Análisis de un fracaso

Igual que el Sevilla está realizando una excepcional Liga, el curso europeo que han firmado los de Julen Lopetegui es totalmente decepcionante. Fracasó en la Champions en un grupo amable y fue eliminado por un rival de inferior nivel en la Europa League. Lo primero fue un fracaso económico, pues deportivamente no iba a llegar a ningún lado por defectos de configuración. Lo segundo es un petardazo deportivo, pues económicamente la pérdida es asumible pero sí había camino que recorrer hacia la gloria. Es una temporada tan extraña que es difícil explicar al cien por cien, y menos desde fuera del búnker, qué le ha pasado al Sevilla.

¿Le ha salido mal todo lo que le podía salir mal? Casi, pero no. El sorteo de la Champions te ofreció en bandeja la oportunidad de llegar a los octavos de final antes del carrusel de lesiones. Aspecto vital para el porvenir económico. Lopetegui quiso optar por imponer su ritmo habitual de partido liguero español ante unos rivales con un poderío físico mayor que la media de la Liga. Ante esa adversidad reaccionó desde el otro extremo, especialmente ante el Lille, cuando la cosa se ponía fea en los partidos: revolución total y mil cambios. Hay mucho más de fallos propios que viento en contra en la Champions del Sevilla. Desde la configuración física de la plantilla para un torneo como la Liga de Campeones hasta la pizarra en cada partido, pasando por los inexorables fallos individuales de los jugadores.

Monchi y Lopetegui son responsables de lo bueno y también de lo malo. El primero intentó paliar ese defecto de serie en enero. Y lo hizo: Martial y el Tecatito sí tienen características físicas novedosas. Era tarde para la Champions, pero quedaba la Europa League. Aquí entra en juego un factor absolutamente determinante que amenaza con destruir la temporada más ilusionante desde hace años en el Sevilla: las lesiones. El West Ham, un buen equipo sin más, se ha encontrado a un rival que no está en condiciones físicas de afrontar retos importantes en estos momentos. Tiene desde hace cuatro meses (¡cuatro meses!) a un tercio del plantel no disponible. No hay equipo que aguante eso sin precipitarse al vacío. La suerte apenas aparece en el mundo del fútbol y este inusitado carrusel de bajas no es achacable a la mala fortuna. Desde fuera del búnker no se puede saber el porqué, pero alguna causa hay y es responsabilidad del propio Sevilla.

Resiste segundo en la Liga porque tiene una de las mejores plantillas de su historia. Pero se ha quedado sin gloria porque tiene en lo alto también uno de los mayores problemas físicos que se recuerdan. Hay percances fortuitos pero también hay bajas que sí son imputables perfectamente: Suso, En-Nesyri, Montiel, probablemente Navas, y Diego Carlos han reaparecido antes de tiempo y recayeron de sus lesiones. Eso se lo debe hacer mirar el cuerpo técnico, incluso más que el médico. Y lo ha hecho, aunque tarde. Por otro lado, los centrales sólo pueden ser suplidos por un Rekik que no aguanta cuatro partidos sin romperse y un Gudelj recolocado en esa posición. Es el punto débil del plantillón que hizo Monchi. El Sevilla marchó a Londres sin Fernando, Diego Carlos, Suso, Ocampos, Acuña, el Papu ni Lamela. Llevar al límite una eliminatoria así sólo está alcance de un excelente plantel, pero salir airoso era pedirle un milagro. ¿Qué plantilla aguanta esto? He ahí el mérito.

Vi a un Sevilla tan fundido, que los palos que justamente brotaron en salidas ligueras recientes se quedaron esta vez guardados en un cajón. Sin embargo, hay que abrirlo para analizar la generalidad. El entrenador no ha sido capaz de hacer jugar a este equipo de la forma habitual de años anteriores lejos del Sánchez-Pizjuán. La mentira de que el Sevilla de Lopetegui ha jugado así siempre no tiene recorrido. El vasco mostró en sus dos años anteriores, con excepciones por supuesto, a un equipo cuyas piernas permitían una presión alta sin balón y una movilidad constante con la pelota, llegando a torturar así a un sinfín de rivales. Este año no hemos visto a ese Sevilla, ni al principio de la temporada ni ahora que es imposible pedírselo por agotamiento general y falta de efectivos. Luego no son sólo las lesiones. El Sevilla sufre más cuando se encierra que cuando presiona arriba. En Londres se encogió por falta de efectivos, de piernas y de confianza en sí mismo, pero en otras salidas aparece un componente de falta de variantes muy achacables a Lopetegui.

El Sevilla se marcha de Europa sin haber ganado un solo partido fuera de casa ante Lille, Wolfsburgo, Salzburgo, Dinamo de Zagreb y West Ham. Inadmisible. Es más, sólo ha marcado un gol en esos cinco encuentros: aquel increíble regalo del árbitro en forma de penalti en Alemania. Intolerable. Un paupérrimo rendimiento de visitante del que se ha contagiado en la Liga: no fue capaz de ganarle ni al Rayo, ni al Osasuna, ni al Espanyol, ni al Alavés ni al Valencia. A la mayoría de ellos apenas le chutó a portería. Desolador. Pese a las bajas, el Sevilla ha tenido en muchos partidos un amplio abanico de perfiles en su plantel y rivales de poca envergadura como para mostrar otro talante de salida y alternativas en la pizarra del entrenador.

La conclusión del análisis del doble fracaso en Europa brota por sí misma y señala a todos. A Monchi, a Lopetegui y a los jugadores. A los mismos que dan tantas alegrías. A un super director deportivo, a un superentrenador y a unos futbolistas que lo están dando absolutamente todo, algunos más de la cuenta como ha quedado demostrado. Al director deportivo hay que ponerlo en un altar y al entrenador renovarlo ahora mismo de nuevo, pero un pellizquito de monja se deben llevar, y se lo llevan justamente. Ahora, a amarrar la plaza Champions y a volver a soñar porque el futuro, con Monchi, con Lopetegui y con esta cordura y exigencia tanto en las buenas como en las malas, sigue siendo ilusionante.