Reflexión | ¿Es Westworld más frustrante o fascinante?

*este escrito contiene spoilers*

Hace poco más de 24 horas que se emitió el final de la segunda temporada de Westworld (2016-), que como se podía prever ha terminado con un cliffhanger gigantesco y el principio de una espera considerable, ya que la co-creadora Lisa Joy aseguraba ayer en una entrevista que no se ha empezado a escribir la temporada, lo cual se une a la necesidad de buscar nuevas localizaciones, y ese estreno en 2020 parece una realidad más que probable.

En esta misma página nos preguntábamos qué esperar de la temporada que acaba de concluir, de estas diez entregas de Westworld tan plagadas de misterios y sorpresas. Y finalmente el resultado ha sido, curiosamente, muy similar al de la primera tanda. Tan fascinante como frustrante. Por cada incongruencia, una escena perfecta. Cada reflexión inteligente iba acompañada de un monólogo explicativo para que el espectador no se perdiera. El juego temporal central de dos tramas separadas por dos semanas, amén de los vistazos al pasado y/o fuera del parque, ha sido a veces intrigante y otras forzado a más no poder.

En medio de todo esto, el espectador de Westworld se molesta, se emociona, pone los ojos en blanco en descrédito y se queda con la boca abierta de asombro. Se aburre con algunos segmentos y teoriza frenético sobre otros, y poco a poco se forma en ella/él un sentimiento: ¿veo el siguiente capítulo por ganas o por "obligación"? En el caso del arriba firmante, arrancó la temporada con las ganas muy altas, pero los agujeros de guion y los encajes de bolillos le molestan mucho, hasta llegar a un último tercio donde era más un visionado rutinario que una cita ineludible.

Sin embargo, el final de temporada es excelente, aturullado y tosco pero imposible de despreciar. Y la conclusión que plantea, y los cambios que eso va a suponer para toda la historia de Westworld, hacen que la cuenta atrás hasta lo nuevo pese. Exactamente como en diciembre de 2016. Lo han vuelto a hacer.