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En el fútbol, como en cualquier otra actividad, siempre suelen destacar los que juegan, aquellos que domingo tras domingo salen en la fotografía. Pero a veces, en todos los vestuarios que he conocido, siempre ha existido un jugador que no suele aparecer pero que muchas veces es imprescindible, el suplente.
Antiguamente, cuando no había secretarías técnicas ni grandes oficinas de contratación, el entrenador de turno confeccionaba normalmente las plantillas y solía firmar algún jugador veterano, de esos que hacen vestuarios. Algún jugador que no sería titular indiscutible, pero que sí les pondría las pilas a los más jóvenes y provocaría la unión en momentos difíciles. De este tipo de jugador he conocido a muchos, son gente muy necesaria en un vestuario, que a veces ejercen de capitán en la plantilla, que negocian con los directivos que se encargaban de llevar las cuentas de las primas o de las multas, y que daban ánimo cuando los resultados no acompañaban.
Hoy en día la competitividad es muy dura y la cantidad de partidos hace que existan plantillas muy igualadas. Suele haber menos diferencias que antes. Antiguamente, tenías un buen portero y uno veterano que a lo mejor jugaba un partido en todo el año, o tenías al jugador que lo sacabas los 15 últimos minutos para remontar. Conozco uno que solía salir y muchas veces por su forma de jugar hacía remontar los partidos. Este jugador en los últimos años tenía tan asumida su función que en una época en la que los jugadores llevaban del 1 al 11 cuando salían al campo, su familia trajo a su hijo para la fotografía antes de los partidos y llevaba el 14. Ni su familia creía en su titularidad...
El día de convocatoria era siempre esperado y a veces te encontrabas algunas sorpresas, otros iban y miraban la lista con cierta resignación sabiendo, como ese estudiante que no preparó el examen, que no iba a estar en la lista de aprobados. Hay un anécdota muy buena que solía pasar con un futbolista. Cuando el encargado de llevar la lista de convocados que miraban los jugadores, este siempre que no entraba tiraba la primera silla o lo primero que encontrara cerca.
Siempre se ha dicho que hay jugadores que entrenan muy bien y compiten muy mal. A veces la presión les puede. También he conocido lo contrario
Siempre se ha dicho que hay jugadores que entrenan muy bien y compiten muy mal. A veces la presión les puede. Yo he visto algún jugador refugiado en la enfermería sintiéndose mal antes de salir a jugar, el miedo escénico. También he conocido lo contrario, el jugador que andaba toda la semana rondando la camilla y sin entrenar y llegaba al partido y daba todo.
Yo, siempre desde mi lugar o mi refugio en el vestuario, he considerado que al que no juega hay que darle si acaso más cariño. El que juega tiene el premio de salir titular pero al que no juega hay que mantenerlo con las ganas y con la motivación necesaria para el día que pueda hacer falta.
Esto es algo que personalmente me dio la razón hace muchos años. Teníamos un delantero que vino con ciertas expectativas de goleador. No conseguía hacer goles ni consiguió entrar en los planes del entrenador. Era un jugador muy apasionado y muy temperamental. Las circunstancias nos hicieron que nos acercáramos a nivel humano. Solía visitar su casa y él la mía con frecuencia. Se habló de cederlo al extranjero y él incluso de marcharse. Recuerdo que hablamos mucho de esto y yo trataba de motivarlo hasta tal punto que le dije un día en la puerta de mi casa: “Amigo, tú marcarás el gol que nos clasifique”. Aquello sonaba a farol con un jugador que no era titular. Pero la realidad es que marcó el gol que nos clasificó para la liguilla de ascenso aquel año y alguno más para que ascendiéramos esa temporada. Esto que os cuento ha pasado y pasará muchas veces en el fútbol. Creer en uno mismo y en ayudar al entorno del jugador a que se lo crea.
Como resumen, os contaré esta anécdota que me pasó en un campo de Segunda Regional al que fuimos a jugar una tarde de domingo. En aquella época, a los directivos les gustaba llevar al Málaga a jugar a su pueblo y hacerse la fotografía. Recuerdo sentado en el banquillo pasando frío que un jugador mío se me acercó y me dijo: “Javi, qué afición tienes que tener para ser suplente de un equipo de Segunda Regional todos los domingos”.
Javier Souviron fue masajista del Málaga durante casi tres décadas. Actualmente, aparte de su vinculación profesional activa al ciclismo y su pasión por la literatura y la fotografía, es enfermero en el Hospital de la Axarquía. Ahora comparte sus vivencias desde dentro en el blog de ElDesmarque 'El niño que soñó pisar La Rosaleda'.
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Gracias Javi, a Pablo Guede le va bien en México, está de co-lider, ojalá venga y coja a nuestro Málaga, jugadores como él he visto muy pocos pasar por aquí.