Guitián y las segundas oportunidades
"No hay nada como volver a un lugar que parece no haber cambiado para descubrir en qué cosas has cambiado tú mismo". La frase es de Nelson Mandela, pero se le podría aplicar a Alberto Guitián. El defensa regresaba a Zaragoza casi tres años después de llegar junto a Culio, y todo seguía igual. El Infierno de Segunda, las urgencias en La Romareda. De fondo, los ecos furiosos de insultos y mofas. Hace tres años, Guitián miraba alucinado cómo increpaban al argentino en su presentación. La historia del Real Zaragoza escrita por el guionista de la serie más absurda de Netflix: segunda presentación, esta vez él solo ante el peligro, y nueva ronda de insultos. Y eso que Guitián jamás soltó "soy muy polémico" para después burlarse del Zaragoza.
Su regreso tiene mucho de desquite. De revancha personal. Guitián llegó siendo un joven de 25 años. Militante de los filiales del Sporting y del Racing, nunca había gozado de una presentación en sociedad. Y cuando por fin la tuvo, fue un simple actor de reparto durante el espectáculo de Culio. Pero en cuanto se calzó las botas, demostró su calidad: por primera vez era titular indiscutible en categoría profesional. Hizo olvidar a Jesús Vallejo, al que sustituía por la lesión del canterano, y su fiabilidad le valió para ser un fijo en el once. En la jornada 41, en una subida de fe, marcó el tanto que derrumbó al Real Oviedo y dejó al Zaragoza con un pie y medio en play off. El destino le gastó una cruel broma: si Guitián fue el artífice de aquello, en la pesadilla de Palamós fue el gran señalado. Todo el equipo estuvo pésimo. ¿El problema de Guitián? Ser central.
En caliente, la mayoría de la afición deseó no volver a ver a Guitián en su vida. El mismo Alberto quiso coger aire y distancia: aceptó la oferta del Real Valladolid, que además le pillaba más cerca de su Cantabria. Ahora el jugador quiere una segunda oportunidad. Tan razonable -y valiente- es esa decisión como la del Club de aceptarla. Si Guitián ha aceptado el reto de volver al equipo donde vivió la debacle de Palamós, es que le ha dado vueltas durante estos tres años y se ve preparado. La institución ha demostrado grandeza a la hora de contar con un jugador que quiere defender el escudo. Un futbolista que en vez de aceptar el desastre del 6-2 contra el Llasgostera como un borrón en su trayectoria sin vuelta atrás, se ha rebelado contra su destino y quiere volver para ajustarle cuentas. Sería bueno ayudarle desde la grada. No todo el mundo ha pensado así. Gente dispuesta a olvidar sus miserias en la cocina y salir rumbo a La Romareda para vomitarle a Guitián sus errores del pasado; ponerse la bufanda blanquiazul y entrar al estadio deseosa de insultar al nuevo zaguero de su equipo.
Hay gente a la que le cuesta perdonar tanto como recordar sus propios errores. Tal vez cada uno tendría que pensar en sus propias pifias, en sus momentos más bajos. Por fortuna al volver a empezar de nuevo no había cincuenta ultras esperándole, gritándole, insultándole con rabia. Ahora, Guitián tiene la mayor de las virtudes: el hambre de revancha, la furiosa ambición de quien quiere sentirse redimido. Su suerte será la del Real Zaragoza. Si Lalo confía en el cántabro para la defensa, ¿no habrá que darle el beneficio de la duda?; si Javi Ros, jugador respetado por la afición, le ha dado la bienvenida, ¿no habrá que dejar de hablar de conspiraciones e historias sin pruebas?
Toca darle una segunda oportunidad a un jugador que se mete en la boca del lobo. A jugar al fútbol las jornadas que quedan, a ser uno de los nuestros. Su suerte será la del hincha zaragocista que tal vez no tenga equipo el año que viene si no se sale de esta. Es posible que los cincuenta jóvenes que insultaron a Alberto Guitián jamás hayan tenido problemas en el trabajo, ni le hayan fallado a sus parejas. Es posible que no tengan ni una multa y que nunca hayan necesitado una segunda oportunidad. Si no, no se explica tanta furia contra el nuevo fichaje del Real Zaragoza.
