[Review] Juego de Tronos 8x01: Aegon Targaryen
La calma que precede a la tempestad y no hablo de la serie. La eterna espera por conocer cómo sería el inicio de la temporada 8 de Juego de Tronos con este 8x01 se ha convertido en una nueva lucha de poder lejos de Cersei, en una bofetafa constante de reencuentros y en una unión que separa más que une, un solo apellido ya marcado en el rostro del ya reconocido Aegon Targaryen.
En solo seis episodios Beniof y Weiss tienen que poner punto y final, a su manera, a la obra inacabada de George R.R. Martin y sabedores de que la guerra definitiva será con Cersei, acumulan la tensión en Invernalia para enfrentar a todos los puntos posibles: Sansa, Daenerys, Samwell Tarly, Jon, su conversión en Aegon, Jaime Lannister y lo que queda de Bran, una plaga que termina en el budú que el Rey de la Noche le ha realizado a Umber para asustarnos un poco y presentar una estrella de mil puntas a despiezar para el próximo mes de serie.
Aunque millones de miradas en todo el mundo estaban esperando ese abrazo entre Arya y Jon siete temporadas después, bien jugado ahí postergando el momento, la dulzura del momento se ha roto conforme el peso de la palabra familia se adentraba en la audiencia. Repitan conmigo: "Familia". Jon sabe de dónde viene y parece imposible pensar en una guerra interna justo después de verle enamorado de su reina y a lomos de Rhaegal. Sí, seguramente haya sido el momento más épico, el jodido Jon Aegon Snow Targaryen montado en un dragón, o como quiera llamarse a ese estrepitoso vuelo.
Lo que parece claro es que Samwell Tarly quiere empujar a su amigo por un precipicio que está pensado para toda la humanidad si le siguen cegando de esa manera, como la falsa corona del norte o las supuestas familias con las que juegan los legados, un imposible al que Jon, auténtico referente en la ficción, no parece vaya a ceder más aún tras su enamoramiento.
Juego de Tronos siempre ha sido una utopía que han cercado las personas y precisamente ahí estará la respuesta, parece raro que el Rey de la Noche gane por más que pueda matar a la mitad del casting, porque son los propios humanos los que revientan su mundo a costa de su propia familia, una palabra con un peso exagerado entre tanto apellido esconcido.
Podemos reírnos de la obsesión de Cersei con los elefantes, del absurdo héroe en el que se ha convertido el eunuco Greyjoy, de reencuentros como el de Arya con el Perro o Gendry o de esa última mirada entre Jaime y el cuervo de tres ojos (amigos, ese dejó hace mucho tiempo de ser Bran)...pero nada va a cambiar el significado de familia que Jon Snow tiene en la cabeza y por eso lo hace un personaje perfecto para ser revivido las veces que haga falta.
Los dos puntos más inteligentes llegan sin duda al final. Quizás la simbología nos pierda, pero lo que hace el Rey de la noche con Umber da sin duda para una tésis y miles de teorías, pero sin duda gana por goleada que Jon Snow reciba la noticia de que su madre es Lyana Stark justo donde se haya su tumba, en un lugar sagrado para los suyos, donde debe empezar la reconquista de los siete reinos, donde arranca el inicio del fin de Juego de Tronos.