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El ejemplar descenso de Veiga hasta la sexta división
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El ejemplar descenso de Veiga hasta la sexta división

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Miguel Ángel Vara

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Worcester es, futbolísticamente hablando, una población intrascendente a mitad de camino entre Birmingham y ninguna parte. Nada relevante ocurre allí con un balón de por medio pero el fútbol siempre te puede dejar una sorpresa al doblar la esquina. Si eres seguidor del Levante, esa esquina está en Hoo Road-Kidderminster. Allí se alza desde 1890 el Agborough, un coqueto estadio con capacidad para 6.500 personas donde juega un modesto equipo de la sexta división inglesa.

Otro día hablaremos sobre las carcajadas que me genera oír comparaciones sobre el fútbol inglés y el español. Aunque aquí al final todo se reduce a hablar del reparto del dinero televisivo, eso es sólo parte del hecho diferencial que separa abismalmente la manera de tratar y vivir este deporte en Inglaterra o España. Valga como ejemplo el tratamiento que se le da a esta categoría del fútbol inglés, el equivalente a nuestra Preferente, empezando por su denominación patrocinada: Vanarama Conference, (Vanarama es una empresa de alquiler y venta de vehículos), los estadios que se utilizan tanto en capacidad, calidad y recursos y sobre todo la asistencia y el apoyo de los aficionados que fidelizan con el club de su pueblo, llenando un estadio de quinta o sexta categoría en una lluviosa noche de enero por mucho que en la televisión estén retransmitiendo la Champions, el Chelsea-Manchester City o el Liverpool-United. Support your local team resumiría este manera de vivir.

Pero volvamos a Worcester, ¿qué ocurre ahí y qué tiene que ver con Orriols? Quizás los aficionados más jóvenes del Levante no recuerden quién era, pero los fieles al Ciutat entre 1998 y 2001 saben muy bien quién era Jose Manuel Montero da Veiga, Veiga para los amigos. Sin duda, el guardameta portugués sería el titular en el once más underground que se confeccionara entre la parroquia granota. Veiga no pasó desapercibido en el Levante, sin querer decir esto que fuera especialmente positiva su aportación. Pero eso, en el largo plazo, importa menos. Se olvidan los errores puntuales y sobrevive la figura de un portero poco ortodoxo que, con sus pantalones largos, fue titular durante tres años y medios en una etapa convulsa en la que era casi milagroso permanecer tanto tiempo en el equipo. Con el declive del equipo y su marcha al Valladolid se le fue perdiendo la pista y, cuando regresó a su Portugal natal en 2002 acabó por convertirse en un vago recuerdo de dos décadas atrás.

Pero todo eso cambia si eres capaz de acercarte a Worcester y deleitarte con un partido ante el North Ferriby United o el Scunthorpe United (recomendable, por cierto, el libro ‘Scunthorpe hasta la muerte’ que narra las vivencias de un jugador español, Álex García Calvo, Jandro, en este humilde club). Merecedora de un libro también es la vida de Veiga que, por fin lo digo, sigue jugando en este club, a sus 38 años, dignificando la profesión a base de duros costalazos en campos helados, en un fútbol anónimo de nieve y barro. Sí amigos, aquel portero portugués que apasionaba y desesperaba el Ciutat a finales del pasado milenio sigue en activo con una trayectoria en el fútbol británico que cumple ya su novena temporada.

