Hoy en día prácticamente todos los clubes de fútbol se autoproclaman defensores de la cantera. Presumir de criar, educar, enseñar, entrenar y, en definitiva, crear un futbolista desde la nada es motivo de tremendo orgullo. Pero detrás de esa pose no siempre está la esperada realidad. Conviene hacerse una pregunta: ¿apuestan de verdad todos esos clubes por sus canteras?
Más allá de situaciones puntuales y hornadas generacionales más o menos espontáneas, no son muchos los clubes que realmente están dispuestos a asumir los riesgos que implica un verdadero proyecto de cantera: presión popular, impaciencia en la gestión de resultados y defensa del medio-largo plazo en el mundo más cortoplacista que existe, el del fútbol profesional. No hay tiempo que poder invertir (no digan gastar) esperando a un chaval y no hay ficha que reservar para ellos teniendo un buen fajo de billetes en la mano para rellenarla con una joven promesa de los Balcanes. ¡Con lo bonito que es un fichaje!
En el caso del Sevilla FC convergen una serie de elementos que colocan a su cantera en una situación un tanto complicada. El momento histórico que vive, tanto económico como deportivo, implica una exigencia máxima. El nivel de la plantilla actual del Sevilla eleva el listón de rendimiento hasta cotas que sólo una milésima parte de sus 300 jugadores de cantera podrá siquiera vislumbrar. La presencia canterana en la primera plantilla durante la última década ha sido poco significante.
Por un lado, es buena señal por aquello del nivel competitivo alcanzado. Sin embargo, me resisto a dejar de recordar que casi todos los clubes del entorno competitivo del Sevilla, tanto por arriba como por abajo, con igual o más dinero en sus manos, tienen más protagonismo canterano. Sirva como ejemplo la excelente temporada (podríamos usar el plural) de la Real Sociedad, campeona de la Copa del Rey y 5ª de la Liga con la mayor pléyade de canteranos del país. Parece que algo sí se puede mejorar por Nervión.
Y parece que en el Sevilla lo saben. De la mano de Pablo Blanco y Agustín López, los dos grandes baluartes, y la dirección general de Monchi, se han solidificado las estructuras y puesto en marcha un atractivo y descarado proyecto. Lo hemos visto plasmado esta temporada pasada en el Sevilla Atlético más joven que se recuerda. Podremos examinar sus resultados en poco tiempo, pero el inicio ha sido prometedor. No todo se puede excusar en el nivel de exigencia del equipo de Julen Lopetegui y no todo canterano está falto de oportunidades. Hay, como en todo, una escala de grises intermedia.
Podemos concluir que existen sólo tres copias de la llave que abre la puerta final por la que un canterano debe cruzar.
La primera la tiene el entrenador del primer equipo, el gran y verdadero responsable del éxito final de la política de cantera de un club. Si el entrenador principal no cree en la cantera, todo lo invertido y realizado no valdrá para nada. Los hay muy decididos y valientes. Otros, sin embargo, sólo miran hacia abajo de cara a la galería o cuando no les queda otra. Siempre lanzo al aire la misma pregunta: ¿habría llegado Koke adonde ha llegado si Simeone no le hubiera abierto la puerta del mejor (y más exigente) Atlético de Madrid de la historia? Yo lo tengo claro...
Todavía no tengo una opinión demasiado formada al respecto sobre Lopetegui, precisamente por esa situación de máxima exigencia por la que atraviesa el Sevilla y por la inmadurez (aún) de lo que viene en el filial. Digamos que sólo Bryan Gil se encuentra ahora mismo en disposición de colocarlo en algún tipo de tesitura.
La segunda llave pertenece a la dirección del club. Los clubes sólo apuestan por la cantera de dos formas: por convencimiento pleno o por obligación (crisis económica o plaga de lesiones). Esta última vertiente va a verse en breve en las diferentes plantillas de LaLiga Santander. El Sevilla, como ya hemos explicado unas líneas más arriba, decidió hace dos veranos volver a impulsar la promoción de canteranos. Lo hace, pues, por convencimiento de que hay materia prima, la cual muchas veces ha faltado y ha impedido ver resultados en el primer equipo.
La tercera llave está colgada en la ciudad deportiva. Eso sí, a una altura a la que sólo pueden llegar unos cuantos elegidos. Muy pocos. Poquísimos. Son los casos de esos canteranos destinados al éxito al más alto nivel. Es una llave que, realmente, no se usa: el Sergio Ramos, Jesús Navas o José Antonio Reyes de turno directamente derriba la puerta de una patada, sin importar si el entrenador del primer equipo mira hacia abajo o si su llegada es producto de un elaborado plan de cantera.
Es razonable pensar que si la apuesta del Sevilla por la cantera vuelve a ser tan decidida es porque se da una situación más o menos ideal. Esto es, Lopetegui está dispuesto a usar su llave (cuando llegue el momento) y se atisba en el horizonte más cercano esa materia prima de alta calidad compatible con las altas esferas de objetivos y rendimiento en las que se mueve el Sevilla. La llave de la cantera jamás hay que tirarla al río, por mucho que se crezca. Entre otras cosas, porque, como mínimo, te sirve para que la venta de un descarte como Carlos Fernández te empate el presupuesto destinado a toda la cantera durante más de dos temporadas. Y eso también es éxito.
Mientras no tengamos un estrenador que mire a la canters, esta no sirve ejemplo Caparros que saco varios grandes jugadores, ejemplo ya quieren vender a una gran promesa, así para que queremos cantera solo para darle de comer a una legión de personal, que conste que ellos no tienen culps