Es verano en Nervión

Cuando Tomas Vaclik cometió su único error en el tramo final del partido, al medir mal una salida por alto en el que era el único recurso del Krasnodar, el tiempo se paró en Nervión. Y ahí los dioses debatieron si levantar el pulgar o inclinarlo hacia abajo, igual que en las últimas tres semanas le ocurrió al Sevilla. Esta vez tuvieron piedad, y el leve toque de un jugador rival, que se dirigía a gol, se encontró con uno de los brazos del portero checo. Córner. Los dioses habían levantado el pulgar.

Las rachas vienen y van así. La espectacular que tuvo el Sevilla durante meses se fue al garete por una estupidez de Jordán en Granada. A partir de ahí Lopetegui, que casi siempre acierta, erró en sus decisiones ante Eibar (rotar no debe ser nunca cambiar a 7 titulares) y Athletic (no se atrevió a rotar y faltó chispa), y el Sevilla firmó un despilfarro histórico de ocasiones frente al Rennes. Crisis. De la mejor racha en la historia del club, aderezada con un título europeo más, se pasó a la crisis en un santiamén. Y quizás, lo veremos el sábado, haya vuelto a cambiar el viento en esta segunda parte de tronío que ha dejado clara la calidad de la madera de que está hecho este Sevilla. Esa mala salida de Vaclik habría acabado en gol del rival en todos los últimos partidos del equipo nervionense. Incluso ayer en la primera parte. Con total seguridad.

Son momentos de zozobra en un Sevilla que parece no tener derecho a un bache. ¿Hay cosas que está haciendo mal? Por supuesto. ¿Duele una derrota como la de San Mamés? Claro, del todo censurable por las formas. ¿Hay un grave problema de pegada? Sin discusión. Llamémoslo crisis, que hay que perderle el miedo a usar estas palabras. Pero hay que dejarse de tópicos manidos y no caer en la exageración. Es lo que yo llamo el clásico verano del Sevilla. Aunque el calendario diga que estamos en noviembre, en Nervión es verano, la época de los dramas en sevillista. Como este extraordinario 2020 nos dejó sin las tragedias estivales (es más, las cambió por una clasificación holgada para la Champions League y dos finales europeas más, convirtiendo al equipo en hexacampeón de Europa), el sevillista reclama su derecho al drama.

Y no hace mal del todo. En la tierra de la superstición es fundamental no tocar ni un varal cuando las cosas funcionan. Al Sevilla le funcionan, así que saquen sus pañuelos virtuales, sea para agitarlos al viento de las redes sociales o para llorar, y clamen por una pronta salida de la crisis. Una excelente muestra de la grandeza que atesora el Sevilla es que no tiene derecho a un bajón de forma tras dos docenas de partidos consecutivos sin perder. Es inadmisible que atraviese un bache de resultados, no tanto de juego, después de no haber tenido pretemporada. Es intolerable que Lopetegui meta siempre al equipo atrás después de haber demostrado durante meses que sus hombres han sabido gestionar ventajas en toda clase de situaciones (¿recuerdan el final de la final ante el Inter? Pues eso). No hay derecho a que no haya dramas, ni verano, en Nervión.