Se acabó el recreo (II)

Decíamos la pasada semana que ya estaba bien, que el tiempo del bailecito del Papu Gómez y la guasa había tocado a su fin con el cierre de su fichaje. Demasiado ajetreo folclórico en mitad de una temporada con la gloria a la vuelta de la esquina para el equipo que nunca se sacia, el Sevilla FC. Una vez el Papu ha pisado el césped del Sánchez-Pizjuán y se ha puesto la camiseta sevillista, es hora de ponerse manos a la obra. Y nada refleja mejor ese carácter del club de Nervión que la bienvenida que le han dado dos de sus cabezas visibles. José Castro, el presidente, y Julen Lopetegui, el entrenador. No ha hecho falta ni que Monchi abra la boca.

Si la primera reflexión, escrita en este humilde rincón, iba destinada a la grada, virtual en estos momentos, esta vez el destinatario es el Papu. Primero fue el presidente quien le puso la vacuna sevillista: aquí caben más copas. El jugador miraba asombrado las vitrinas del fantástico museo organizado por el club en su estadio. Después fue el entrenador: todo lo que has hecho está muy bien, pero esto es el Sevilla, tu mayor reto. El primer efecto de esa vacunación se ha notado en la presentación del futbolista: nada de bailecito hasta que no marque. Lo dijo él mismo... Bien ahí.

En el Sevilla FC saben lo que hacen hasta en detalles como estos. Se está pendiente hasta del más mínimo asunto que pueda ayudar a exprimir el rendimiento de cada uno de sus empleados. Sobre todo los futbolistas. Todo influye para que un tiro dé en el palo y bote dentro en vez de fuera. Porque al Papu, como también ha recordado Lopetegui, lo ficha el Sevilla para que se coma a los rivales. Para bailar ya está la Feria de Abril, también virtual en estos duros momentos. El recreo del Papu, aunque obligado, ha durado más de un mes. El tiempo que hace que no se calza las botas. El Sevilla le ha dado la mano y ahora tira de ella, como no puede ser de otra forma. A jugar.