25-0 y matando al mensajero
Vengo aquí a ElDesmarque Bizkaia a aportar mi modesta opinión sobre un asunto que ha levantado bastante polvareda en las últimas fechas entre la familia rojiblanca y en el fútbol de base vízcaíno: la publicación de un mensaje en Twitter por parte del club bilbaíno haciéndose eco de un abultado resultado conseguido por uno de sus equipos alevines de fútbol 7 (25-0).
La aparición de ese tuit no vamos a decir que encendió las redes sociales, bastante dadas a la piromanía de por sí, pero generó un importante hilo de discusión y debate sobre lo acertado de su aparición
Probablemente lo ideal y lo correcto hubiera sido respetar el acuerdo alcanzado entre la Diputación y la Federación Vizcaína de Fútbol, por el cual en los resultados en categorías escolares en el acta de los partidos en los cuales el resultado es abultado, no se refleja nunca más de un 10-0.
Pero más allá de lo acertado o no de ese tuit y de reflejar el “marcador” final, centrarnos en el guarismo que reflejó el club en sus redes sociales y dedicarnos a matar al mensajero puede distraernos del fondo de la cuestión y centrar la vista en el dedo y no en la llaga del asunto.
Creo que quizás la clave de todo esto va más allá del pantallazo que ha generado ríos de caracteres y reside en por qué se dan esos números en los resultados del equipo rojiblanco y lo positivo que pueda ser, si es que tiene algo de positivo, para la formación de unos chavales de esa edad.
Además de plantear el debate de si podemos considerar idóneo o no que el Athletic tenga equipos en categoría alevín.
Mi conocimiento sobre fútbol de categorías inferiores es el mismo que, como señaló Piru Gainza en esa frase para la posteridad, tienen las vacas de Lezama: el conocimiento que tengo lo he adquirido sólo porque llevo muchos años viendo partidos de jóvenes de esa edad, no más.
A lo largo de este tiempo he visto de todo, incluidos goleadas astronómicas, y debo reconocer que no consigo tener una idea demasiado definida sobre cuál es el entorno idóneo de formación del jugador y si resulta óptimo formar parte de un equipo que es una selección de facto y que sólo te va a mostrar la cara más amable del deporte eludiendo frustraciones momentáneas y decepciones puntuales.
Hay quienes creen en la idoneidad de la formación hasta una cierta edad en un entorno cercano al lugar de residencia y que le permita un desarrollo completo tanto deportivo como educacional, pues no en vano no se debe dejar de lado que muchos son los llamados pero muy pocos los que terminan dedicándose al fútbol profesional, y siempre hay que estar preparado para ese descarte y para la vida fuera del rectángulo.
Más allá de ser un planteamiento que se pueda tachar de paternalista, son muchos los ejemplos de jugadores que despuntan más tarde y muestran capacidades para triunfar.
Por otro lado, me resulta también defendible la postura del club rojiblanco. No la del tuit, de la que ya se ha hablado bastante, sino la de captar desde pequeños a los jóvenes talentos, aún a sabiendas de que a lo largo de los años de formación de los jugadores las cosas cambian mucho y algunos de los que con 10 años se comen el balón, el césped y lo que les echen por delante, deambulan por los terrenos como almas en pena al llegar a la bendita adolescencia.
No por haberlo escuchado repetidamente en miles de foros desde tiempos inmemoriales, podemos obviar que la filosofía rojiblanca obliga a que el caladero de pesca del Athletic sea el que es, muy reducido, y ni siquiera lo disfrute en modo de exclusividad.
En un mundo tan alocado hoy en día como es el del fútbol en el que hay cadetes con representante y chavales a los que les convocan para la selección de su pueblo empiezan a mirar por encima del hombro a compañeros de equipo, al club bilbaíno no le queda más remedio que, nos guste o no, ser extremadamente proteccionista con cualquier jugador que sea susceptible de vestir su camiseta en un futuro.
Ahora mismo nos llevaría un buen rato contar cuantos equipos de la Liga o de otras nacionalidades europeas tienen ojeadores rastreando el mercado no sólo vizcaíno, sino de cualquier lugar que se nos pueda imaginar. Por tanto, parece necesario empezar por descubrir y captar a todos los que puedan algún día en el futuro dar el salto al primer equipo.
Luego llegará la labor de fidelizarlos y de hacer que aprecien la singularidad y los valores del club. Pero esa ya es otra historia, y ahí no sólo entra el Athletic, los chavales no son un mundo aislado y en su socialización entran en juego otros muchos factores como el colegio, la ikastola, los amigos y, especialmente, la familia. Pero como digo, esa ya es otra historia, una empresa que no se antoja demasiado sencilla.
Por Jon Spinaro