Mouscron: Un once exclusivo de franceses en un equipo belga
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Hace ya años que resulta altamente complicado encontrar un equipo en una liga europea de primera división (también de segunda) que alinee a todos sus jugadores de la misma nacionalidad. De hecho, tal es la vorágine de fichajes que se han dado repetidos casos de onces iniciales en los que no había un solo futbolista nacido en el país al que pertenece su club. Es el fútbol moderno.
Por eso, que un equipo formase el pasado fin de semana con todos sus jugadores (incluido el único cambio que hizo, es decir los 12 futbolistas participantes) nacidos en el mismo país no deja de ser noticioso. En este caso, fueron todo franceses los que protagonizaron esta situación pero lo que ha convertido este hecho en algo insólito es que sucediese…¡en la liga belga! Así, el Mouscron de la Jupiler Pro League pasó a la historia el pasado sábado por alinear un once inicial compuesto por jugadores franceses, a los que se sumó desde el banquillo otro paisano en el único cambio que realizó el técnico Fernando Da Cruz que, por supuesto, también es francés.
Es muy probable que no haya precedentes de un hecho similar en el fútbol de élite mundial, pero el partido que enfrentó al Mouscron con el Oostende pasará a la historia como el día en el que un equipo belga jugó completamente formado por futbolistas franceses, algo que es inaudito de ver incluso en la liga francesa. Por cierto, el experimento no resultó muy positivo pues los locales perdieron por 0-1 prolongando una racha de ocho derrotas consecutivas que le ha llevado directamente a los puestos de descenso cuando hace un par de meses vivían en la zona plácida y se permitían el lujo de golear al Anderlecht por 4-2. Justo tras esa victoria ante el gigante belga, el Mouscron-Péruwelz, que ése es su nombre completo, iniciaba una caída sin freno desencadenada en buena medida por la salida en enero del que era máximo goleador de la liga belga, Abdoulay Diaby, que regresa al Lille tras su participación en la Copa de África.
Para entender esta situación un poco más, hay que recordar que el Mouscron es un club asimilado del Lille y, de hecho, se ejercita en la ciudad deportiva del equipo francés. Pegada a la frontera gala, la localidad de Mouscron es francófona, como buena parte de Bélgica pero en esta zona la influencia del país vecino es aún mayor. Desde hace años, el Lille utiliza este club belga como nodriza para sus jóvenes talentos y hasta la fecha los resultados no habían sido malos, pues el pasado ejercicio lograron el ascenso a Jupiler Pro League. De hecho, hasta finales de diciembre su marcha en la liga belga era satisfactoria, pero en los últimos ocho encuentros sólo han sabido perder. Aun así, la presencia exclusiva de jugadores franceses nunca se había producido, entre otras cosas porque la liga belga se protege de ello con una norma por la que los equipos deben tener un mínimo de seis jugadores belgas inscritos en cada partido. Entonces, ¿cómo pudo el Mouscron jugar sólo con franceses el pasado sábado?
También había belgas en el banquillo
La respuesta está en que el resto del banquillo sí estaba compuesto por belgas, aunque su entrenador optó por no hacer jugar a ninguno pese a la derrota. No sólo eso, la legislación deportiva en Bélgica es flexible y permite que jugadores no nacidos en su país computen a efectos futbolísticos como belgas en diferentes casos, dependiendo de los años que lleven jugando en el país, de si llegaron siendo sub23, de si alguno de sus padres es belga…así, del once inicial del Mouscron dos de sus jugadores contabilizaban como ‘belgas’, aunque eran nacidos en las ciudades francesas de Croix (Delacourt) y de Lesquin (Vandendriessche). La formación que será recordada por este hecho insólito fue la formada por: Cros; Boli, Delacourt, Mézague, Peyre; Coeff; Dingomé, Michel, Penacchio, Vandendriessche y Rodelin. A ellos se sumó en el minuto 70 el atacante Nicolás Pérez, también francés, que entró por Penacchio, en la única sustitución del técnico galo Da Cruz.
Aunque todas las aficiones tienen motivos para la queja, coincidiremos en que ser seguidor del Mouscron es realmente complicado. De entrada, cabe recordar el episodio protagonizado por varios ex valencianistas que se embarcaron en el proyecto del club que terminó siendo un desastre y supuso la desaparición del mismo. El Royal Excelsior Mouscron era un clásico de la competición belga que incluso participó en competiciones europeas. En 2009, la dirigencia del club apostó por Miroslav Djukic como entrenador y Amedeo Carboni como director deportivo. El trío de ex valencianistas lo completó Juan Sánchez como mano derecha de Carboni. Junto a ellos desembarcaron en Bélgica varios jóvenes españoles, algunos de la cantera ché, pero a los pocos meses, los problemas económicos del club se acrecentaron y se acabó el proyecto de manera radical: el club desapareció.
Uno de los motivos por los que el fútbol belga es modélico en gestión económica es éste. Los equipos que no cumplen con sus pagos durante unos meses son descendidos, o desaparecen, quedando todos sus jugadores libres. Sin leyes concursales, recovecos legales o trampas que adulteren la competición. Así, se gasta lo que se puede, se paga lo firmado y se estira la manga igual que el brazo. Con esto, los aficionados del Mouscron se quedaron de golpe sin fútbol, aunque comenzaron a trabajar para refundarse, esta vez en la cuarta división belga. Fruto de ese trabajo es su actual nombre, pues se unieron al que entonces era el RRC Péruwelz, un modesto club que también desapareció en pos de formar el actual Royal Mouscron-Péruwelz que desde 2010 ha logrado tres ascensos para retornar a la Jupiler Pro League en la presente campaña.
Desde hace dos años el vecino Lille, localidad francesa pero muy próxima, vio en este equipo la posibilidad de tener una nodriza, un filial más y a los belgas no les venía nada mal contar con buenos jugadores cedidos del prestigioso equipo galo. Así, el acuerdo fue rápido y eso permitió al Mouscron ejercitarse en la moderna ciudad deportiva del Lille, aunque siguiera jugando sus partidos en Le Canonnier, un recinto con aire muy británico, de tribunas rectangulares y sin esquinas cerradas en el que se vive un buen ambiente en sus 11.300 localidades. Eso sí, en el partido del pasado sábado, sólo algo más de 2.000 personas presenciaron en directo la plena invasión francesa de la alineación belga, en lo que parece ser una oposición de los seguidores de toda la vida a la actual política de su club, que realmente ya no saben si sigue siendo algo suyo.
La gota que ha colmado el vaso y que ha hecho reflexionar a prensa y dirigentes belgas fue lo sucedido el sábado como culminación de un proceso en el que los aficionados locales se han ido apartando de su equipo porque para los seguidores, por muchos cambios de dueños y fichajes multinacionales, el club de su ciudad siempre seguirá significando un sentimiento de pertenencia, se buscará en él un ídolo anónimo al que agarrarse y, la verdad, resulta muy complicado ir a animar en las frías noches belgas a un equipo formado íntegramente por futbolistas de otro país y que hasta se entrena en otro país. Excesos de un fútbol moderno al que muchos aborrecen.
Miguel Ángel Vara