El poso de Pellegrini

La capacidad de levantarse o aquello de que nunca se cae el equipo. Dos frases unidas habitualmente al Real Betis de Manuel Pellegrini que definen algunas de las mejores virtudes del chileno en el banquillo verdiblanco, y ya avanza el quinto año. Unas ideas que volvieron a cumplirse frente a Osasuna después de dos derrotas dolorosas, con larga digestión del parón incluido.

Lo sucedido en Varsovia y en el derbi, especialmente en el derbi, habían escocido en el Betis y sus aficionados. Por el resultado y por el cómo. Una herida abierta que necesitaba de una atinada gestión primero y, sobre todo, de un resultado lo más inmediato posible. Dos circunstancias, una probablemente ligada a la otra, que desde el club y Pellegrini se afanaron en conseguir.

El poso de Pellegrini ayudó. Los que conocen de cerca al chileno en el día a día señalan como una de sus mejores virtudes el temple, el no perder nunca los nervios por movidos que vengan los acontecimientos. Sería exagerado hablar de crisis en las dos últimas semanas, pero sí el crédito del Ingeniero -ni mucho menos para cuestionar su puesto- había descendido para algunos en este tiempo.

No hubo declaraciones estridentes, sí autocrítica, como también se había apuntado desde Ángel Haro, y toque de bisturí. Porque el Betis de Pamplona fue distinto al del derbi. Para empezar en la actitud en el campo, sin que el partido fuera redondo en ese apartado. Fue un Betis competitivo -otro sello de Pellegrini- que manejó sus armas en El Sadar, más allá de las fases del juego de más o menos brillantez.

Hay quien pudiera pensar, con razón, que ya podía el Betis haber salido con esa intensidad frente al Sevilla. También hubo variantes en Pamplona en lo futbolístico. Sin el as de oro de Lo Celso, Pellegrini optó por los dos delanteros y por mover el árbol con algunas piezas y el dibujo táctico. Unas variantes para romper aquello de lo inamovible. Nada es innegociable.

El caso es que el Betis hizo lo que tocaba en Pamplona. Por encima de todo, ganar. Con ciertos tics del pasado, como las ocasiones perdonadas en la primera parte y las dificultades que sigue mantenido para gobernar los partidos en el mediocampo. Ganó, que es lo que demandaba la herida abierta en las últimas semanas.

Nada es en términos absolutos ni definitivo. Seguramente en el término medio esté la respuesta, como casi todo en la vida. Ni los dos partidos antes del parón señalaban una crisis de la que era imposible levantarse, ni el triunfo en El Sadar signifique que el equipo bético no tenga carencias ni cuestiones por mejorar desde los jugadores al banquillo.

El tiempo calibrará el lugar exacto de este Betis. También ese mismo tiempo, el que ofrece la perspectiva de cinco años de Pellegrini, le otorga un crédito a uno de los mejores entrenadores de la historia del club bético. El mismo tiempo, en forma de experiencia, que utilizó el Ingeniero para afrontar estas últimas semanas en las que florecieron algunas dudas.