El diablo, el Athletic y las oportunidades

Si hay una pregunta que se hace la gente estas últimas horas en Bilbao es… ¿Cómo es posible que pasemos de un día para otro de una nevada histórica con temperaturas heladoras a una suave y agradable jornada de 17º que invita a salir a la calle y alegra el ánimo? Los aficionados y seguidores del Athletic Club se miran socarronamente unos a otros como diciendo: “tampoco hay que exagerar. La vida es así”.

Pues sí. La familia zurigorri está cursando este año un master en contrastes. La última muesca ha sido el partido frente al Valencia en San Mamés. Una cita que llegaba tras anteriores experiencias con el equipo atrincherado en casa ante rivales como el Eibar, Las Palmas y Málaga, con la grada indignada por no reconocer en su equipo las señales vitales del Athletic de siempre, y con pitadas cada vez más sonoras siguiendo las pautas de toda la vida, es decir, primero a los jugadores, después al técnico y con el palco preparado para cerrar la inefable trilogía de las crisis en el fútbol.
  Pero resulta que el equipo enseñó su otra cara, esa que muchos creíamos que no podía haber sido fagocitada por el libreto espeso, timorato y carente de recursos que ha provocado un deseo generalizado de que esta temporada pase sin daños mayores y condenada a la intrascendencia. Dicho de otro modo. Si el Athletic no está para metas mayores, que a mi juicio no lo está, que al menos veamos una manera de afrontar los partidos como ante el equipo del inefable Marcelino. Con vocación de proteger tu territorio pero también de buscar al rival, de encontrarle las cosquillas, de ser valiente y transmitirlo a tu gente. Futbolísticamente, el partido frente al Valencia no fue para echar cohetes, pero ese empate llenó la tripa de la afición mucho más que otras tardes con mejor resultado.   Todo esto me lleva a otras reflexiones que apuntan en varias direcciones. Recuerdo aquel “todo lo que no mejora, empeora” de Ziganda en el día de su presentación. También habló de un equipo con el que la afición se sintiera identificada por su desempeño en el campo, un equipo que va y que va y que vuelve. No niego, faltaría más, que ese es el mensaje que ha intentado transmitir a su plantilla, pero desde luego a la vista está que sigue siendo una asignatura pendiente. Repuntes como ante el Valencia no son suficientes para elevar la nota porque ya se han dado en diferentes fases de la temporada con recaídas constantes. Alguien dijo que si no eres parte de la solución, eres parte del problema. Creo que concuerda con lo de que “todo lo que no mejora, empeora”.   Pero aunque no lo parezca, todavía hay tiempo para cambiar dinámicas y notas finales. Ahí está la ilusión de avanzar en la Europa League, si bien en el caso de no prosperar también dejaría un escenario peligroso si el Athletic se ve abocado a disputar el resto de la temporada en la zona de nadie de la Liga. Ya sabemos que cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo.

Nada más lejos de mi intención que condenar ya a un referente importante del Athletic con el que coincidí con muy gratos recuerdos en una etapa temprana como periodista. Para mí, de hecho, Ziganda ya hizo en su momento el mayor favor posible al Athletic. En la temporada 2006-2007, siendo entrenador de Osasuna, el Athletic y la Real peleaban a brazo partido para evitar el descenso a Segunda. A falta de sólo tres jornadas para el final, Osasuna, sin nada en juego, recibió en El Sadar a la Real en un partido clave con todo el público rojillo gritando “este partido lo vamos a perder”.
Ziganda obvió las peticiones populares de alinear un “once” de suplentes y Osasuna ganó 2-0. Bajaron Nastic, Celta... y la Real. El Athletic se salvó por un punto. Ziganda es puro Athletic y cuenta con nuestro favor. Al menos, con el mío. Pero si no puede con el proyecto o no se nota su mano, deberá encontrarse otra solución. Yo también recuerdo haber estado alguna vez de barbacoa con alguno de mis jefes, pero que no se me ocurra no presentar a la hora un programa o volver de un partido sin una entrevista. El fútbol. La vida.  Y hablando de posibles soluciones, más allá de nombres propios, no se pueden ignorar los tiempos que marcarán el devenir del Club. Josu Urrutia ya dijo que las próximas elecciones no serán en verano. Si su intención fuese, debido a los resultados, prescindir de Ziganda para la próxima temporada, tendría que iniciar su último año de mandato encontrando un entrenador que aceptase firmar por una sóla temporada. O eso, o convocar elecciones antes del inicio de la próxima temporada para no hipotecar los proyectos de otras posibles candidaturas. Sería lo justo. En cualquier caso, tengo la sensación de que Urrutia no se presentará… aunque nunca se sabe.
¿Aire renovado? Veremos.
Por Ramón Hernández, periodista de Radio Nacional

@RamonHdezRNE