Un tío vestido de blanco

Sin rodeos. Si no eres uno de los supergrandes clubes de fútbol existen dos formas de crecer en la élite mundial. Una, encomendarte a un magnate extranjero vestido de Dios salvador. Otra, explorar tus propios límites y exprimir tus habilidades. Las dos fórmulas implican riesgos y no garantizan el éxito. Una es más lenta y romántica. La otra es casi inmediata, antipática al principio y resacosa a más no poder. Se da la circunstancia de que en estas fechas dos de los clubes más referentes de uno y otro modelo negocian por un jugador en una de las operaciones del verano.

Sevilla y Chelsea están tratando de dar forma estos días a un traspaso probablemente inevitable, el de Jules Koundé. El francés pondrá cara a estos dos modelos de éxito. En el siglo XXI, el Sevilla ha escapado de la cárcel de mediocridad en la que fue recluido durante décadas a base de una reinvención colosal. Tocó fondo a finales de los años 90 y se reconstruyó de la mano de dos visionarios como Monchi y Del Nido. Ahora mantiene su estatus de la mano de José Castro, que además repatrió al de San Fernando para dar otro salto más. Un modelo, el de las plusvalías, que muchos intentan copiar sin éxito y que requiere no sólo de la habilidad para comprar y vender, sino de la valentía para afrontar decisiones muy impopulares.

Por mucho que pasen los años y las copas, al sevillista no le agrada ver a sus estrellas camino de otros lares. Es lógico. Lo que no es tan normal, sin embargo, es que en 2021 haya que explicar a no poca gente que para un club como el Sevilla FC, que se resiste orgulloso a ser gestionado por personas ajenas a su sentir, no hay otro camino. Por lo que vender a Koundé debe implicar poquísimas lágrimas. Ninguna, más bien.

Monchi y su equipo técnico detectaron al francés en la Ligue 1; Castro y su equipo directivo autorizaron la 'locura' de pagar más de 20 millones por él; y Roman Abramovich, el magnate ruso dueño del Chelsea, se lo quiere comprar al Sevilla dos años más tarde por el triple. Antes fueron Negredo, Baptista, Daniel Alves, Rakitic, Ben Yedder o Sarabia, amén de canteranos como Sergio Ramos, Reyes, Bryan Gil o Jesús Navas.

Es cierto que este sistema requiere la infalibilidad más absoluta para llegar a lo más alto, y eso es imposible. Es decir, tiene un tope. Pero sí se le puede dar una vuelta de tuerca más. Y esta no es otra que estabilizarse en la Champions League. Lo ha conseguido el Atlético de Madrid de Simeone en esta década histórica y en ello está el Sevilla, que luchará esta campaña por certificar la que sería su sexta participación en la Liga de Campeones en las últimas ocho temporadas. Ello le está permitiendo trasladar su fórmula a un nivel superior: de fichar por 12 y vender por 30 a comprar por 20 y vender por 50. Pero la esencia es la misma: detectar, anticiparse, hacer rendir, vender y reinvertir la plusvalía obtenida.

Si alguien no lo entiende aún, que se lo haga mirar: el Sevilla no genera ingresos ordinarios para empatar los gastos que implica el nivel en el que se mueve. Tiene que vender cada verano. Y si a alguien no le gusta este sistema que ha llevado a las vitrinas del Sánchez-Pizjuán diez trofeos en lo que va de siglo, amén de otras tantas finales, que sepa dos cosas. Una, que poco a poco el Sevilla FC está consiguiendo llevarlo a ese nivel superior. Sirva de ejemplo el propio Koundé. Dos, que la opción de un inversor externo no siempre sale como la fabulosa historia de amor entre el Chelsea y Abramovich: 19 títulos y más de 2.200 millones invertidos desde que lo comprara en 2003. Sobre todo sale mal en España, adonde suelen acudir aves carroñeras en busca de cadáveres en manos de trápalas sin piedad para los trapicheos.

Se fueron Sergio Ramos y Baptista y muchos vislumbraron un Centenario repleto de tinieblas. Fue traspasado Daniel Alves y el drama fue cómo reorganizar a un equipo que el brasileño articulaba desde la banda derecha. El City compró a Negredo y parecía que el Sevilla no volvería a marcar goles. Rakitic iba a dejar un agujero negro en el centro del campo y luego se fueron Ben Yedder y Sarabia para, al parecer, convertir al Sevilla en un equipo de media tabla. Ahora algunos se quejan: "¡cómo se va a crecer si venden a Koundé!". Otros se preguntan que quién salvará ahora los goles sobre la línea. Oiga, pues el mismo que antes, el mismo de siempre, un tío vestido de blanco.