Bután se vuelve más accesible
Bután presume a día de hoy de ser el país del mundo que presenta una política activa que minimiza la erosión de su cultura y tradiciones. Para ello tiene establecida una importante tasa de pernoctación que ronda 54 euros por noche y se ha fijado un número clauso de visitantes anuales que no pasa de 30.000. El objetivo es asegurarse que los turistas sean gente con modales y cartera adecuadas.
El pequeño reino del Himalaya puede asegurar que sus lugares emblemáticos no están saturados de gente y que siguen siendo auténticos. Sin embargo para el año 2012 la cosa puede cambiar. Actualmente está en estudio la posibilidad de ampliar a más del triple el número de turistas extranjeros (se incluye a todas las nacionalidades, menos a la vecina India, con la que no existe en límite). Eso supondría acercar Bután al resto del mundo pero una pérdida de exclusividad de un país de sólo 700.000 habitantes.
Hay que recordar que el país no se abrió al turismo hasta la década de 1970. Se trata de un sitio singular: "la felicidad Interior Bruta es más importante que el Producto Interior Bruto", aseguró el rey Jigme Singye Wangchuck durante su coronación en 1974.
Los valores para medir dicha felicidad se basan sobre todo en el modelo que manda la preservación y promoción de la cultura, conservación del medio ambiente y en el buen gobierno. Bután presume de ser uno de los países más felices del mundo y pretende expandir ese modelo de bienestar al resto del planeta. Para ello propone el índice de felicidad bruto como un baremo fundamental para medir el desarrollo. Según una encuesta realizada en 2007 a los butaneses, un 52 por ciento de los habitantes se declaraban felices, un 45 por ciento se sentían muy felices y sólo un 3 por ciento infelices.