permite disfrutarlo en su integridad. Desde la ancha base hasta la cumbre piramidal resumida en el punto crucial de su castillo. Un baluarte restaurado que luce blanco y brillante en las noches de mucha luna. Antigua torre de vigías para curarse en salud luego de las guerras carlistas.
Lunes de Pascua. Romería de 'Cornites'. Ese día marcado en rojo para los que viven a los pies del Serantes. Sube la gente. Toda. Las personas que durante el año le hicieron ascos. Y los habituales, esos pocos de la mañana, del mediodía, de la tarde cuando está cayendo e incluso de la medianoche, esos, esos se abstienen. Ya se dijo que la montaña es del que la trabaja y disfruta en soledad.
Algún año, sin embargo, caen en la tentación y se acercan a comer ese panecillo con forma de cuerno a modo de 'bokata' de chorizo. A comprar rosquillas de anís ensartadas en una rama de laurel. Hay compromisos familiares por cumplir. A escuchar el sonido 'bocinero' del txistu y el tamboril. Y si hay que dar la mano para ensanchar el círculo de la biribilketa, el montañero no le hace ascos a la invitación.
Este año, lunes pascual, el Serantes no fue pisado por botas ni zapatillas. Confinados, los romeros ascendían de manera virtual desde sus casas. Ya fuera Ortuella, Gallarta, Putxeta, Las Carreras, Sanfuentes, El Casal, La Arena, San Mames, La Cuesta, Zierbena puerto...Mamariga, San Juan, Sestao, Kabiezes, Portugalete, La Florida, barrio, este último, del montañero que, aunque no estuviera vedado, no habría caído en la tentación. Subir entre el gentío: ¿acaso tiene sentido para el que gusta del Pico Serantes en soledad?
El lunes 18 de mayo, en compañía de Iker, regresé al Serantes luego de tan largo período de prohibición. Se dice que al campo no se le pueden poner puertas. Campo como monte. Monte como agro. Tuvo que venir un virus del lejano Oriente para cerrar con candado la entrada a este 'parque natural'. Icono de la infancia de los niños de este barrio. Mil veces ascendido. Digo mil y me quedo corto. Las 'mil y una noches' desde que me dio por disfrutarlo en la oscuridad de la medianoche, ajeno siempre a la 'teoría volcánica' de Plinio el viejo.
Me perdía en su verde paisaje soleado. Esa naturaleza acrecentada por la mano honesta del ser humano. No todo iba a ser invasivo e hiriente. En no muchos años, el Pico Serantes ha pasado de ser un secarral a convertirse en un vergel tan denso que acogota, incluso, el camino en acusada pendiente que va desde el último collado hasta esa cima coronada por un castillo recién restaurado que luce su piedra blanca iluminada artificialmente en lo negro de la noche.
El lunes se veía gente jugando. Flor de un día. O de una semana. Más allá del mes no resistirán. Como animalitos sueltos luego de dos meses enjaulados. Cuando hayan liberado toda su rabia, el Serantes volverá a ser para todos aquellos que lo amamos dos o tres veces por semana. Suena a negación para aquellos que no son fieles. Pero no: nada más lejos de la realidad. Créanme...
Ojalá todos los días fueran lunes de Pascua. Y que luciera el sol. Para que la gente asumiera el agro como una fiesta. Festejo de los sentidos. Ropa de monte. Calzado que evite esguinces. Una makila. O dos. Depende del grado de equilibrio. El Serantes negociado por su vertiente bonita y de manera integral. Desde Kabiezes. Evitando la pendiente de piedra obscena. Torcer a la derecha. Ganar el primer 'balcón'. Y desde él, de promontorio en promontorio, sin trampearse.
Que la bota se hunda en la densa hierba. Pasar junto a vacas y ovejas, y, al igual que le sucedía a Walt Whitman, intuir que uno "sería feliz viviendo entre los animales". Disfrutando de cada pisada. Con la cabeza levantada para ser consciente del empinamiento de la cumbre. Agradecer la opción de tomar este camino o el otro, el sendero que transcurre por arriba o el que lo hace por abajo.
Lo sencillo o lo sinuoso. Saciar la sed en la fuente de la última estación. Junto al 'Fuerte' en lenta renovación. Y llegado el momento definitivo, asumir lo vertical y tremendo... o zigzaguear entre los pinos de la izquierda; a la derecha, jaros salvajes que crecieron para tapar las vergüenzas de un monte expoliado...o, tal vez, de ese Pico en el que la semilla no germinaba por culpa de una legendaria esterilidad.
Arriba ya. Hollado el 'Pico Serantes'. Disfrutar de los Montes de Triano. Del Ganekogorta. Del Anboto lejano. Y de la Bizkaia que acompaña al Nervión en este tramo en el que pasa a ser Ría porque el Cantábrico es Mar donde las vidas mueren tras transitar el 'Abra' que se ensancha desde los cañones de Punta a Lucero hasta el brutal acantilado de Punta Galea. Si crestearamos hacia Zierbena, nos encontraríamos con la 'cueva del Pastor' y la temida 'sima del Capitan': ¡de pequeños creíamos que comunicaba con el Mar!
Pico Serantes: ¡ven y disfrútalo! Ahora y en la hora de nuestra vida. Amén.
Tal y como describes es como estar en el cielo, con vistas espectaculares a lo lejos durante el día y en el atardecer el mejor sitio para soñar.