La época portuguesa del Levante

Refrescando la historia, cabe recordar que el arquero nacido en Lisboa se formó en las categorías inferiores del Benfica, pero no llegó al primer equipo, destacando en su país en el Alverca, que durante unos años fue destino fijo de los ojeadores granotas. Como esto de los fichajes va por modas, en aquellos tiempos la casa granota se pobló de futbolistas lusos: Valente, Juba, Constantino, Bruno Novo, el propio Veiga…que finalmente fue el que más regularidad tuvo. Así, el meta formó parte del magnífico equipo que de la mano de Pepe Balaguer le dio brillo a la Segunda B siendo, posiblemente, el mejor once que nunca ha transitado por esa categoría. Ahí estaban futbolistas de Primera como Jesús, Fernando Sales, Fernando Giner, Peña, Ettien y un sensacional Vicente Rodríguez. Los goles los ponía Paco Salillas que sería pichichi en Segunda A un año después. Tal nivel tenía ese Levante de la 98-99 que, con el mismo once que ascendió en la Ciudad deportiva del Real Madrid, estuvo peleando un año después por subir a Primera. Aquella formación siempre arrancaba con Veiga bajo palos, aunque para muchos era precisamente ése el punto débil del equipo. Qué más da ahora.

El caso es que Veiga renovó con los azulgrana bajo una leyenda negra que decía que alguien convenció a Pedro Villarroel para ello alegando que iba a conseguir que fuera a la selección portuguesa de alguna manera y, ya como internacional, llegaría un traspaso millonario. La verdad es que la llamada para la selección acabaría llegando, pero no desde Portugal sino desde Mozambique, así que ni hubo traspaso, ni nada parecido. La realidad se fue imponiendo y conforme abandonaban el equipo Vicente, Sales, Jesús…el nivel fue bajando y las carencias del resto de jugadores aflorando. El portero no escapó a esta tendencia y en la 2001-02 fue cedido a mitad del año al Valladolid (donde no jugaría) dado que su rendimiento no era nada satisfactorio. Eso sí, ese año jugó aquella eliminatoria copera ante el Villarreal que pasaría a la historia por la tremenda y absurda lesión que sufrió Martín Palermo al caérsele un pequeño muro de publicidad mientras celebraba un gol con sus aficionados y romperle la pierna.

Regreso a Portugal

El portugués jugaría tres años en el Estrela Amadora y una cuarta campaña en el Olhanense, en segunda portuguesa donde el dinero escasea así que decidió hacer las maletas e irse a Inglaterra, donde tan difícil es entrar y más asentarse, pero el cancerbero lo consiguió aunque fuese en categorías inferiores. Su primer destino fue Tamworth, después Atherstone, más tarde Hereford…sin disfrutar de muchos partidos. En 2009 llegó al Macclesfield Town y por fin en la 10-11 se ganó la titularidad en League Two, la cuarta categoría del fútbol inglés, donde uno se puede ganar la vida bien a diferencia del fútbol español en la que no se consigue en Segunda B. De tanto en tanto, Veiga se asomaba a algún estadio y rival de más nivel gracias a la FA Cup, la competición más antigua del mundo en la que los equipos amateurs pueden visitar Anfield, Old Trafford y soñar a partido único con gestas impensables, por ejemplo, en nuestro país.

De gira por Inglaterra

Cuando en el Ciutat nadie recordaba ya a Veiga y se vivían los mejores años de la historia del club, el meta seguía con su aventura inglesa, haciendo parada en el Harrogate Town y el Tamworth, antes de llegar a su destino actual en 2014, el Worcester City FC de la Vanarama Conference North. En una categoría en la que abunda el barro y los golpes, Veiga sigue dando guerra, alternándose en la titularidad con su compañero Nathan Vaughan. Por eso, si algún nostálgico granota se anima a ir a Worcester y ver los últimos coletazos de Veiga bajo palos, lo mejor es que mire la alineación del partido anterior, para saber a cuál de los dos guardametas le toca jugar el siguiente encuentro. Pero estando bajo palos o en el banquillo, la historia de Veiga es todo un ejemplo de amor a este deporte en su estado más puro, de fidelidad a la esencia del fútbol y de pasión por seguir en activo por muchas categorías que haya que ir bajando con tal de vestirte de corto cada fin de semana.

Porque, al menos para unos pocos, el fútbol real es el que ocurre lejos de los focos, sin cámaras ni resonancia mediática, el que se practica más por pasión que por un puñado de libras que, a buen seguro, acabarán gastadas en una ronda de pintas en el último pub de Worcester.

Miguel Ángel Vara

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