Las últimas declaraciones de Garitano

El sábado acaba de entrar con sus 30 minutos de viaje. El viernes es historia. El Athletic Club versus Celta de Vigo, también. Éste es el momento. Al menos, el mío. El más propicio. Una vez que la afición zurigorri se haya despachado a gusto. Los ataques de rigor. Las descalificaciones de siempre. Todo vale cuando el improperio, y hasta el insulto, resultan gratuitos. Enfado. Indignación. Rabia.
El dardo venenoso en la palabra disparada a todo lo rojiblanco que se ha movido por el verde de San Mamés. Gracias a que la metáfora impide que la balasera convierta La Catedral en un reguero de sesos. Dice, lo sigue diciendo desde lo eterno Saramago que "el ser humano ve, pero no mira". Y cuando está desquiciado, como es el caso, cuando las mal dadas regresan, el ojo humano tiende a captar el mismo paisaje. Desolador.

Y Gaizka Garitano, echando más leña a la fogata al final de la partida. Se podría haber cuidado de sí mismo con argumentos de peso. Razonamientos con los que este cronista coincidiría. Pero no. En lugar de hacer frente a la derrota con una lectura tan válida como la de los que han ido a degüello contra él consumando el fracaso, ofrece su pecho desnudo como el que desea ser 'fusilado'. "El contrario tiene tablas, e internacionales". De repente, como el que a gritos pide que se 'lo carguen'. "A veces pagamos el peaje de jugar con jóvenes". Y como sabe que el orden de las palabras no altera su mensaje, se repite. "Con tanta gente joven se corre el riesgo de pagar el peaje de la derrota". Y por si su llamada a la sublevación no hubiera sido captada, remata su faena verbal. "Arerioak, be, jokatzen du".

Claro que el contrario también juega. Y de eso iba a la cosa. No de que jugara, sino de que el Athletic no le permitiera jugar al Celta. Venían los leones de rematar su faena en el Coliseum con dos 'machetazos' en las postrimerías. Ya se dio noticia de ello en la crónica del empate [1-1] ante el Getafe. Iñigo Martinez. Jon Morcillo. Dos leones. Otros tantos zarpazos. Un encuentro bien leído. Un empate, por cierto, por el que 'este mundo' del Athletic tan desquiciado pasa por alto. Un salto mortal proyectándose desde el 'endeble' Betis hasta caer derrengado a los pies de la escuadra celeste. Y es que el partido de referencia había sido el librado contra el disciplinado ejército de José Bordalás. El mismo once inicial excepto la ausencia de Iñigo Martínez. Los mismos jugadores, sí, pero no esa agresividad necesaria, imprescindible. Ese ir a muerte en todas y cada una de las disputas. Porque contra un equipo como el Celta, no era, Gaizka, la hora del 'llanto y el pañuelo en mano'; era, Garitano, la del ¡machete en mano!...

Y fue así que por ahí se le empezó a escurrir la contienda al Athletic. En descargo del técnico de Derio, señalar el pernicioso y prevaricador arbitraje de Figueroa Vázquez. Enseñó su manera de reglamentar desde los inicios. Un Celta bien adiestrado por la sapiencia argentina se dedicaba a voltear leones como si fueran muñecos. Toda transición con atisbos de peligro para su portería la deshacían con faltas descaradas. El árbitro lo veía. Figueroa Vázquez señalaba la falta...y aquí paz, ¿para quién?, y después gloria para un Celta que con tanta acumulación de faltas se libraba de todo mal. ¿Abogado del diablo, el cronista? No. Contar lo que nadie contaría a pesar de tanto descaro. Nunca sabremos lo que habría podido ser a favor del Athletic sin tanta falta celeste. Pero sí que la 'Estopa galega' sabía que frenando a su rival con tanta falta, nada malo le habría de suceder a su portero. Diez faltas cometió el Celta en el primer acto. Dos, tan sólo, los de Garitano.

El Athletic no había sabido leer el partido. Y esos pecados de inicio son complicados de corregir. Es tal el poder de la inercia que hasta el propio Garitano se olvidó por completo de que, cinco días atrás, había expuesto sobre la arena del Coliseum lo mejor de Leonidas, Temistocles, Dario y Jerjes. Y de no haber sido por ese 'Ángel para un final', habría regresado a Bilbao como aquel Alejadro Magno en su apogeo tras derrotar a la 'Persia de Bordalás'. A veces, vistoso; feroz siempre al centro del combate. Y si ante un equipo que no lo 'borda', "te daré un golpe más de los que tú me des a mi", ¿cómo no haberle tratado del mismo modo al Celta hasta conseguir que su juego combinatorio se cayera por su propio y endeble peso?. Garitano obligó a sus jugadores a que pusieran la otra mejilla. Tal vez temeroso de un Figueroa Vázquez que no era de fiar. Sea como fuere, la dureza ajena se impuso a la ternura propia. Con tridente, lanza, espada y escudo en Getafe. Bajó la guardia en San Mamés el 'Athletic de Garitano' Y eso le perdió. Como desnortado, 'tocado', sin 'pegada verbal' cuando le llegó la hora de desplegar en sala de prensa sus 'últimas declaraciones'.